Sebastián Lelio: el poder de las ideas

Sebastián Lelio, Micrpsia

Cuenca.- Como parte de las actividades programadas por el 7 Festival de Cine de Cuenca en el Teatro Carlos Cueva Tamaríz, los cineastas Francis Ford Coppola (EE.UU) y Sebastián Lelio (Chile) brindaron sendas charlas magistrales, la primera la dio Ford Coppola y la segunda, inmediatamente despúes, Sebastián Lelio, cuya película «Una Mujer fantástica»,  protagonizada por la actríz transgénero Daniela Vega, se hizo acreedora al Premio Oscar a Mejor Película Extranjero del 2017 y a un montón de premios más.

Lo primero que dijo Sebastián Lelio al comenzar su charla fue:  «¡Qué terrible hablar después de Coppola!» La frase, que provocó muchas risas, permitió a Lelio meterse al público en el bolsillo desde el inicio. Tampoco se sentó en el mismo sitio del sofá donde se había sentado el icónico director, sino que tocó el lugar, se persignó, y se sentó en otro lado.

«La película que yo quería hacer era una que girara sobre el tema de que el peor sitio para morir, fuera en los brazos de la persona amada», cuenta Sebastián, «Muchas personas me dijeron: ‘tienes que conocer a Daniela’, ella es una especie de fuerza de la naturaleza, ella hace canto lírico, tiene algo de experiencia teatral y tiene una personalidad fascinante, es fantástica».

«Y nos juntamos para conocerla», continúa el cineaste, «pero yo no estaba buscando una actriz,  yo estaba buscando sacudirme mi ignorancia, porque evidentemente… no sé si evidentemente, pero yo no soy trans (risas). Y de alguna forma sentía que mi cabeza estaba llena de clichés, producto de la pobre representación cultural que había hasta entonces, las cosas han cambiado ahora. Estaba buscando consejo, pero ese encuentro con Daniela marcó a fuego el destino de la película, después de hablar dos horas con ella, yo no sólo estaba fascinado por su coraje y por su hermosa presencia, sino que comprendí que sí quería hacer la película, que era algo que todavía estaba dudando. Y que no estaba dispuesto a hacerla sin una actríz transgénero. Y fue, como explicaba el señor Coppola,  una reacción como de un perro, un instinto muy fuerte que tuve y luego he ido blindando de teoría, pero fue muy clara esa señal que vino en esa reunión con Daniela. Yo salí felíz de allí, porque aceptó convertirse en nuestra asesora de guión y pensé que más adelante lidiaría con el problema del casting. Ese encuentro decidió el destino de la película aunque yo todavía no me había dado cuenta».

«Volví a Berlín, nos hicimos amigos con Daniela», continúa Lelio, «hablamos durante un año por skype de lo humano y de lo divino. Aprendimos a confiar el uno en el otro, ella nunca supo de qué se trataba el guión, nunca esperó ser llamada a protagonizar, ella sólo fue generosidad y ser un libro abierto para nosotros, pero nos ayudó a entender lo que significaba para ella ser una mujer transgéro en Chile, haber transicionado a los 15 años de manera bastante pionera, en un tiempo donde no habían todavía ni lenguaje, ni herramientas conceptuales, ni un clima cultural como para poder hacerlo con relativa paz.

«Ella me hizo preguntarme muchísimo sobre la identidad, sobre la condición moldeable de la identidad, sobre todo me hizo plantearme la pregunta ¿Qué es una mujer? Y de alguna forma yo estaba buscando una traducción de esa pregunta en la forma misma de la película. Y de ahí surge el tercer super plan que es el de hacer una película transgénero sobre el personaje transgénero. De pronto, la película parecía estar viviéndolo todo, no quería ser reducida en un sólo gesto, en una sóla definición, como un romance, como un thriller, como película social, sino que quería ser más compleja que eso, quería ser tanto como su personaje o su sujeto de estudio Daniela/Marina, que son una y la misma cosaEntonces, la película iba a ser género-fluida, iba a ser como un melodrama a la vieja usanza, iba a devenir en una especie de thriller, luego, iba a tener elementos de cine social, iba a ser un estudio de personaje, iba a convertirse en una película de fantasmas, iba a tener pasajes musicales, iba a tener mensajes de fantasía y todo eso iba a funcionar». 

