Maternidad subrogada: un debate que Ecuador no puede evadir

Charlie Kirk.

Pablo A. Proaño

Quito, Ecuador

La noticia del ataque al activista conservador Charlie Kirk fue demoledora en muchos aspectos. Kirk, padre de familia y reconocido autor y comentarista, murió luego de ser alcanzado por un francotirador en un evento público en la Universidad de Utah. Su figura causó mucha controversia en Estados Unidos por su enfoque de diálogo y debate público y con su estilo confrontativo. De hecho, cuando fue atacado, estaba en medio de uno de esos diálogos.

Al mismo tiempo, en otra parte del mundo, en Nepal la violencia generalizada de un gobierno autoritario contra la población llevó a una contraofensiva que terminó en el exilio y linchamiento de varios políticos, además de una estela de violencia contra la población, donde el caos y la ley de más fuerte prevalecieron durante varios días.

Estos acontecimientos tienen algo en común: las personas involucradas abandonaron el debate y lo reemplazaron por violencia. En el caso de Kirk, fue una sola bala. En Nepal, fueron decenas de civiles en protestas pacíficas que desencadenaron muertes violentas, vandalismo y anarquía.

Ambos episodios muestran cómo la ausencia de diálogo conduce a la violencia y la destrucción. Sin embargo, el mundo también ofrece ejemplos de lo contrario: debates profundamente complejos que, en lugar de desembocar en caos, se enfrentan con argumentos, evidencia y respeto. La discusión internacional sobre la maternidad subrogada es una muestra clara de ello.

Hace un par de meses, la Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la violencia contra la mujer presentó un informe en el que calificó a la maternidad subrogada comercial como una forma de explotación y advirtió sobre los riesgos de la fecundación in vitro, particularmente cuando conlleva el descarte de embriones o la selección genética. Lo hizo no desde la ideología o el dogma, sino desde datos, testimonios y análisis empírico, demostrando que incluso los temas más complejos pueden y deben ser discutidos con rigor, apertura y respeto, llegando a conclusiones que son universales y razonables.

El informe detalla cómo la subrogación puede convertirse en violencia económica, psicológica, física y reproductiva. Las investigaciones recogen testimonios de mujeres que, tras entregar al bebé, desarrollan depresión y estrés postraumático. Otras enfrentaron cesáreas forzadas, embarazos de alto riesgo o presiones directas para abortar contra su voluntad. En estos casos, el cuerpo de la mujer deja de ser un espacio de autonomía y se convierte en un instrumento al servicio de un contrato.

La Relatora también advierte que la subrogación se ha consolidado como un mercado en expansión. En 2023, el negocio de la subrogación alcanzaba cerca de 15.000 millones de dólares y las proyecciones estiman que en diez años superará los 99.000 millones. Muchos contratos internacionales incluyen cláusulas que permiten seleccionar características físicas o de salud del niño, reduciendo su identidad a la de un producto con especificaciones comerciales. El riesgo de que esta práctica derive en trata de personas y compraventa de niños es innegable.

Por su parte, la fecundación in vitro tampoco está libre de cuestionamientos. Los embriones son expuestos a procesos químicos y físicos que alteran su desarrollo, y una parte significativa termina siendo descartada o congelada indefinidamente. Para las mujeres, los riesgos incluyen hipertensión, preeclampsia y complicaciones graves derivadas de la estimulación ovárica. Como advirtió el Dr. Güell en su intervención en la Comisión de Salud Asamblea Nacional, la información que se entrega a las familias suele ser parcial e insuficiente, lo que impide hablar de un consentimiento verdaderamente libre e informado.

En Ecuador estamos ya iniciado este debate, pero lo hacemos sin un trasfondo científico y sin reconocer los riesgos ya advertidos por organismos internacionales y por la experiencia de países que han optado por prohibir prácticas como la maternidad subrogada, como Alemania e Italia.

El peligro es que, en lugar de regular con criterios de derechos humanos, se aprueben normas improvisadas que ignoren la evidencia y terminan legitimando nuevas formas de explotación, trata y violencia. Este es un llamado para que la legislación ecuatoriana sobre fecundación in vitro y maternidad subrogada que está construyéndose en la Comisión de Salud por un mandato de la Corte Constitucional, contenga todos los elementos para debatir, incluyendo elementos morales, éticos, científicos, investigación empírica, experiencias de expertos y conclusiones de informes internacionales.

Eso no implica negar el dolor de quienes enfrentan infertilidad ni de desconocer los avances médicos, sino de preguntarnos si como sociedad estamos dispuestos a normalizar la instrumentalización del cuerpo de la mujer y la mercantilización de la vida humana. La legislación que hoy se discute en la Asamblea Nacional debe estar guiada por un análisis serio, informado y con base en la dignidad humana, no por intereses de mercado ni presiones ideológicas.

Frente a la intolerancia de ideas y la violencia que vemos en otras latitudes, Ecuador tiene la oportunidad de construir un espacio de debate riguroso y democrático. La maternidad subrogada y la fecundación in vitro no son simples procedimientos médicos: son asuntos que comprometen derechos humanos, la protección de mujeres en situación de vulnerabilidad y la integridad de los niños.

Nuestro país no puede repetir errores ajenos; necesita legislar con ética, evidencia y respeto por la dignidad humana.

Pablo A. Proaño es parte del colectivo Dignidad y derecho.

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