Distorsiones de mercado: una crítica al gasto público

Carlos Cobo Marengo

Guayaquil, Ecuador

Ahora que el ejecutivo remitió a la Asamblea Nacional la proforma presupuestaria 2025, se contemplan ingresos por $27.440 millones y gastos por $33.065 millones, manteniendo un déficit de $5.625 millones, lo que equivale al 4,4% del PIB.

Y aunque el Ministerio de Economía confía en que el déficit sea menor al que tienen proyectado, en parte por un crecimiento económico mayor al previsto y nuevos impuestos que podrían entrar en vigencia, podemos observar que poco se ha hecho para solucionar el serio problema del déficit fiscal que se ha venido manteniendo a través de los años.

Los ecuatorianos debemos oponernos al excesivo gasto estatal y el déficit constante del gobierno, pues provoca distorsiones de mercado y no genera riqueza genuina, lo que hace es desviar recursos del sector privado para ser gastados en usos menos productivos, esto distorsiona los precios relativos, reduce el poder adquisitivo de los ciudadanos y suprime la libertad individual, fundamental para la prosperidad económica.

El gasto de gobierno siempre que no sea para sus funciones esenciales como salud, seguridad y educación es contraproducente al ignorar los efectos de largo plazo en la economía en su conjunto, con posibles efectos negativos derivados de una visión de corto plazo y de intereses particulares y partidistas que dañan el bienestar general.

A esto se suma el hecho de que los individuos gastamos nuestro dinero en función de la utilidad que creemos que puede generarnos, el gasto público al no estar guiado por esta subjetividad individual, es ineficiente, el gobierno no es un individuo con fines propios por lo que no puede evaluar adecuadamente el gasto.

Es por esto que lo que nuestras autoridades llaman inversiones no suelen ser las más productivas; aunque se justifica por sus beneficios inmediatos, como la creación de empleo o que supuestamente estimula la economía, se ignora el hecho de que esos recursos podrían haber sido utilizados de manera más productiva en otros lugares.

El ganador del Premio Nobel de Economía en 1976, Milton Friedman identificó cuatro formas de gastar dinero, ordenándolas de mejor a peor según eficiencia y calidad.

Primero gastar tu dinero en ti mismo: es la mejor forma porque eres quien mejor conoce tus necesidades. Segundo, gastar tu dinero en otra persona: porque al hacerlo hay un control sobre el gasto. Tercero, gastar el dinero de otra persona en ti mismo: aunque es una invitación al derroche, al menos se obtiene calidad. Y finalmente gastar dinero de otra persona en otra persona: se caracteriza por un gasto excesivo a cambio de una calidad mínima o nula que es lo que el gobierno hace cuando gasta el dinero de los contribuyentes.

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