«La pregunta ¿qué es una mujer? se convirtió en la pregunta ¿qué es una película? Y creo que la identidad de la película misma se escabulle y se niega a ser aprehendida tan rápidamente. Pero, en ese punto, yo todavía necesitaba una actriz, ya casi teniendo la versión completa del guión, la versión compartible del guión, comprendí que no era necesario hacer casting y le envié el guión a Daniela, decía: ‘Top secret, ¿quieres ser Marina?‘ Daniela, mi asesora cultural, mi amiga, leyó, y no me contestó… (risas) en un día. Y yo como, cuando uno manda un whatsapp a alguien y estás como flirteando y no hay línea azul, y…  contestó, me llamó por skype y me dice: ‘Estás completamente loco, tú quieres que vuele, yo no sé manejar, yo no puedo hacerlo’. Y yo le dije: ‘no, sí puedes, y vamos a hacerlo juntos y tú me vas a cuidar y yo te voy a cuidar, (aplausos) y me dijo: ‘Necesito tres días’. La leyenda cuenta que se fue de parranda tres días. Yo no sé si eso es algo que ella inventa, pero suena bien. Y me llamó de vuelta y me dijo ‘soy agua de tu río'».

«Ese fue el tercer gesto grave, ese gesto de textiar a Daniela terminó siendo, sin querer, uno de los gestos principales de la película, entonces, al centro de este juego de artificios, de este juego politonal, iba a haber un corazón real latiendo, el de Daniela y eso iba a elevar, tensionar, complejizar las cosas, porque Daniela traía con ella no sólo su talento, sino también su cuerpo, la historia que ese cuerpo carga, el placer y el dolor que ese cuerpo carga y eso es algo que yo consideraba que era muy difícil de representar por un actor. Por suerte dijo sí».

De izquierda a derecha, los chilenos Daniela Vega, Sebastián Lelio y Gonzalo Maza posan para los fotógrafos con el Oso de Plata al mejor guion por «Una Mujer Fantástica» durante la premiación del Festival de Cine de Berlín, el sábado 18 de febrero de 2017 en Berlín, Alemania. (AP Foto/Markus Schreiber)

«Lo que pasó después es una cosa que nos marca a todos, nadie hace una película pensando en ganarse un premio, uno piensa en resolver los problemas de la película y ojalá de la mejor forma posible. Y después, como yo digo, se produce la metáfora de entregar un regalo con un lacito, esconderse detrás de un sillón y ver qué pasa».

«Cuando la película se estrena el 2017 en Berlín, yo acababa de filmar mi primera película en inglés que se llama ‘Disobedience’ y estaba en Júpiter, había cometido el error de abrir internet y ver la portada de National Geographic que se llamaba  ‘El cambiante paisaje de la identidad sexual’, y que uno abría la revista y era como un infograma y estaban todas las formas tipificadas de habitar el cuerpo de las que se tenía conocimiento hasta ese momento. Y yo pensé parece que hay un buen espíritu de los tiempos, cuando se escribió el guión no teníamos idea de que el tema iba a explotar, cuando se estrena, la ola venía con absoluta fuerza, y claro que yo creo que no hay nada más poderoso que una idea cuyo tiempo ha llegado. Algo de eso había allí. Pero como yo había filamado otra película estaba en otra cosa, y no tenía idea de qué iba a pasar. Yo estaba preparado para la crucifixión. En ese instagram de National Geopraphic habían diez mil comentarios, me pasé una noche leyendo varios y me sorprendió mucho porque la mitad eran ‘a esta gente hay que enterrarla, Dios creó al hombre y a la mujer, qué horror, qué asco… pero la otra mitad era ‘hay algo inspirador en esto, no lo entiendo del todo, pero me emociona, hay algo que me conmueve, qué hermoso que la vida pueda ser así de compleja y así de rica, entonces yo dije, ‘bueno, nos vamos a enfrentar a esa división, por lo menos, al momento de estrenar'».

«Lo que pasa es que esa exhibición en Berlinale es como muy loca, porque yo estaba muy cansado, y el Berlinale Palace es un cine gigante, con mil y tantas personas, y estaba Daniela, estaban los actores, era la competencia oficial,  y yo de verdad pensaba que iban a hacernos añicos, no era como la anterior película que yo había hecho que se llama «Gloria», donde la gente se ríe, y tú puedes palpar cuando la película está funcionando,   pero ésta es una película que te va haciendo implosionar y la sala se va volviendo más y más silenciosa. Y la película pasaba y yo no lograba entrar, veía sólo las costuras. Y yo decía, ‘ok, es el final, me voy a dedicar al cultivo de ostiones, o algo así'». (risas).

