
Más de 435 kilos de plásticos fueron recogidos este viernes en Ecuador durante una minga de limpieza en el río San Pedro, a su paso por Quito, como parte del programa ‘Galápagos Guardians’, que pretende disminuir en un 30 % antes de 2030 la contaminación por plásticos que llega desde los ríos ecuatorianos al océano Pacífico y, con ello, a las Islas Galápagos.
«Si no tomamos acción, Galápagos tiene fecha de caducidad. El ecosistema puede ser destruido por los plásticos», advirtió -durante la actividad de limpieza- Inty Grønneberg, creador y director ejecutivo del grupo Ichthion, que promueve soluciones tecnológicas para la descontaminación de ríos junto a la acción comunitaria y a la valorización de materiales, con una inversión total de 13 millones de dólares.
La Coalición para la Limpieza y Protección Oceánica, de la que forma parte Ichtion, ha constatado un incremento del 60 % en la presencia de basura plástica en los cursos de agua del país en los últimos cuatro años.
Según cifras del Global Plastic Action Partnership, se calcula que cerca de 16.000 toneladas de plásticos se vierten cada año desde las costas ecuatorianas al océano, muchas de las cuales terminan en Galápagos arrastradas por las corrientes marinas.
«Lo que se arroja en las calles o quebradas (ríos secundarios), termina inevitablemente en los ríos, y luego en el mar. Es un problema sistémico que requiere una solución colectiva», indicó Grønneberg, quien también señaló que gran parte del inconveniente radica en las limitaciones del sistema de recolección de desechos en el país.
«Solo dos de cada diez personas en el sector rural tienen recolección de basura. En muchos casos, la gente quema o lanza los residuos al río porque no tiene otra opción», añadió el también ingeniero y activista.
Identificar la contaminación
La primera fase del plan consiste en identificar los focos de contaminación, mediante imágenes satelitales y drones; la segunda contempla intervenciones de limpieza; y la tercera incluye el uso de dispositivos tecnológicos instalados en los ríos, que permiten capturar y clasificar los elementos directamente del agua.
Según detalló Grønneberg, el proyecto prevé instalar un total de ocho aparatos de este tipo hasta 2030, en distintos puntos fluviales del país.
Toda esta información se consolida para generar indicadores precisos del efecto ambiental alcanzado: «Podemos medir, por cada kilo recuperado, cuánto estamos reduciendo la contaminación. Esto nos permite ofrecer un servicio de impacto medible y real», señaló el director de Ichthion.
Esfuerzos en 2024
Como evidencia de los avances, Andrea Lema, directora de impacto de la iniciativa, informó que durante todo el año 2024 se recolectaron cerca de 34 toneladas de residuos y en los primeros seis meses del año en curso ya se han alcanzado cifras similares.
«El problema es grave y requiere de un enfoque colectivo y responsable, donde cada ciudadano también cumple un rol crucial», indicó Lema.
El proyecto también incorpora una vertiente social enfocada en fomentar el empleo digno para quienes se dedican a recolectar este tipo de materiales. «20.000 personas en el país, en su mayoría mujeres, viven de recoger el material reciclable, venderlo, y ese es su fuente de ingreso. Entonces, la solución es multidimensional», explicó Grønneberg.
El presidente y también impulsor de la iniciativa remarcó que uno de los fines del programa es promover normativas públicas basadas en los datos obtenidos.
«Hay materiales que simplemente no se pueden reciclar, como el ‘espumaflex’ (poliestireno expandido), que aparece entre los más frecuentes en nuestras limpiezas. Este tipo de datos son clave para recomendar su eliminación o sustitución», subrayó el ingeniero Grønneberg. EFE (I)