
Bogotá, Colombia
El falso comunicado sobre la muerte de Miguel Uribe lanzado a la opinión pública para medir la reacción de la oposición fue apenas la primera de muchas provocaciones que vienen. ¿La respuesta entonces? Una gran marcha pacífica de repudio al gobierno, al discurso de odio del presidente y a la violencia política que Gustavo Petro favorece como parte de su ideología e historia que combina las formas de lucha.
La otra provocación ya fue más de frente y tiene varios mensajes. Uno de ellos muy claramente lo expresó el alcalde de Medellín, Federico Gutiérrez, al decir “nos puso la lápida encima”. Obviamente, sacar estos criminales de la cárcel para asistir a un evento dizque político en Medellín no tiene otra explicación que la de la amenaza frontal.
Los mensajes, pues no es solo uno, son claros: aquí estoy con los que pueden asesinar a cualquier colombiano sin problema, acá los tengo a mi lado para apoyarme y tengan mucho cuidado de ir en contra mía, pues les doy rienda suelta contra ustedes.
Me acuerdo cuando Otty Patiño, el hoy comisionado de paz del Gobierno, me acusó de apoyar la salida de Petro de la alcaldía por una flagrante violación de la ley y a través de una decisión legal del entonces Procurador Alejandro Ordoñez. Es más, repitió esa acusación en una carta al ELN donde decía que él tomaba decisiones difíciles cuando era necesario. Hoy lo veo silencioso y cómplice con una amenaza brutal de su jefe, que utilizando su mal llamada paz total, y de la cual supuestamente Patiño es el gerente, saca a unos asesinos profesionales de la cárcel y los pone a su lado.
¿Decisiones difíciles? Esa era fácil señor Patiño y si usted tiene un ápice de dignidad por su historia, por su pasado y por su lucha ya debería haber renunciado.
No, la decisión es fácil si es de un lado y muy difícil o imposible si es del otro. El ejemplo más claro es de los derechos humanos, que valen si están siendo vulnerados por el centro o la derecha, pero no existen si lo mismo sucede con un gobierno de izquierda, como hoy pasa con el gobierno de Petro, y las innumerables masacres y asesinatos de líderes sociales que se han dado en estos pasados tres años.
Claro, todos sus amigos de las ONG de derechos humanos están en el gobierno guardando un silencio cómplice, como el del señor Patiño, con el horror que hoy viven los mismos que ellos antes defendían a capa y espada. “Que se mueran, no importa, ya logramos nuestro objetivo que era usarlos para llegar al poder”, parece ser la máxima de esta izquierda cuyo ejemplo mayor es Petro y los menores son los Alirio Uribe, los Patiño, los Gallón, las Quiroga o las Flórez que hoy gozan de grandes salarios en el gobierno o en el Congreso.
Pero, mejor dejemos de lado esa hipocresía de esa izquierda que apoya el feminismo un día y defiende al gobierno más misógino de la historia, Irán, al otro. Eso sí, tenemos que armar toda una estrategia para mostrar lo que son, pues la verdad siempre se salen con la suya y no se los cobramos. Más bien volvamos a las amenazas, que ya no son ocultas, de Petro para amedrentar a la sociedad.
¿Recuerdan el escándalo que armaron Petro y muchos de los anteriormente mencionados cuando el hoy gestor de paz, Salvatore Mancuso, fue a hablar ante la comisión de paz del Congreso en el 2004?
Primero contexto. Estos paramilitares estaban en un proceso de paz formal, se acababa de firmar el acuerdo de Ralito, a donde se concentraron, y entre el 2004 y el 2006 desmovilizaron decenas de miles de combatientes. Petro con fotos de asesinados por los paramilitares, con razón desafió entonces a Mancuso, su hoy nuevo mejor amigo como Santos con Chávez, y acusó al Congreso de estar legitimando a los paramilitares cuando deberían estar protegiendo a las víctimas.
Es más, las ONG que hoy disfrutan de las mieles del poder, y hoy guardan silencio ante los asesinos y los asesinatos, marcharon con ataúdes y carteles en contra de esta sesión del Congreso.
¿En serio, así de hipócritas son? Son perores. Isabel Zuleta, en una tarima al lado de criminales y asesinos, habla del cambio que Colombia necesita como si estuviera al lado de unos premios Nobel de paz. Hoy Petro, al lado de esos asesinos, no tiene que decir nada, pues ya el acto es una amenaza clara y contundente.
Lo de Medellín, como el comunicado falso, es para probar las aguas, por un lado, pero también para mostrar fuerza. Como ya todos sabemos que pagan a los asistentes, muchos indígenas comprados en el Cauca, esta ‘jugadita’ de Petro es para dejar claro que él y las organizaciones criminales tienen objetivos comunes, tienen horizontes comunes y tienen intereses comunes.
Los disfrazan, como lo hizo la señora Zuleta, de reinserción, pero la razón es otra: mostrarles los beneficios de trabajar con Petro. De paso le mandan un mensaje de desinstitucionalización y desempoderamiento a la Policía y a todas las fuerzas de seguridad de Colombia. Típica jugada de combinación de las formas de lucha que caracterizan a Petro y su manera de hacer política, donde lo legal y lo ilegal van de la mano.
Chávez y Maduro utilizan la criminalidad para reprimir, para eliminar y para controlar. Son una fuerza paralela a las instituciones públicas. ¿Es esta salida de criminales de la cárcel el inicio de algo similar? No lo sé, pero si estoy seguro de que pronto lo sabremos. Entre tanto, no bajar la guardia y alistar otras medidas de la resistencia civil, pues queda claro que Petro no va a parar hasta que logre lo que quiere, quedarse en el poder.
