Guayaquil, Ecuador
Me encontraba en una pausa de escritura, había decidido dejar de escribir por una pequeña temporada, algo breve pero que llene mi cabeza de ideas y nuevos horizontes a los cuales mirar, algo que marque una diferencia en los artículos, algo digno de ustedes queridos lectores.
Como ciudadanos debemos elevar voces cuando las cosas se salen de control, es nuestro máximo deber el no callar ante la incapacidad, o quizás, ante la falta de consciencia de aquellos que creen en números que no reflejan realidades. Quizás porque esas cifras fueron creadas para contentarles a ellos y consigo proteger el empleo de sus autores.
El gobierno nacional cada vez más lanza spots donde muestran un país que honestamente quisiera conocer, uno en el que se nos recuerda que somos el país de los cuatro mundos y tal, si, si, ese cuento ya nos lo sabemos. Ahora pongan -si fueran tan amables- la imagen de la realidad, la del terror, la incertidumbre y la intranquilidad.
Y es que ya no es solo un problema de la delincuencia, con eso incluso ya lo habíamos -de forma errada- visto habitual, pero lectores, ¿ataques terroristas? Es en este momento cuando hago francamente una pregunta, ¿Dónde esta la necesidad de tener Estado, si el que se tiene es tremendamente ineficiente? Y esto va a emocionar a los libertarios, a quienes respeto mucho, pero es que enserio, como un liberal convencido reconozco la existencia del Estado, pero no uno así, no uno indolente, no uno ciego, no uno escondido, no uno que hace evocar aquellos tiempos de Luis XVI, Maria Antonieta y su tan célebre frase: “que coman pasteles”.
Paro nacional, delincuencia sin control, sistema de salud colapsado, y ahora, una bomba que no solo destruye edificaciones, sino que, termina de liquidar la moral de los ecuatorianos, una que, si bien ya estaba golpeada, ahora simplemente no existe. Y es que, pese que no seamos adeptos, en este momento hace falta aquella cadena nacional donde el presidente salga con su banda y de unas palabras al pueblo que gobierna, sería lo mínimamente decente por hacer.
El presidente de la republica no debe ser aquel rey escondido en un palacio, o que solo habla frente a simpatizantes, sino aquel servidor que gobierna y lidera, no que impone y manda. Uno que cuando la paz escasea, sale a dar la cara, porque esta no solo debe darse para pedir votos o criticar gobiernos pasados, sino también para hablar del presente y serenar a su pueblo que yace en la profunda decepción.
El ejecutivo debe alejarse de la postura aristocrática y monárquica, y pasar a la de la coherente y empática conciencia; hoy el pueblo necesita a su presidente, porque la paciencia se acaba, y aunque las cifras que le den digan lo contrario, los votos también.
Finalmente es importante mencionar algo, estamos cerca a un proceso electoral, uno en donde se nos pone sobre la mesa la posibilidad de una asamblea constituyente, y claro que resulta una buena idea, pero ¿es el momento ideal? ¿los que sabemos llegarán, estarán a la altura de hacer algo mejor a lo que tenemos? ¿esta constituyente traerá consigo un Estado hiperpresidencialista en el que se elimine las atribuciones de la incomoda -para ellos- Corte Constitucional? Esas preguntas debemos hacernos, antes de responder por si o por no a lo que consulta el presidente.

Porque no estamos en condiciones de darle la facultad de cambiar las reglas del juego a alguien que al parecer no sabe jugarlo.
