Estados Unidos se prepara para crucial debate entre Clinton y Trump

Hillary Clinton and Donald Trump are tightening their grips on the Democratic and Republican presidential nominations.

Washington.- La primera economía mundial y la potencia de mayor poder militar planetaria está a las puertas del primer debate presidencial de la presente contienda electoral, un momento que sin duda será crucial y decisivo en una reñida campaña entre republicanos y demócratas.

Esta elección, sin duda, no sólo definirá la administración que conducirá a los Estados Unidos de América los próximos 4 años, sino deberá resolver el enfrentamiento entre dos modos casi inconciliables de ver a este país. En ese sentido, estas horas de preparación y definición de posiciones, serán clave para Hillary Clinton y Donald Trump.

«Pocas veces una elección presidencial ha implicado un nivel de polarización política como el actual», ha señalado Jessica Dahl, la directora de la organización Brigade Media. En ese sentido, la participación de los jóvenes, la llamada Generación del Milenio, será realmente decisiva y gran parte de esa votación, aquella que sigue indecisa, definirá su voto tras este primer debate presidencial.

Se espera que 100 millones de personas vean el debate entre Clinton y Trump, es decir la mayor audiencia de este año luego del Super Bowl, la final del campeonato nacional de futbol americano.

El fundamental objetivo de este debate, tanto para la ex secretaria de Estado como para el magnate, es obtener el voto de los jóvenes. Esta meta es especialmente importante para la candidata demócrata, que tiene una ventaja de 1 punto en las encuestas frente a Trump y que, de no lograr el apoyo de los jóvenes, podría perder la contienda a puertas de ganarla. «Clinton sabe que ganará sin el apoyo de los jóvenes», ha declarado Steven Olikara, el presidente del Millenial Action Project.

El gran problema es que esta generación no se siente identificada con el sistema político de los Estados Unidos, de hecho, desean un cambio profundo en él y no ven en Clinton la posibilidad de ese cambio. Trump, en ese sentido, resulta más llamativo -por lo menos para los jóvenes de tendencia conservadora- por ser un outsider y un hombre controversial. Los jóvenes de tendencia liberal, dieron su apoyo multitudinario a Berni Sanders, el candidato que no llegó a ser nominado como presidenciable en las primarias demócratas.

Hillary Clinton nunca se imaginó verse ante una situación tan dramática, que la juventud de su país pueda votar por ella no por apoyo genuino sino en un voto «contra Donlad Trump y su visión racista y xenófoba de la migración», por lo menos esto es lo que piensa Daniel Bennett, del Atlantic Council’s Millennium Leadership Program.

De hecho, la neumonía que sufrió Clinton hace dos semanas ya debilitó su imagen presidencial: no se mostró como una líder fuerte sino como una mujer mayor y enferma. Esto, mientras Donald Trump  muestra ante las cámaras fortaleza, seguridad y entusiasmo, y no deja de aparecer todos los días en todos los medios de comunicación del país. Clinton debe recuperar la fortaleza en su imagen política. En su momento, el cuatro veces presidente Franklin D. Roosevelt, que era parapléjico, condujo los Estados Unidos en el momento en el momento más difícil y dramático del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo, en esa época no había el nivel de comunicación que existe hoy y muchas personas no sabían de la dolencia que sufría el presidente.

Todos los analistas coinciden en la importancia del debate de este lunes 26 de septiembre para lograr estas definiciones. Sobre todo, John Zogby, el presidente de Zogby Poll, una de las principales encuestadoras políticas de los Estados Unidos. «Los jóvenes no se identifican con los conservadores, en ese sentido una candidatura demócrata tendría más posibilidades de ganar las elecciones de noviembre», dijo. El problema, de acuerdo a este experto, es que esa juventud no se ve envuelta en política y prefiere luchar por causas específicas como el medio ambiente.

Por otro lado, hay una clase media blanca que se ve en decadencia y que desea ver un resurgimiento de Estados Unidos como potencia hegemónica. Esto, según Zogby, se debe a que al menos el 37% de estas personas gana menos que antes. Tienen miedo de dejar la clase media y, más aún, de que sus hijos no lleguen a pertenecer a ella. Lo más grave, dice Zogby, es que la clase media es un estado psicológico antes que una realidad económica, tanto es así que el gobierno demócrata que ha liderado Barack Obama ha logrado reducir el desempleo a la mitad en relación al momento que asumió el poder.

El futuro de esa clase media, o la ilusión de ese futuro, es lo que muchas personas piensan que está en juego en las próximas elecciones. Por eso el debate presidencial es tan importante, ya que desde ese primer ejercicio dialéctico que enfrentó a John F. Kennedy y a Richard Nixon en 1960, los debates presidenciales han sido decisivos. En muchos casos, como en el de Jimy Carter y Gerald Ford, el ganador del debate gana las elecciones.

Y por eso, los candidatos deben prepararse rigurosamente. De hecho, Ford perdió por los inmensos errores que cometió en el debate, como cuando dijo que Europa del Este no estaba bajo el dominio soviético en 1976. Hillary Clinton, por su experiencia política y formación académica, tiene las de ganar pero no siempre es suficiente la superioridad empírica y la preparación, como le sucedió al exvicepresidente Al Gore en su debate contra un inexperto George W. Bush en el año 2000.

Donald Trump, por su parte, es auténtico y políticamente incorrecto cuando habla de sí mismo y de su posición contra el establishment, pero quizá esa postura podría levantar votos. Además, desde su estancamiento en las encuestas (que en realidad es un empate técnico con Clinton), ha moderado su discurso y se muestra más preparado.

Entonces, todo se puede definir en este debate. No es claro quién será el triunfador, lo que es absolutamente indudable es que será un encuentro histórico y que en él se podría determinar el futuro político inmediato del país que, según muchos, es o fue el principal emblema de la democracia occidental. (I)

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Por Miguel Molina Díaz

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