Efectos en Colombia de la posible descertificación por parte de EEUU y las repercusiones para Ecuador

El presidente de Colombia, Gustavo Petro.

Mario R. Pazmiño S.

Quito, Ecuador

Durante más de dos décadas, la relación entre Estados Unidos y Colombia ha sido uno de los pilares de la seguridad hemisférica. Washington encontró en Bogotá un socio confiable en la lucha contra el narcotráfico y los grupos armados ilegales, mientras que Colombia recibió apoyo financiero, militar y diplomático sin precedentes.

Sin embargo, en los últimos años han surgido señales de desgaste y distanciamiento que abren la posibilidad de una descertificación: el retiro parcial o total del respaldo estratégico, económico y político de EE.UU. hacia Colombia.

Un escenario de esta magnitud tendría efectos internos devastadores en Colombia y un impacto directo sobre Ecuador, que inevitablemente se vería arrastrado por las dinámicas de inestabilidad regional.

¿Por qué EE.UU. podría descertificar a Colombia?

Existen varias razones que explican por qué Washington podría replantearse su histórica alianza con Bogotá.

En primer lugar, los resultados del Plan Colombia han quedado por debajo de las expectativas. Tras más de veinte años y miles de millones de dólares invertidos, la realidad es que los cultivos de coca han alcanzado cifras récord -253.000 hectáreas- y las organizaciones criminales transnacionales no solo sobreviven, sino que se han fortalecido. Para Estados Unidos, el balance es decepcionante: mucho gasto, poco impacto.

A esta sensación de fracaso se suma un ambiente de tensiones políticas con el gobierno de Gustavo Petro. El presidente colombiano ha cuestionado la estrategia militarizada contra las drogas, proponiendo un enfoque alternativo basado en la sustitución voluntaria y la descriminalización. Estas posturas chocan frontalmente con la visión de Washington y han generado desconfianza.

Además, la cercanía de Petro con regímenes como el de Venezuela y Cuba alimenta en EE.UU. la percepción de que Colombia se ha distanciado de sus intereses estratégicos.

Finalmente, no puede ignorarse el cambio de prioridades globales de la política exterior estadounidense. Hoy, Washington concentra su atención en enfrentar a China, contener a Rusia y frenar la influencia de Irán. En este nuevo tablero, América Latina ocupa un lugar secundario, y Colombia podría dejar de ser la pieza clave que fue en el pasado.

Implicaciones para Colombia

La descertificación tendría un impacto profundo en la estabilidad de Colombia.

En materia de seguridad, la reducción del apoyo en inteligencia, entrenamiento y equipamiento dejaría al Estado en desventaja frente al ELN, las disidencias de las FARC y los carteles mexicanos. La consecuencia sería un aumento de la violencia interna, especialmente en zonas rurales y fronterizas.

En el ámbito económico, un distanciamiento con Washington golpearía las exportaciones —EE.UU. es el principal destino de los productos colombianos—, frenaría la inversión extranjera y podría abrir la puerta a sanciones o restricciones comerciales.

En el terreno político, la pérdida del respaldo estadounidense debilitaría la legitimidad internacional del gobierno, complicaría los procesos de paz y profundizaría la polarización interna. Para compensar, Colombia se vería tentada a buscar alianzas con otros actores como China o Rusia, lo que transformaría su política exterior y aumentaría su dependencia de potencias extra hemisféricas.

Finalmente, en la geopolítica regional, la salida de Colombia como socio privilegiado de EE.UU. crearía un vacío de poder en el Caribe y en los Andes. Ese espacio podría ser ocupado por potencias externas o por países vecinos que buscan reposicionarse, alterando el equilibrio estratégico de toda la región.

Repercusiones para Ecuador

Para Ecuador, la desertificación de Colombia no sería un asunto lejano: sus impactos serían inmediatos y directos.

En el plano de la seguridad fronteriza, la debilidad colombiana abriría paso a un efecto derrame. Grupos armados y narcotraficantes cruzarían hacia provincias como Esmeraldas, Carchi y Sucumbíos, intensificando la violencia y el riesgo de enfrentamientos armados en territorio ecuatoriano.

En el ámbito del crimen organizado, el debilitamiento del control colombiano impulsaría un incremento de flujo de sustancias psicotrópicas en Colombia y el uso de los puertos ecuatorianos —Guayaquil, Posorja, Esmeraldas y Manta— como plataformas de exportación de cocaína hacia EE.UU. y Europa. Esto fortalecería las redes criminales locales, aceleraría el microtráfico y aumentaría las extorsiones en las ciudades ecuatorianas.

En el terreno político y diplomático, Washington podría redirigir hacia Quito la cooperación militar y antidrogas que antes tenía con Bogotá, presionando a Ecuador para convertirse en el nuevo socio estratégico. Si bien esto aumentaría el apoyo internacional, también podría generar tensiones con países vecinos, colocando a Ecuador en el centro de disputas geopolíticas más amplias.

En lo económico y social, la inestabilidad colombiana afectaría el comercio binacional y provocaría nuevas olas de migración irregular, con efectos sobre la economía fronteriza, los servicios sociales y la cohesión interna del país. Todo ello pondría a prueba la capacidad de respuesta del Estado y podría desencadenar una crisis de gobernabilidad.

La posible descertificación de Estados Unidos hacia Colombia no puede verse solo como un ajuste bilateral. Es el resultado de fracasos acumulados en la lucha antidrogas, tensiones políticas con el actual gobierno colombiano y un reordenamiento de prioridades en la política exterior de Washington.

Para Colombia, significaría enfrentar mayor inseguridad, fragilidad económica y aislamiento político. Para Ecuador, el impacto sería aún más inmediato: más violencia en la frontera, fortalecimiento del narcotráfico, presión diplomática y riesgos sociales.

En suma, este escenario obligaría a Ecuador a redefinir su papel en la geopolítica regional y a prepararse para asumir un nivel de vulnerabilidad sin precedentes en su historia reciente.

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