«Los críticos que habían visto la película en la mañana tenían la prohibición de comentar hasta el final de la proyección de la cual les estoy hablando. Termina la película, hay un aplauso muy, muy fuerte, inolvidable, nos llevan hacia atrás, hacia los créditos, y los productores sacan sus celulares a ver qué es lo que la crítica había soltado.  Todo era como muy fuerte, muy bueno, y yo estaba muy mareado, muy confundido. Para hacer la historia corta, lo que pasó allí fue que empezó un camino que duró un año, de febrero de 2017 a febrero de 2018, en el cual fui encontrando adherencia y, para mi sorpresa, por supuesto que hubo gente que la odió, pero hubo mucha gente que la hizo suya en muchos países, la película logró conectar con algo que estaba en el aire, con algo que mucha gente tenía en la punta de la lengua pero que no había sido encarnado aún. Y ese año la película se estrenó en todo el mundo, sumó voluntades y corazones y terminó con ese tocarle la campana 1,2,3 por mí, por todos mis compañeros que fue el Oscar, para nuestra sorpesa, por supuesto».

«Cuando empezamos a escribir la película, la Ley de Identidad de Género llevaba dormida algunos años en el Congreso, esa lucha colectiva había sido empujada por muchos sectores de la sociedad, cuando la película se estrena en Berlín, de alguna forma la temperatura  de la discusión en Chile cambia en torno a la identidad de género, y si bien, la causa trans no es mi causa, mi causa es el cine, la película como que se desbordó de la pantalla y se metió en el tejido social y ya para el Oscar, la discusión había cambiado de tono y Michelle Bachelet que era la presidente tenía cuatro días en el gobierno antes de que volviera la derecha conservadora al Palacio de la Moneda, entonces nosotros nos apuramos mucho en volver a mostrarle el Oscar a la presidente Bachelet, y como mujer le dio extrema urgencia a la necesidad de legislar la Ley de Identidad de Género. Luego asume Piñera, le quita la extrema urgencia y la deja en urgencia, pero ya no podía no discutirse y la Ley de Identidad de Género se aprobó».

No es una ley perfecta, pero es una ley, hoy Daniela puede cambiar su nombre por Daniela y viajar con su nuevo documento de identidad. Y no estoy diciendo ni por un momento que la película causó esto, fue una conquista colectiva, pero sí es parte de lo que nos tocó atestiguar, de alguna manera, y quizás el premio detrás del premio tiene mucho que ver con esa dimensión en la cual esa pregunta que parte de ¿qué pasaría si tus brazos son el peor lugar donde la persona que ama podría morir? Termina encarnándose en un proceso colectivo, real, palpable que de alguna forma le hace justicia a la edad mental que gran parte de Chile tiene. ¡Y ahora conversemos!

Un joven del público le pregunta que opina sobre la improvisación y Lelio responde: «Yo amo la improvisación, de hecho mi primera película, que se llama «La sagrada familia» ocurre en tres días, entre Viernes santo y domingo de Resurrección y la filmamos en tres días sin parar. Es un guion de doce páginas, sin ningún diálogo, entonces fueron tres días orgiásticos de improvisación y luego un año de montaje, en el cual subí 20 kilos y no es chiste (risas) a mí me interesa mucho la improvisación porque el actor está en grandes aprietos y cuando son artistas quieren defender su personaje y quieren salir de allí con gracia, y el saber el qué pero no el cómo los pone contra la pared y esa tensión la cámara sabe cómo captarla, yo he ido y venido de la improvisación, a veces la uso mucho como en mi primera película, a veces la uso menos como en «Desobediencia» donde también hay improvisación.

Un joven  que tomó la palabra felicitó y agradeció a Lelio por haber visibilizado la lucha de la población GLBTI y le preguntó su opinión sobre personajes trans hechos por personas cisgénero.

«Yo aquí creo que  me vas a odiar, pero yo pienso que nunca la libertad artística puede ser coartada, y decir que un personaje trans puede sólo ser representado por un trans es un acto de agresión contra la libertad artística (aplausos). Son tiempos complicados en que nadie sabe quién es quién, y a veces, el tufillo del facismo viene de donde menos se lo espera, a mí al que me diga que me agradece por que le mostrastes al mundo que sólo las mujeres trans pueden representar a personajes trans,  yo le diría: No, eso no fue lo que se dijo, yo creo que ella como actriz trans tiene todo el derecho para representar a una mujer o a un  hombre, como lo está haciendo ahora en una serie de Netflix. Si dijera lo contrario le estaría negando a ella su derecho a actuar, y la libertad es libre, aunque nos duela algunas veces. (aplausos).

«Yo creo que son los últimos coletazos del pensamiento binario, que son: ellos y nosotros, los buenos y los malos y toda esa visión tan básica , creo que la realidad se complejizó, se hizo líquida,  se fragmentó, y hoy día la gente ya no se divide tanto entre izquierda y derecha, sino que se divide entre aquellos que están dispuestos a reconocer en el otro a un legítimo otro y los que no. Los que quieren hacer de este un mundo de etiquetas, de muletas conceptuales, de muros, de segregación basado en el miedo, y los que están dispuestos a abrazar la complejidad de la vida. Yo creo que la política empató con la crisis por la que estamos pasando, que yo la llamo «La crisis de los límites de la empatía». Para mí siempre «Una mujer fantástica» fue  una película sobre la empatía«. ¿Cuál es el límite de tu empatía como espectador ante un personaje como Marina?¿Es legítima ella? ¿Tiene derecho a hacer lo que está haciendo o es mejor que se quedara en su casa y no molestara, ¿la tolero?, ¿la respeto?, ¿la acepto?«

Una mujer le pide una sugerencia para los que hacen cine latinoamericano sobre cómo poder triunfar en una escena norteamericana, europea.

