La obsesión de Corea del Norte por el cine sobrepasa «The Interview»

Kim Jong-il

Nueva York, 3 feb (EFE).- Tras el impacto mediático de «The Interview», Paul Fischer publicó hoy «A Kim Jong-il Production», un libro que explica la obsesión del padre del actual líder norcoreano por el cine y que ayuda a contextualizar la polémica generada por la comedia de Sony.

Fischer, un autor y productor cinematográfico saudí pero con residencia en Londres, relata el secuestro que perpetró en 1978 el régimen de Kim Jong-il a la actriz más famosa de Corea del Sur, Choi Eun-Hee, y a su exmarido, el director de cine Shing Sang-Ok, para forzarlos a realizar películas propagandísticas.

Ambos fueron tratados con todo tipo de lujos, pero cuando Shing se negó a aceptar las demandas del líder del país fue enviado durante cuatro años a un campo de trabajos forzados, donde le torturaron y le «lavaron el cerebro» para que accediera a trabajar para un sistema que entendió el cine como el método de control más efectivo.

«Uno puede leer un libro y, como mucho, debatirlo en un café en grupos reducidos, pero con el cine fuerzan a todos los habitantes a ver la misma película al mismo tiempo y luego deben asistir a una sesión para discutir las lecciones que han aprendido», explica el autor en una entrevista telefónica con Efe.

Antes de convertirse en el líder más megalómano de su tiempo, Kim Jong-il era ministro de Propaganda y director de los estudios cinematográficos, cuya función, según Fischer, se centra solamente en producir películas para aleccionar sobre las virtudes de los líderes y sobre el modo de comportarse de una sociedad perfecta.

«Tan solo una vez hicieron una película de monstruos y luego otra de Kung-Fu», dice el autor del libro, editado por la firma neoyorquina Flatiron Books.

Kim Jong-il, así, instaló un cine en cada pueblo del país y si no era posible, adaptaba una fábrica o cualquier espacio con el tamaño suficiente para las proyecciones «en un sistema muy similar al de otros dictadores» como Hitler, Franco o Stalin, aunque «nadie lo ha llevado al nivel hipnótico de la Corea del Norte bajo su mandato».

Por este motivo, entre otros, fue tan polémica la película «The Interview», cuyo estreno fue pospuesto después de que las principales salas de cine de EE.UU. la rechazaran por temor a actos terroristas y que trataba sobre un complot estadounidense para acabar con la vida del actual líder norcoreano, Kim Jong-un.

«No tienen ningún problema con que les llamen criminales, dicen que son todo mentiras y que al final saldrá la verdad», explica Fischer, que ha visto todas las películas del país a las que ha podido acceder.

«Pero reirse de ellos es disminuir su poder», aclaró.

Además, una de las cuestiones más peliagudas para el régimen es que su líder estaba representado por un actor, algo que no ha ocurrido casi nunca en los filmes producidos en el país.

«Solo sucedió una vez en una serie de películas sobre el arquitecto del régimen, Kim Il-sung -recuerda-. Supuestamente, encontraron al actor perfecto y le practicaron una cirugía plástica para que se le pareciese y cuando acabó el filme lo llevaron a un campo de trabajo para que no pudiese volver a actuar ni ser visto por nadie».

En un libro que «no tiene una sola línea de ficción», Fischer descubre el imaginario del cine más desconocido del mundo y, tras mucha investigación, concluye que a Corea del Norte «no le queda nada de comunista», sino que se trata de un «régimen criminal» que utiliza lo audiovisual para darse a conocer «como un país revolucionario que está resistiendo al imperialismo».

«Todas las películas son sobre un pueblo pequeño, puro e inocente, que está resistiendo a un invasor grande y corrupto. Esta es la manera en que la cultura está construida y te ayuda a entender los personajes que los Kim han creado de la nada» para gobernar un país en que todo es una «película», agrega.

Después de ser «reeducado» en el campo de trabajo, Shing y su exesposa -aislada en la opulencia durante años y solamente autorizada a asistir a las cenas de Kim Jong-il- realizaron siete películas para el régimen norcoreano, por lo que fueron premiados con la posibilidad de viajar y acceder a festivales de cine.

En 1986, en uno de estos viajes, la pareja consiguió refugiarse en la embajada de EE.UU. en Viena, donde les dieron asilo político. Kim Jong-il aseguró entonces que el matrimonio había sido secuestrado por los «imperialistas estadounidenses».

También les ofreció ayuda para volver a Pyongyang, una oferta que fue fácil de rechazar. EFE

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