«Oro, petróleo y aguacates», las nuevas venas sangrantes de América Latina

Cincuenta años después de que Eduardo Galeano escribiera «Las venas abiertas de América Latina» la región «ha cambiado mucho, pero no lo suficiente», afirma el veterano periodista británico Andy Robinson, que en una actualización de la obra del uruguayo se acerca a la «tumultuosa» actualidad de esos países a través de su «excesiva dependencia» de la extracción de sus materias primas.

«Y lo que no ha cambiado suficiente es la transformación de las economías latinoamericanas para que sean menos dependientes» señala Robinson (Liverpool, 1960) en una entrevista con Efe sobre «Oro, petróleo y aguacates» (Arpa editorial), una recopilación de reportajes elaborados durante sus viajes a la región conociendo esa realidad que acaba de publicar.

Eso, dice el periodista, «a parte de ser un problema desde el punto de vista medioambiental y de la protección de las sociedades campesinas ha hecho a esos países muy vulnerables al ciclo de precios de los mercados internacionales», y ha tenido mucho que ver con la caída de los gobiernos de izquierda, como el de Lula da Silva en Brasil, Rafael Correa en Ecuador o Evo Morales en Bolivia.

«Después de conseguir avances impresionantes en el combate de la pobreza y la desigualdad han sufrido las consecuencias de esas dependencias, aunque lo que si lograron fue reducir su dependencia del capital extranjero para gestionar la extracción», apunta.

«En Brasil, Bolivia o Venezuela supieron que hacía falta independizarse económicamente, pero en muchos casos las empresas mineras o agroindustriales simplemente fueron nacionalizadas. Al no industrializar o crear un valor añadido fueron muy susceptibles a ese cambio brutal en el ciclo de precios y eso les pasó factura políticamente», añade.

LA POLARIZACIÓN DE LA IZQUIERDA

Robinson hace una mención especial en su libro al caso de Bolivia, y a «ese último golpe de Estado que se explica en el contexto del litio, que fue la gran apuesta de Evo Morales por crear una cadena de industrialización desde la materia prima hasta las baterías de los coches eléctricos «.

El periodista explica también la caída de Morales como consecuencia de una división y polarización entre diferentes sectores de la izquierda latinoamericana «que han dejado entrar a la ultraderecha» poniendo en peligro las conquistas logradas hasta ahora.

«En estos momentos hay dos corrientes, un medioambientalismo muy antiextractivista y otro para el que lo fundamental es impulsar el crecimiento para combatir la pobreza. Y lo que hace falta es encontrar un espacio común», dice Robinson, para quien otro error de los gobiernos de izquierdas fue «hacer caso omiso a las reivindicaciones de sus propias bases indígenas y campesinas».

EL MODELO NEOLIBERAL DE CHILE

El periodista destaca también en su libro las grandes movilizaciones en Chile contra un modelo neoliberal «que había sido elogiado por el FMI y los bancos privados como el ejemplo de cómo se pueden adoptar reformas estructurales aún dependiendo de la exportación del cobre».

«Dentro de ese modelo los gobiernos chilenos hicieron cosas que fueron bastante acertadas, pero lo que se ha visto es que ha resultado un fracaso y, de repente, el 70% de la población chilena se ha despertado después de 20 años de resignación ante salarios bajos, servicios privatizados muy caros y, en general, una sociedad de extrema desigualdad», señala.

«Creo que la raíz de esa crisis es también la excesiva dependencia de la exportación del cobre», considera Robinson, quien pasó una temporada conviviendo con los trabajadores de la mina más grande del mundo de ese metal, en el desierto de Atacama.

HACIA UN NUEVO MODELO ALTERNATIVO

En el libro, Robinson trata de explicar, sin negar las grandes conquistas sociales de los últimos años, cómo se puede generar un movimiento de cambio en América Latina, «con un mayor énfasis en la producción a escala más baja».

«En muchas partes de la región, como la Amazonía o los Andes, se han cometido atentados contra la naturaleza y contra las sociedades originarias y campesinos. Pienso que lo que se pierde con eso es más de lo que se gana, y si encima el modelo de extracción es tan precario quizá hay que replantearlo», asegura.

La inspiración puede venir, señala, en parte de esos conocimientos del buen vivir de los pueblos indígenas y de modelos de sociedad compatibles con la protección del medio ambiente y la cultura, aunque «tampoco deberíamos tener una actitud excesivamente romántica respecto a ellos, porque a veces lo que se ve desde aquí no es la realidad de allí».

«Hay que evitar esa idea de muchas ONG de que debemos protegerlos, y buscar un modelo de desarrollo para ellos», concluye. EFE

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