
Quito, Ecuador
El Cartel de los Soles no es un cartel tradicional como el de Sinaloa o el Cartel Jalisco Nueva Generación – CJNG, sino una estructura híbrida compuesta por altos mandos militares, funcionarios gubernamentales y actores políticos que operan desde el propio Estado venezolano. Su nombre proviene de las insignias de “soles” utilizadas por los generales de la Guardia Nacional Bolivariana, donde se identificaron las primeras redes de narcotráfico en los años noventa.
Lo que lo hace único y extremadamente peligroso es que sus miembros no son delincuentes externos, sino que forman parte del propio aparato estatal, con presencia en ministerios, fuerzas armadas, servicios de inteligencia y empresas públicas estratégicas.
Este cartel concentra capacidades que ningún otro en la región posee. Su control político se expresa en la influencia directa sobre decisiones de seguridad, justicia y relaciones exteriores; su poder militar le otorga acceso a armas de uso exclusivo de las Fuerzas Armadas, así como a infraestructura logística y protección oficial; sus redes internacionales lo vinculan con carteles mexicanos como Sinaloa y CJNG, con las disidencias de las FARC, el ELN, Hezbolá e incluso con actores estatales como Irán; su capacidad financiera le permite dominar divisas, el oro del Arco Minero, el petróleo y diversas rutas de contrabando que sostienen sus operaciones; y finalmente, su inmunidad judicial lo protege dentro de Venezuela gracias a la cooptación de fiscales, jueces y cuerpos de seguridad.
A estas características se suma un elemento que lo coloca en una categoría superior frente a cualquier otra organización criminal: la captura del sistema financiero. El Cartel de los Soles ha cooptado bancos estatales, empresas mixtas y corporaciones vinculadas a PDVSA para utilizarlas como instrumentos de lavado y triangulación de capitales ilícitos.
Redes de testaferros, importadoras ficticias y el uso de criptomonedas han facilitado la canalización de fondos hacia cuentas en el exterior, mientras que alianzas con bancos en Turquía, Rusia y Medio Oriente aseguran la movilidad de recursos fuera del alcance de sanciones internacionales. Esta dimensión financiera convierte a Venezuela en un verdadero paraíso para la legitimación de activos criminales, blindando al régimen frente a presiones externas y consolidando su rol como Estado mafioso.
A diferencia de organizaciones como Sinaloa o el CJNG, que dependen de la corrupción para comprar protección estatal en México o en otros países, el Cartel de los Soles es el Estado mismo. Mientras aquellos son estructuras delictivas privadas que intentan penetrar al sistema institucional, el cartel venezolano está incrustado en él y lo utiliza como cobertura para sostenerse. Esto significa que su capacidad de acción no está limitada por la persecución gubernamental, como ocurre con otros carteles, sino que se encuentra blindada por el propio aparato estatal.
La fusión entre crimen organizado y poder político convierte a este cartel en un actor geopolítico y no únicamente criminal. Venezuela se ha transformado en una plataforma de tránsito de cocaína hacia Estados Unidos, Europa y África, y su relación con grupos armados colombianos como el ELN y las disidencias de las FARC ha fortalecido la violencia transfronteriza.
Sus conexiones con países y actores hostiles a Occidente, como Irán, Rusia, China, Hezbolá y el Estado Islámico ISIS, amplifican su alcance estratégico y generan un riesgo para la seguridad internacional. El efecto de enclave criminal es evidente: el Estado venezolano se comporta como un “Estado mafioso”, en el que el narcotráfico es parte de la política exterior y un mecanismo de supervivencia del régimen.

El Cartel de los Soles es, por lo tanto, el cartel más peligroso de la región porque ha conseguido lo que ningún otro: fusionarse con el poder estatal. Al controlar directamente las estructuras militares, políticas, judiciales y financieras de Venezuela, su impunidad y proyección trascienden el ámbito del crimen organizado y se ubican en el terreno geopolítico. Mientras otros carteles dependen de la corrupción para sobrevivir, este cartel es la corrupción institucionalizada y utiliza al propio Estado como vehículo de expansión.