¿Qué te pasó, Ecuador?

Juan Alvarado

Guayaquil, Ecuador

Estaba seguro que cuando terminaría el primer cuarto del nuevo siglo, la situación del país sería otra, sería la de una nación enrumbada hacia el camino del desarrollo, hacia el mundo de la prosperidad.

Estaba seguro que en el año 2025, el presidente de nuestro país iría de gira por el mundo a promocionar nuestro portafolio de productos y servicios de alta tecnología que para ese momento ya estaríamos produciendo en campos de la biotecnología, tecnología de la información y otros.

Estaba seguro que en este año al pasar por la vía Perimetral a la altura de La Prosperina me encontraría con un letrero gigante con logotipos de algunos de las grandes multinacionales que compiten en el mundo como AMD, Oracle, Novo, Cargill. Estaba seguro que esas y otras corporaciones tendrían sus centros de operaciones regional en el parque tecnológico que ahí se habría construido.

Pero la realidad resultó otra muy distinta. Efectivamente el presidente ecuatoriano del momento se fue de gira por el mundo pero la canasta de productos que llevó a ofrecer no fue la soñada, si no que fue casi la misma que teníamos al terminar el siglo 20.

Durante la visita a Corea del Sur en este año, la delegación ecuatoriana ponderaba la calidad de su banano y sus camarones, mientras al otro lado de la mesa sus pares de Corea del Sur sonreían viendo que los visitantes escribían sus notas en una tablet y revisaban sus mensajes en teléfonos celulares ambos fabricados unos pocos kilómetros más allá del salón del edificio dónde estaban reunidos.

Y la sonrisa de los funcionarios coreanos no era de burla, sino que guardaba una lógica, era una sonrisa de extrañeza. Les resultaba raro que habiendo ya avanzado 25 años en el siglo 21, las delegaciones de América Latina que visitaban su país lo que llevaban a ofrecer era exclusivamente productos básicos, en este caso banana, camarón y cacao.

Esa, la de ser exportadores de unos pocos bienes primarios, era la misma historia que ellos, los países de lejano oriente habían vivido la mayor parte del siglo 20, pero que empezó a cambiar después de los años 70 cuando los grupos de poder de esa región del mundo se dieron cuenta que se estaban quedando atrás, se dieron cuenta que el carro de la historia estaba pasando frente a ellos, y que tenían que hacer algo para subirse en ella y no quedarse fuera de los capítulos que se iban a escribir en el nuevo siglo.

Y ahí viene lo que más llamó la atención en la mesa de negociación entre las dos delegaciones. Los coreanos sabían que al igual que lo habían hecho en su región, 50 años atrás los gobiernos de América Latina también habían invertido en educación superior para mejorar la calidad de su mano de obra y así poder competir con las nuevas tecnologías. Lo sabían por que muchos de los ahí presentes fueron las mentes brillantes de sus países que lograron salir al exterior a especializarse en las principales universidades de occidente, en Inglaterra, Europa, y Estados Unidos.

Ahí en los anfiteatros de los mejores centros académicos del mundo los que destacaron siempre obteniendo su diploma con honores Magna Cum Laude o Summa Cum Laude, fueron precisamente los jóvenes de ojos rasgados llegados de oriente, de la Nacional de Seúl o de la Tsinghua de Beijing, o esos de piel ceniza que fueron estrellas desde haber logrado casi un score perfecto de 1400 puntos en su GRE y que por lo general venían del instituto aquel que había en Bangalore.

Y junto a ellos siempre, siempre, sobresalieron los alegres jóvenes venidos de la América Latina, esos salidos de la Autónoma de México, de la universidad de Sao Paulo, o esos llegados de un tecnológico que había en una ciudad de nombre extraño, Guaya……quil creo que era.

Los altos funcionarios del gobierno de Corea en la reunión no entendían lo que había pasado. Cuando ellos volvieron al país, al igual que los compañeros de China o los de India, fueron buscados por los grupos de poder de sus países para invitarlos a participar en el proceso de transformación que ellos estaban iniciando con el objeto de enrumbar a sus países por la senda del desarrollo.

Esos grupos sabían que si sus países se quedaban como productores de bienes primarios difícilmente podrían mantenerse cómo repúblicas independientes en el mundo del nuevo siglo. La geopolítica explicaba tal amenaza y para enfrentar las condiciones del entorno había que estar preparado y el único camino que había era convertirse en potencia económica.

