Natalia Poklónskaya, de icono de Crimea a oveja negra en el partido de Putin

Natalia Poklónskaya

No han pasado ni dos años desde que la diputada Natalia Poklónskaya aterrizó en el Parlamento ruso, y la joven que fue un icono de la anexión de Crimea se ha convertido en la oveja negra del partido oficialista Rusia Unida, que ya presiona para que devuelva su escaño.

«Debe tomar una decisión», dijo el jefe del grupo parlamentario de Rusia Unida, Serguéi Nevérov, al ser preguntado esta semana acerca de si la parlamentaria, de 38 años, debía renunciar a su escaño tras su voto disidente.

El partido de Putin considera una traición el voto de la diputada crimea, sobre todo después de haber advertido de que no se tolerarían críticas a la impopular reforma, que eleva de 55 a 63 la edad de jubilación para las mujeres y de 60 a 65 la de hombres.

Poklónskaya nunca destacó por obediente y disciplinada, y sí por meterse en líos y defender posturas incluso en contra de la opinión de Putin, algo inaudito en una formación cuya única razón de ser es servir a los intereses del Kremlin.

Joven, guapa y enérgica, Natalia Poklónskaya saltó a la fama en la primavera de 2014, cuando Crimea se rebeló contra las nuevas autoridades de Kiev, en un proceso que culminó con un referéndum de autodeterminación y la anexión de la península por Rusia.

Sólo tres días después del triunfo de la Revolución del Maidán en Kiev, la entonces funcionaria de la Fiscalía de Crimea dimitió de su cargo, e incluso antes de consumarse la anexión, asumió el puesto de fiscal general de la rebelde península.

Al principio su idealismo prorruso le vino como anillo al dedo a la nueva Crimea, por ejemplo para declarar como organización extremista y prohibir la Asamblea Popular de la minoría tártara, conocida como el Medzhlis.

Pero enseguida empezó a entrometerse en asuntos que molestaron a la elite política de la recién nacida república, como cuando quiso oponerse a la desaforada expansión inmobiliaria en Crimea, según han recordado algunos de sus colaboradores de entonces.

Al parecer nunca quiso poner fin a su carrera como fiscal, pero el tiempo de las revoluciones había pasado, y sus mentores prefirieron promocionarla a la Duma del Estado (cámara baja del Parlamento ruso) para tenerla lo más lejos posible.

Símbolo de la llamada «Primavera de Crimea», Poklónskaya debía convertirse en seña de identidad de la nueva Duma, pero apenas se instaló en Moscú, el país descubrió que su heroína es poco menos que una radical religiosa, devota del último zar de Rusia, Nicolás II, cuyo retrato tiene en su despacho.

Ya dejó entrever que no sería una política al uso cuando salió con un icono de Nicolás II a la marcha del Regimiento Inmortal en Moscú, un acto en el que cada Día de la Victoria sobre la Alemania nazi cientos de miles de ciudadanos marchan portando fotos de sus familiares que participaron en la II Guerra Mundial.

Sin embargo, el culmen de su fervor llegó con una campaña que lideró ella misma para prohibir la exhibición de la película «Matilda», que narra la relación secreta entre Nicolas II, entonces heredero al trono ruso, con la bailarina Matilda Kshesínskaya, estrella del teatro Marínski de San Petersburgo.

Durante prácticamente un año, y sin siquiera haber visto el filme del prestigioso director Alexéi Uchitel, Poklónsklaya se erigió en líder y portavoz de radicales ortodoxas, y se mantuvo en sus trece incluso cuando Putin negó que la cinta se fuera a prohibir.

La diputada dio alas a grupos extremistas como el «Estado Cristiano – Santa Rusia», que consiguieron con sus amenazas que la mayor red de cines de Rusia decidiera no proyectar «Matilda» por miedo a represalias.

La oficina de Uchitel en San Petersburgo fue atacada con cócteles mólotov, mientras que varios activistas quemaron dos coches y repartieron folletos en los que se podía leer «Arderás por Matilda» cerca del despacho de su abogado.

En una acción que roza el suicidio político en la Rusia de Putin, Poklónskaya grabó un vídeo en la Plaza Roja acusando de «desidia» al fiscal general, Yuri Chaika, y declaró que todos sus compañeros diputados que vieron la película serían privados de la eucaristía durante medio año, algo que tuvo que desmentir la Iglesia.

Al final, la película se proyectó en los cines en otoño del año pasado, y poco a poco la gente se fue olvidando de la polémica y de la propia Poklónskaya, hasta la semana pasada, cuando la exfiscal de Crimea volvió a ir contracorriente.

Y puede que esta vez no se libre, porque sus compañeros ya le han declarado un boicot en toda regla.

Este jueves, de los 17 diputados que forman parte de la comisión parlamentaria que preside, sólo tres se presentaron a su reunión. EFE

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