Rusia quiere impulsar la dimensión política de BRICS desde su presidencia

Esta fotografía muestra a los líderes de las naciones del grupo BRICS. De izquierda a derecha, Vladimir Putin, presidente de Rusia; Narendra Modi, primer ministro de India; Dilma Rousseff, presidenta de Brasil; Xi Jinping, presidente de China, y Jacob Zuma, presidente de Sudáfrica, mientras posan para una foto durante la reunión cumbre del BRICS en Fortaleza, Brasil. (Foto AP/Silvia Izquierdo)

Moscú, 5 abr (EFE).- Rusia asumió esta semana la presidencia del grupo BRICS con el deseo de impulsar la dimensión política conjunta de los cinco países que lo integran, las más pujantes del mundo, en medio de una tensión sin precedentes en varias décadas entre Moscú y Occidente por la crisis en Ucrania.

Nada más tomar las riendas el 1 de abril del BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), la cancillería rusa anunció que entre las prioridades de su mandato está transformar la plataforma en «en un mecanismo de coordinación y acción en asuntos económicos y políticos internacionales».

El presidente ruso, Vladímir Putin, siempre ha querido situar a este grupo, un foro que nació con una vocación esencialmente económica, como una plataforma llamada a arrebatar el liderazgo económico y político a los países occidentales y convertirse en uno de los ejes de la multipolaridad tantas veces proclamada por Rusia.

Sometida a gran presión por Estados Unidos y la Unión Europea, que acusan a Moscú de tomar parte en el conflicto de Ucrania al apoyar con armas e incluso tropas a los separatistas prorrusos sublevados contra Kiev, Rusia busca el apoyo de sus socios del BRICS para alejar los fantasmas del aislamiento internacional, al menos de cara a sus ciudadanos.

«Los países BRICS se pronuncian por la solución pacífica de los conflictos internacionales y condenan cualquier intento de presión e injerencia en los asuntos internos de los Estados soberanos», citó al jefe del Kremlin el primer comunicado oficial que difundió Rusia tras asumir la presidencia del foro.

Putin, que no se cansa de negar cualquier atisbo de aislamiento de su país, recordó esta semana que el grupo BRICS «es la unión de cinco Estados grandes e influyentes, en los que vive casi la mitad de la humanidad y se produce el 30 % del producto interior bruto (PIB) mundial».

La realidad, sin embargo, revela que las economías emergentes, sobre todo la propia Rusia y también Brasil, pasan por momentos difíciles en la actualidad, muy lejos de la extraordinaria bonanza que vivieron durante la primera década de este siglo, incluso tras la crisis que estalló en 2008.

El reciente repliegue del programa de Flexibilización Cuantitativa (QE) por parte de la Reserva Federal de Estados Unidos, acompañado de una fuerte apreciación del dólar estadounidense, ha perjudicado las divisas de los emergentes y ha ralentizado su crecimiento.

Rusia, por si fuera poco, ha entrado en recesión por la brusca caída de los precios del petróleo y las sanciones de Occidente.

Pese a todo, Moscú deposita muchas esperanzas, al menos en apariencia, en impulsar desde los BRICS una profunda remodelación de las instituciones internacionales para ganar más influencia y peso con la ayuda de otros emergentes, que también desean más protagonismo en los centros de decisión mundiales.

Rusia y Brasil llevan años exigiendo a Estados Unidos que ratifique tras años de negativas la reforma de cuotas en el Fondo Monetario Internacional (FMI), que otorga más poder de decisión a los emergentes.

Con toda seguridad, este asunto volverá a ocupar un lugar destacado en el documento final que saldrá de la cumbre de líderes del BRICS que se celebrará en la ciudad rusa de Ufá entre los días 8 y 9 de junio.

En el plano económico, Moscú quiere impulsar durante su presidencia la aprobación de una estrategia de cooperación económica entre los países de la unión, la puesta en marcha del Banco de Desarrollo y de un Fondo común de Reservas en divisas.

El llamado Nuevo Banco de Desarrollo, cuya sede se ubicará en la ciudad china de Shangai, contará con un capital inicial suscrito y desembolsado de 50.000 millones de dólares, de los que cada socio aportará una quinta parte, aunque ya se ha autorizado una ampliación hasta los 100.000 millones de dólares.

Mientras, el Fondo de Reservas estará dotado con otros 100.000 millones de dólares y se destinará a ayudas a los países miembros con problemas por falta de liquidez a corto plazo. EFE

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