Francia y Turquía endurecen su disputa geoestratégica en Libia

(Photo by John Moore/Getty Images)

Francia y Turquía han endurecido su pulso polí­tico en Libia, intercambiando graves acusaciones en los últimos días bajo la atenta mirada de Rusia, el repentino interés de Estados Unidos -que ha aparcado su inacción- , y las maniobras de las monarquías tanto del golfo Pérsico como los países vecinos.

La tensión entre Parí­s y Ankara marcó un nuevo hito negativo este miércoles después de que el ministro turco de Asuntos Exteriores, Mevlut Cavusoglu, acusara al Elí­seo de seguir una «política destructiva» en Libia y favorecer el papel de Rusia, principal aliado del mariscal Jalifa Hafter, tutor del gobierno no reconocido en el este y hombre fuerte del paí­s.

«Francia, que Macron gobierna o, más bien, que no puede manejar en este momento, ha entrado en Libia solo por sus propios intereses y ambiciones con un enfoque destructivo», denunció en una rueda de prensa.

«Mientras la OTAN observa a Rusia como una amenaza, Francia, miembro de la OTAN, trata de aumentar la presencia rusa», agregó Cavusoglu, cuyo paí­s es el aliado más firme del llamado Gobierno de Acuerdo Nacional sostenido por la ONU en Trí­poli (GNA).

El jefe de la diplomacia respondía así­ a una declaración previa del presidente francés, Enmanuel Macron, quien durante su último encuentro con la canciller alemana, Angela Merkel, acusó a Turquía de desempeñar una «responsabilidad criminal» en Libia.

APOYO AL MARISCAL

Aunque su papel en el campo de batalla ha sido discreto en los últimos meses, la estrategia política de Francia ha sido clave para situar el conflicto en el punto en el que ahora se desangra.

Fue precisamente la decisión de Macron de invitar oficialmente a Hafter a París en el verano de 2017 la que elevó la figura política del mariscal, hasta entonces ninguneado por la comunidad internacional y entregado a la influencia de Rusia y al dinero y las armas de sus aliados árabes, en particular de Egipto y Emiratos Árabes Unidos.

La visita consolidó a Hafter como representante del este e interlocutor válido en las negociaciones y facilitó sus estrategia militar: la conquista de las regiones del sur, que condujo a lo largo de 2018, y el cerco a la capital, que emprendió en abril de 2019 durante una visita oficial a Trípoli del secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

Catorce meses después, la intervención de Turquía -que desde finales de año ha reclutado, entrenado y enviado a más de 10.000 mercenarios de la oposición siria para apoyar al GNA- ha obligado al mariscal a replegar sus milicias y soldados de fortuna extranjeros y a acantonarse en la ciudad costera de Sirte y en el oasis de Al Jufra, ambos de alto valor estratégico.

PULSO PETROLERO

«Francia observa un posible peligro para sus intereses en la industria petrolera» en Libia, que Ankara ambiciona y ahora está bajo el control de las fuerzas de Hafter, explica a Efe un analista de la Inteligencia europea en la zona.

«El interés de su Rusia es sobre todo geoestratégico. Libia le ofrece una base en el Mediterráneo pero sobre todo un trampolín para sus ambiciones mineras en África», agrega el experto, que por motivos de seguridad prefiere no ser identificado.

El desembarco de soldados y mercenarios pro turcos se produjo escasos meses después de que Ankara firmase un controvertido acuerdo con la no reconocida República del Norte de Chipre y el GNA para la explotación petrolera de las aguas en el Mediterráneo este, que desató protestas airadas de Grecia y tibias de la UE.

A principios de junio, el ministro turco de Energía, Fatih Donmez, anunció que su gobierno estará preparado «en tres o cuatro meses» para emprender la exploración petrolera en esa gran área marítima que conforman las aguas al sur de Turquía y el noroeste de Libia y que conecta la costa de la República del Norte de Chipre.

La presencia de los barcos de guerra turcos, que ya patrullan esta área y a los que el gobierno bajo la tutela de Hafter acusan de violar el embargo de armas internacional que pesa sobre Libia desde 2011, ha despertado también los recelos tanto de Chipre como de Egipto e Israel, que mantienen un pulso por el control del Mediterráneo oriental.

E igualmente de Damasco y Moscú, que desde que se enredó en la guerra de Siria pretende consolidar su presencia en una región de alto valor estratégico y abrir una ruta mediterránea desde el puerto sirio de Latakia, además de Francia.

«Total’, como Repsol y otras multinacionales del petróleo, tienen importantes intereses en Libia, y esos intereses están bajo el control de las fuerzas de Hafter, tanto en el oeste como en golfo de Sirte», lugar en el que ambos contendientes libios acumulan tropas desde hace días ante una posible gran batalla, explica un diplomático europeo asentado en Túnez.

«Pero –advierte la misma fuente– preocupa también el despliegue militar de Turquía en el oeste de Libia, donde está construyendo dos bases, una naval y otra aérea, y ganando la mayoría de contratos para la reconstrucción de infraestructuras por delante de la empresas francesas y europeas». EFE

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