
El papa León XIV afirmó este viernes que los ancianos son «un don» y pidió que ninguno de ellos sea abandonado o se sienta inútil en su discurso a los participantes de un congreso internacional sobre la Pastoral de las Personas Mayores, promovido por el dicasterio (ministerio) para los Laicos, la Familia y la Vida.
«En nuestro tiempo, lamentablemente, las relaciones entre generaciones a menudo están marcadas por fracturas y oposiciones, que enfrentan a unas con otras. A los ancianos, por ejemplo, se les acusa de no dejar espacio a los jóvenes en el mercado laboral o de absorber demasiados recursos económicos y sociales en detrimento de otras generaciones, como si la longevidad fuera un pecado», lamentó el pontífice.
Porque, agregó, «los ancianos son un don, una bendición que hay que acoger, y la prolongación de la vida es un hecho positivo; de hecho, es uno de los signos de esperanza de nuestro tiempo, en todo el mundo».
Critico que «la mentalidad imperante hoy tiende a valorar la existencia si produce riqueza o éxito, si ejerce poder o autoridad, olvidando que los seres humanos son siempre criaturas limitadas y necesitadas».
Y que «la fragilidad» de los ancianos, sin embargo, demuestra que «la medida de nuestra humanidad no se da por lo que podemos conquistar, sino por la capacidad de dejarnos amar y, cuando sea necesario, también ayudar».
Instó a los sacerdotes y católicos a llevarles «el alegre mensaje de la ternura del Señor, para superar, junto con ellos, la oscuridad de la soledad, el gran enemigo de la vida de los ancianos»
«¡Que nadie sea abandonado! ¡Que nadie se sienta inútil! Incluso una simple oración, recitada con fe en casa, contribuye al bien del Pueblo de Dios y une. Nos une en comunión espiritual . Esta tarea misionera nos interpela a todos, a nuestras parroquias y, especialmente, a los jóvenes, quienes pueden convertirse en testigos de cercanía y escucha mutua con quienes están más avanzados en la vida», añadió.
El pontífice también pidió que ayuden a las personas mayores «a encontrar al Señor» ya que, «de hecho, a medida que envejecen, la pregunta por el sentido de la vida resurge en muchos, creando la oportunidad de buscar una relación auténtica con Dios». EFE (I)