Ema Gamboa
Quito, Ecuador
La eutanasia es un tema que surge, principalmente, como alternativa al sufrimiento provocado por enfermedades terminales o graves. En Ecuador, hay varios proyectos de ley tramitándose en la materia, por orden de la Corte Constitucional. En este contexto, surge la necesidad de reflexionar sobre cómo la medicina y el derecho deben enfrentar las decisiones al final de la vida, especialmente en torno a la eutanasia y lo que implica el encarnizamiento terapéutico, término olvidado en el debate a día de hoy.
Pese a la complejidad del caso, existe un elemento no incluido ni abordado en la resolución. Dicha omisión fue abordada por Carmen Corral Ponce en su voto salvado de la sentencia que despenalizó la eutanasia: el encarnizamiento terapéutico. Este fenómeno surge cuando elmédico prolonga la vida de un paciente con tratamientos y medicamentos que no son proporcionados ni necesarios para aquel, sino que extienden su sufrimiento o agonía a sabiendas de que no mejorará.
En este sentido, el rechazo al encarnizamiento terapéutico implica suspender un tratamiento por ser desproporcionado, careciendo de expectativas terapéuticas significativas. Cabe enfatizar que esta práctica no implica una aplicación de eutanasia activa, ni pasiva. Por el contrario, la ética médica sugiere que el médico evite una “sobreacción” que prolongue, de manera innecesaria y artificial, la vida del paciente. En este caso, la acción del médico debe limitarse a mantener, preservar la dignidad, la calidad de vida y el alivio del dolor del paciente hasta que la muerte llegue de manera natural.
Tanto el encarnizamiento terapéutico como la eutanasia activa constituyen un incumplimiento deontológico en el ejercicio médico. Originalmente, el Código de Ética Médica del Ecuador establecía con claridad que la mayor responsabilidad del médico es la conservación de la vida del paciente y, al mismo tiempo, prohibía al médico abreviar la vida del enfermo. La sentencia modificó este panorama. Para bienestar de los pacientes, el artículo 92 del Código sigue reconociendo la posibilidad de rechazar el encarnizamiento terapéutico cuando los indicadores clínicos e instrumentales evidencien situaciones incompatibles con la dignidad de la persona humana.
A lo largo de la historia, la medicina ha definido su vocación profesional en torno a “la curación”, manifestada en la atención diaria del médico al examinar, curar, tratar y promover la salud; vocación plasmada en los manuales de bioética. Frente a la falta de claridad conceptual, se ha intentado equiparar éticamente la eutanasia con la decisión de un paciente de rechazar tratamientos médicos destinados a prolongar la vida, lo que es inexacto: en la eutanasia se pide acabar con la vida de un ser humano, y en el encarnizamiento terapéutico prolongar innecesaria y artificialmente la vida de una persona.
Debemos estar claros que en las decisiones al final de la vida, el médico asume lo que Paul Kalanithi determina la “responsabilidad mortal del médico”: el deber ético fundamental de acompañar y escuchar con compasión y empatía el camino del sufrimiento de un paciente con enfermedad crítica. La distinción reside en que el médico no transforma su profesión en un instrumento técnico y moralmente indiferente frente a la muerte del paciente, sin buscar alternativas. Al contrario, el médico manifiesta entre el respeto de la vida hasta el final, sin prolongarla de manera innecesaria, pero brindándole dignidad; frente a asistir en la muerte.
Como miembros de una comunidad no solo compartimos problemas, sino también la responsabilidad de buscar soluciones que promuevan el bienestar común. Lo que en teoría parece ser un caso abstracto adquiere una dimensión profundamente personal cuando se vive de cerca: deja de ser solo una cuestión de interés general y se convierte en la preocupación por la vida de quien amamos
Aun así, la responsabilidad colectiva permanece: respetar los derechos fundamentales; evitando la muerte como respuesta al sufrimiento, o prolongarla innecesariamente por miedo a morir. Lo que realmente queda es identificar y aplicar mecanismos adecuados, los cuales existen, que permitan acompañar a nuestros enfermos con dignidad hasta el final de sus días.

Además, la sedación paliativa es el criterio médico más idóneo y necesario (test de proporcionalidad) para evitar el sufrimiento en enfermedades terminales, esta variable también debe ser discutida.
- Ema Gamboa es parate de Dignidad y Derecho