Y los jóvenes brillantes de esas regiones del mundo acudieron al llamado de sus mayores y en conjunto lograron hacer uno de los más exitosos procesos de transformación económica en la historia moderna. En menos de lo que canta un gallo, el dragón dormido despertó al igual que muchos otros de sus vecinos como los Tigres del Asia, y más tarde incluso la India.

El resultado lo conocemos todo, hoy las industrias de alta tecnología las dominan casi todas, Corporaciones de Estados Unidos y Asia. Por ejemplo, en la de automóviles eléctricos los líderes son BYD de China y Tesla de US, la de telefonía celular la lideran Samsung de Corea del Sur y Apple de US, en el comercio global compiten Alibaba de China con Amazon de Estados Unidos, y así en muchas más.

Los coreanos en la mesa seguían intrigados por qué ese día los ecuatorianos en particular, y los latinoamericanos en general, no habían logrado mejorar su oferta exportable durante el periodo que ellos si lo lograron, si ambas regiones tenían una mano de obra especializada en campos similares, en iguales centros académicos.

Uno de ellos incluso recordó cuando uno de esos alegres compañeros de la América del Sur expuso ante el auditorio del curso que seguían en estrategia competitiva, su propuesta para hacer de su país la puerta de entrada del intercambio comercial en la costa sur del Pacífico americano. Una propuesta que buscaba ser el espejo de lo que Singapur ya había hecho en la costa de Asia y cuyo objetivo de fondo era lograr que Ecuador sea el asiento de las grandes multinacionales de la alta tecnología aprovechando la calidad de su mano de obra preparada.

Décadas atrás el funcionario coreano pensó que ambos países caminarían a la par en materia de desarrollo, ambos tenían lo fundamental, sabían lo que había que hacer, y tenían con quien hacerlo. Lo esperado no se cumplió por qué el joven del Asia se equivocó en una cosa, para emprender un proceso de transformación de tal magnitud se necesita también de una clase dirigente de alto nivel.

La diferencia entre lo sucedido en Asia y América Latina fue la calidad de sus grupos de poder, mientras los de Asia se dedicaron a trabajar para convertirse en potencia económica mundial, los América Latina en general, y de Ecuador en particular, se centraron en convertirse en potencia deportiva. Es así que mientras hoy la principal fábrica de semiconductores del planeta está en Hsinchu, Taiwan, la principal fábrica de defensas del mundo está en Sangolquí, Ecuador.

Al llegar a casa el funcionario coreano pasó por la cocina tomó una fruta, y luego buscó entre sus recuerdos el escrito que su amigo había presentado aquel día, y sonrió por qué el título del escrito era justo ese que estuvo recordando durante todo el día en la reunión con la delegación del país visitante, Beyond a Banana Republic

Cuando el carro de la historia pasó llevando la Primera Revolución Industrial, la de la máquina de vapor, nosotros no nos subimos en él porqué estábamos recién naciendo como país. Cuando pasó el carro de la Segunda Revolución Industrial, la de la máquina eléctrica, tampoco participamos porqué estábamos aprendiendo a ser país.

Estaba seguro que cuando llegara la última Revolución Ecuador sería parte de ella. Cuando llegó la Revolución Tecnología de la Información, al igual que la mayoría de países de la periferia, la inversión en educación superior que se hizo logró formar un valioso número de profesionales que estuvieron listos para participar en el proceso de desarrollo de sectores diferenciados con valor agregado.

Pero lo que sucedió en realidad fue totalmente diferente, el país en los primeros 25 años del nuevo siglo lo que hizo fue caminar en circulo, avanzó algo durante unos años, pero luego se enfrascó en un conflicto interno que lo llevó de retorno al mismo lugar donde se encontraba en el año 2000.

En conclusión, Ecuador registra al momento uno de los ingresos por habitante ajustado por poder de compra, más bajos de Sudamérica $16.577, sólo superando al de Bolivia $11.574 y Venezuela $8.387. Y seguimos enfrascados en las mismas discusiones de siempre sin querer abordar el problema que hemos tenido desde que nacimos como república, no contamos con un aparato productivo para poder competir en la economía global de los tiempos presentes.

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