La impronta de Adolfo H. Simmonds en el periodismo

Son los últimos días de 1935 y el Ecuador de entonces está convulsionado. El presidente José María Velasco Ibarra ha sido destituido por una junta militar que entrega el mando supremo del país al ministro velasquista Federico Páez Chiriboga, quien asegura su dictadura sofocando el 28 de noviembre una sublevación que es castigada a través de una ley que conlleva órdenes de prisión y exilios para sediciosos, opositores y comunistas.

Al día siguiente de la entrada en vigencia de la ley -3 de diciembre- diario El Telégrafo publicaba un editorial titulado: ‘La ley extrema’ con una severa crítica al dictador por la represión a las voces contradictorias. Su autor, Adolfo Hauer Simmonds Guerrero (Guayaquil, 1892-1969), uno de los más brillantes y eruditos periodistas del Ecuador.

Su pluma era una brújula; sus escritos una profecía. Ponía empeño en determinar el mal, en desentrañar la verdad y en buscar y señalar la forma de salvarla” destacó el ex mandatario Carlos Arroyo del Río sobre Adolfo H. Simmonds el día de su velatorio, el 15 de abril de 1969 en el primer piso de diario El Telégrafo, medio de comunicación para el que escribió durante 47 años consecutivos.

Hoy, al cumplirse 50 años de su desaparición, su hijo, Moisés Simmonds Dueñas (85), lo recuerda como “un hombre llano, que no hacía aspavientos de nada y que llegó a tener la mejor biblioteca de la ciudad”, ya que su abuelo, Adolfo Hauer-Simmonds Codine, de ascendencia judía y nacido en Santa Martha-Colombia, era un hombre próspero que llegó a Guayaquil para “arreglar las cuentas de la fábrica de tabaco El Progreso y luego de la fábrica de calzado González”, así que tenía los medios necesarios para suscribir a su hijo a las principales editoriales europeas de la época.  Adolfo desde pequeño tuvo afición por la lectura, convirtiéndose en pasión conforme crecía.

Moisés afirma que su abuela, la quiteña Ramona Guerrero Martínez -hija de un legislador garciano- era una mujer de férrea convicción católica que impuso su criterio sobre la formación de Adolfo. “Mi abuela quería que mi padre fuese médico y se lo impuso como obligación, así que Adolfo H. Simmonds luego de terminar el colegio (primero en el Vicente Rocafuerte de Guayaquil y después en el Pedro Carbo de Guaranda) ingresó en 1911 a la universidad para estudiar medicina.

“Mi padre terminó la carrera de medicina y le entregó a mi abuela el título que ella tanto quería, pero él jamás ejerció, nunca puso ni un esparadrapo” señala Moisés, agregando que lo de Adolfo era la escritura, la literatura y el periodismo, pasión que lo acompañó en su etapa de estudiante de medicina, tanto que él se encargaba de escribir las tesis, de algunos de sus compañeros “y algunos ni siquiera le llevaban apuntes, en ocasiones solo le decían el tema”.

En la Enciclopedia del Ecuador el historiador Efrén Avilés Pino (+) señala: “Desde muy temprana edad se habían manifestado en él sus inclinaciones y vocación periodística, por lo que a su regreso a Guayaquil inició una productiva labor en dicho campo, que continuó hasta el final de su vida».

Escribió y colaboró con sus importantes artículos en los principales periódicos y revistas de la época como: El alacrán, El pueblo, El Guante, del cual fue fundador en 1910; El grito del pueblo ecuatoriano, El fuete, Semana Gráfica y otros que marcaron una época en el periodismo ecuatoriano y especialmente de Guayaquil”.

De todos estos periódicos y revistas, Moisés destaca a El guante, medio que lo fundó junto a sus propietarios, los hermanos Eleodoro y Rosendo Avilés Minuche y que pese a su corta existencia “en él escribieron y publicaron sus artículos los más notables escritores y poetas de la época” según se anota en la Enciclopedia del Ecuador.

Costumbre de aquel entonces en el periodismo era escribir con seudónimos y Adolfo H. Simmonds fue fiel a la tradición. Francisco de Olmos, Mauricio Romantier y Raúl Rojas fueron algunos de ellos, sin embargo, el que más se recuerda es Porthos, nombre del personaje literario creado por Alejandro Dumas en las llamadas Novelas de D’Artagnan: Los tres mosqueteros.

Con el seudónimo Porthos, escribió durante más de una década -del 26 de febrero de 1943 al 1 de agosto de 1955- la columna Cosas que pasan, para El Telégrafo, abordando en cada escrito, con fino humor e ironía, los temas del acontecer nacional e internacional de la época. En septiembre de 1992, con motivo del centenario de su natalicio, la familia compiló los artículos y los publicó en dos tomos en una edición limitada. En 2009, con motivo del cuadragésimo aniversario de su deceso, se reeditó esa producción literaria con muy pocos ejemplares. Hoy, Moisés aspira contar dentro de poco con una edición digitalizada que pueda ser subida a la web. “Así las nuevas generaciones de periodistas podrán conocer, analizar y apreciar la producción periodística y literaria de mi padre”.

“El tema es lo más importante para un escritor, mi papá pasaba inquieto todo el día hasta que encontraba el tema que debía publicar. Eran 365 temas que debía escribir cada año”, recuerda su hijo.

Durante más de cuarenta años el trabajo periodístico de Adolfo H. Simmonds empezaba a las 7 de la noche, cuando recogía en la estación ferroviaria la correspondencia con las informaciones que enviaba la oficina del diario en Quito. “Papá regresaba a casa todos los días a las 7 de la mañana”.

La Academia de la Lengua lo nombró miembro en 1953 y cuatro años después integró el equipo de fundadores de la revista Vistazo, formando parte de su consejo de redacción, sin descuidar la docencia en el entonces emblemático Colegio Nacional Vicente Rocafuerte.

Adolfo H. Simmonds empezó a escribir en periódicos y revistas desde los 13 años de edad; a los 16 sus escritos ya generaban polémica; a los 34, por denunciar con el editorial ‘La ley extrema’ los abusos del dictador Federico Páez, el periodista fue perseguido hasta ser capturado y desterrado, pese a los múltiples intentos de los propietarios de los medios de comunicación ante el jefe supremo de la República por evitar la sanción.

“Por las características de su personalidad y de haberse dedicado a la política, hubiera podido ser un gran estadista; pero sus metas fueron servir a la patria desde el campo del periodismo y a él dedicó sus mayores y mejores esfuerzos”, sentencia Avilés Pino en su enciclopedia.

En su edición del 16 de abril de 1969, en una extensa nota titulada: “Homenaje de afecto y respeto a la querida memoria de Aldolfo Simmonds, ilustre Decano de los periodistas del Ecuador” diario El Telégrafo describió al personaje de la siguiente forma:

“En él se unieron, por rara conjunción, un sin fin de calidades. Fue orador de entonaciones épicas y ademanes fogosos; escritor atildado para quien el manejo del idioma, rico y generosamente entretejido para decir cosas hondas, grácil y multicolor para referirse a las sencillas, no ofrecía escollos; periodista de insospechados recursos, capaz de producir con la misma facilidad los sesudos editoriales con que se engalanó este diario por muchos años, que la vigorosa, burbujeante y fina columna que firmaba como Porthos; catedrático de exposición sencilla, clara y convincente; conversador infatigable; humorista sin paralelo; narrador ameno”.

Tonny Montoya Carrillo

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