La reciprocidad de otras naciones

El presidente estadounidense, Donald Trump, habla durante la ceremonia de firma de una orden ejecutiva en la Sala Roosevelt de la Casa Blanca en Washington, D.C., EE. UU., el 31 de julio de 2025. La orden restablecerá formalmente la Prueba Presidencial de Aptitud Física y creará programas escolares que premiarán la excelencia en educación física. EFE/EPA/ERIC LEE

Carlos Cobo Marengo

Guayaquil, Ecuador

El jueves 31 de Julio el presidente de los Estados Unidos firmó un decreto que impone aranceles más altos a decenas de países con los que mantiene un déficit comercial; para el caso ecuatoriano aumentó un 5% más, es decir que todos los productos que nuestro país exporte a esa economía ahora pagarán un 15% de arancel a partir del 7 de agosto.

El Ministerio de Producción y Comercio Exterior ha informado que todavía se encuentran en negociaciones con autoridades del gobierno estadounidense para evitar que se implemente este arancel a nuestro país, ya que afectaría la competitividad de los productos.

A pesar de que no solía ser una práctica habitual en el comercio internacional, desde que asumió su segunda presidencia, Donald Trump ha venido imponiendo restricciones como forma de obligar a los demás países a mejorar las condiciones que él considera se encontraban perjudicando a su país.

El argumento de quienes se resisten en aplicar el libre intercambio sin restricciones es el hecho de considerar que todos los efectos positivos se anulan si los demás países no son recíprocos. En otras palabras el gobierno de los Estados Unidos considera que solo es posible practicar el libre comercio si lo practican de igual manera todos sus socios comerciales.

Pero esto no es más que una nueva falacia, el objetivo de la exportación es la importación, y viceversa. Los países que importan productos sin aranceles son los que más sacan partida de la cooperación social, sus ciudadanos obtienen productos más baratos, aumenta el nivel de ahorro y por lo tanto la calidad de vida de los ciudadanos.

Esto también aplica para sus industrias y sector productivo que se benefician de materias primas, y bienes de capital como tecnología y herramientas más baratos, aumentando su nivel de competitividad y eficiencia, facilitando el desarrollo de las mismas. En cambio, la imposición de barreras aduaneras obliga a las personas a pagar por bienes más costos y generalmente de menor calidad, lo que implica menor nivel de vida y de actividad económica, perjudicando a los ciudadanos del país y principalmente a los más pobres.

La historia demuestra que los países que deciden abrirse al mundo con mayor libertad económica, protegen los derechos de propiedad, las libertades individuales y logran los mejores resultados tanto económicos como sociales, los consumidores gozan de mayores comodidades, mejor aprovechamiento de los recursos, se favorece el crecimiento a largo plazo y se destaca la reducción del poder de los monopolios. Esperemos que el presidente Trump y de nuestra región puedan entenderlo de una vez por todas.

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