Lelio dice que la señal de buena salud, «es que distintos tipos de cine se hagan, desde el cine de arte y ensayo más duro hasta el cine con vocación de palomitas de maiz, y todo lo que hay entremedio. También creo que no hay recetas, y que ha cada generación le toca enfrentar el problema de la pregunta originaria qué es ¿qué es el cine? A mí me pasó que yo fui muy orgánico en el paso, yo hice tres películas al salir de la escuela. Mi reacción a esas tres películas y a ese momento fue hacer «Gloria», yo había filmado películas muy duras, y «Gloria» fue como un golpe de vida y sentía la necesidad de conectar con una audiencia más grande. Con mis amigos directores de mi generación en Chile, como Pablo Larraín, la conversación siempre era cómo pasar el rompeolas de los festivales y entrar  en la distribución. Creo que la respuesta a eso fue intentar hacer un cine que, surgiendo de la realidad de Chile al mismo tiempo tuviera la calidad, la fuerza, la universalidad para pararse decentemente frente a cualquier otra producción del mundo.  A mí me parece que el cine es una conversación internacional, es un juego de preguntas y respuestas entre películas. Y esto que voy a decir es de perogrullo, pero absolutamente fundamental el diálogo entre las partes, pero el diálogo entre el diseñador de producción, el director y el director de fotografías es … ahí hay una especie de dignidad que es sagrada, allí se juega gran parte del ADN de la película. Creo que eso es lo que te podría decir, bienvenido a la fiesta, porque es un goce, cuando se hace bien».

Yo hice «Gloria», después hice «Una mujer fantástica», «Desobediencia» y luego «Gloria Bell» que va a salir en marzo que es una versión en inglés de ‘Gloria? con Julianne Moore en el protagónico (aplausos). Yo estaba muy asustado, porque me habían ofrecido antes dirigirla y yo había dicho no. Si yo ya hice «Gloria» ¿porqué tendría que volver a hacerla? Yo tenía como esa sensación de ¿cuál es el punto? Yo había escrito «Una mujer fantástica», había escrito «Disobedience», iba a empezar a filmar las dos, una tras otra.

Un día mi manager me dijo: ‘mira, Julianne vio Gloria, y no está interesada en hacer el remake, pero quiere tomarse un café.» Me fui de Berlín a Paris de inmediato, ante la reina, a saludarla. Ella fue super generosa, habló mucho sobre la película y preguntó mucho, y fue muy lindo escuchar su pasión y su entendimiento del personaje, pero al final de esa reunión, para que tú entiendas lo orgánico que fue, le digo: ¡Gracia por este honor! Entiendo completamente que no quieras hacer el remake’ y ella me dice ‘¿Qué? No, no, espera, estoy  aterrada’. Y ahí me conquistó.  ‘Yoo sólo la haría si la diriges tú», y yo me escuché decir y no lo dije: ‘y yo sólo la dirigiría si estás tú’, me tapé la boca y me fui. ¡Ah no! Dije ‘voy a hacer dos película y no quiero que ésta sea mi primera película en inglés’ y ella dijo ‘bueno, perfecto’. Y yo dije ¡Dios mío, ¿qué hice?! Llamé a mi manager y le dije ¿qué me hicistes? Terminando «Disobedience», Julianne se contacta y dice ‘tengo una ventana en noviembre’ y esto era junio. Y traté de no hacer y me junté con mis amigos más implacables del purismo del cine de Berlín y me dijeron !Qué suerte! ¿quién tiene la suerte de poder revisitar sus propios materiales  y resignificarlos y actualizarlos y además con Julianne Moore. Y yo decía, sí, pero ¡quién hace su propio remake? Y mi amiga me decía ‘Exacto’. Y yo le decía ¡Te odio! Después dije ¿porqué sólo los dramaturgos pueden ver sus obras reinventadas? El acto de libertad, ¿porqué sólo a ellos puede aplicarse a los músicos? Y eso me liberó, me hizo entender que allí había una melodía y que íbamos a volver a tocarla con otros interpretes y la verdad es que fue una hermosa experiencia y una película de la que yo estoy muy orgulloso.

(F)

 

 

 

 

 

 

 

 

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