
Guayaquil, Ecuador
Lo que debería reconocerse como uno de los momentos extraordinarios de la especie humana, me refiero al encuentro de los europeos del viejo mundo con nuestro continente, es al calor de los relatos de la izquierda un desencuentro. Listemos algunas de las cosas que solemos perder de vista.
Nos trajeron la escritura, que hasta el día de hoy utilizamos para comunicarnos. Antes de ellos vivíamos prácticamente en la prehistoria y, precisamente por este motivo (la falta de registro escrito), conocemos muy poco de la historia previa a la llegada de los españoles. También nos trajeron su cultura, expresada en iglesias y arquitectura; llegaron con ideas nuevas e instituciones inexistentes en tierra americana. Trajeron consigo las universidades, el derecho, la medicina, las matemáticas, la astrología y la filosofía. Nos legaron la forma en que hoy concebimos las ciudades. Nuestra América sería irreconocible sin la llegada de estas “ideas e instituciones”.
Pasemos a lo tecnológico: trajeron martillos, clavos, carretas y ¡la rueda, por Dios! Dentro de la tecnología también podemos incluir a los caballos y el ganado, esenciales para trabajar el campo. No deben quedar atrás la guitarra y el violín. Para difundir el conocimiento a una escala que trasciende el tiempo y las distancias, nos legaron la imprenta… gracias a ella conoceríamos los periódicos y los libros, inexistentes en la América previa.
Pero hay para todos: ¿qué haríamos hoy sin las naranjas, las mandarinas, las uvas, las manzanas y el durazno? Derivado de traer ganado, obtuvimos leche, queso y mantequilla, que —por raro que parezca— tampoco eran parte de la dieta de los antiguos pobladores de esta tierra. El trigo, el arroz (¡ecuatoriano, ponte pilas!), los cerdos y las ovejas… y para ti, que gustas del KFC, trajeron los pollos y las gallinas.
Para ir cerrando, en lo espiritual, nos legaron una religión que, más allá de ser la que seguimos millones de personas en América, trajo consigo la idea de que todos somos iguales, pues somos todos hijos de Dios. Creas o no en ello, esta noción fue necesaria para adoptar el importantísimo concepto de “igualdad ante la ley”.

Nos legaron el mundo griego, el derecho romano, y a partir de ahí nos convertimos en herederos de una importantísima tradición: la occidental. Entendemos el mundo de la forma en que lo entendemos: la belleza, el arte, la justicia, lo correcto y lo incorrecto, e incluso la ciencia, con criterios que aquellos hombres que cruzaron el Atlántico hace casi 500 años trajeron “dentro de su equipaje”. Hoy nuestra historia es inseparable de aquel suceso. Por todo ello, ¡que viva la libertad, la humanidad y sus logros!
Seguimos conversando.