Esclavitud de la soberanía

Por Bernardo Tobar Carrión

Encorvado el hombre, bajo el peso del papel arrugado y seco como su piel, oxidados rostro y pergamino, medio indignado por tanto esfuerzo inútil, medio agradecido por la autorización conseguida, apenas un hito en la interminable cadena de sellos burocráticos necesarios para ejercer un derecho que ya tenía pero que, en la práctica, no sirve un carajo sin el beneplácito oficial. Era la figura de una persona de mediana edad, envejecida en la gesta épica de conseguir una aprobación sin buscar atajos; por ello, tardo meses, años, eternidades, para poner la primera piedra de su sueño. Un verdadero afortunado, pues los más no llegan a la primera gravilla si no entienden, de buenas a primeras, que ante el rey del permiso hay que depositar rodilla en tierra -y algo más que la rodilla en ocasiones- o simplemente tragar saliva y encajar desplante oficinesco, vuelva mañana, falta el informe jurídico, el jefecito está ocupado, las coordenadas no coinciden con las mediciones geodésicas de nuestros sabios, la coma del escrito debía ser punto y viceversa, firme con tinta verde que la azul no es políticamente correcta, etcétera. Si no fuera por la profusión regulatoria, el enredo burocrático, la dificultad añadida, no subsistirían los traficantes de facilidades.

Naturalmente hacen falta muchas manos limpias y profusión de ministerios para manejar tantos obstáculos -por ello, se han multiplicado las secretarías de Estado- y mentes lúcidas para idearlos, pues no hay tarea más demandante que inventarse un control allí donde no hace falta y corazones ardientes para imponerlos en plan correctivo, pues no estaría bien que los ciudadanos ejerzan, sin la venia del rey del permiso, como si fueran libres, sus derechos; no estaría bien que asuman que en Montecristi les garantizaron algunas cosas en el capítulo primero, cuando en los demás las supeditaron todas al poder público. Y el que no sepa leer, que se las arregle, pues bien sabido es que la Constitución se aprobó luego de amplísimo, dilatadísimo y extraordinario ejercicio democrático, sin ninguna propaganda gubernamental que nos hubiera encajado gato por liebre.

La revolución ciudadana, sin embargo, no es causante de la minusvalía ciudadana frente al Estado, apenas consagró constitucionalmente las taras arrastradas durante siglos y las convirtió en políticas públicas. Antes eran paradigmas nocivos escritos en el imaginario popular; hoy son malas normas promulgadas en el Registro Oficial y textos de enseñanza en las escuelas públicas, que instilan en los niños y jóvenes una visión de la historia y del País que les impide asumir el control de su destino y les lleva a concluir que la responsabilidad de lo que está mal siempre la tiene otro -ese otro, naturalmente, es el neoliberalismo, la partidocracia, el imperio- y que ahí está el Estado digno y soberano para asegurar el buen vivir que no podemos alcanzar por nosotros mismos y, claro, darnos el permiso correspondiente, después de la consabida cola que tan bien retrata la relación servil entre el ciudadano y el poder público.

Más relacionadas

1 Comment

  1.    Toda la tramitología que nos imponen en este país, eso si va conta los DERECHOS HUMANOS. Acaso en la Constitución de Montecristi, no se estableció como garantía fundamental de la persona, el»BUEN VIVIR», o «SUMAG KAUSAY», o lo que sea que eso signifique. La pregunta que nos hacemos, es si el «buen vivir», es pasar tanto tiempo de nuestras vidas en trámites para el Estado.
    Todo ese sometimiento a las normas burocráticas tiene un solo fín, la subordinación del endividuo frente al Estado, o sea al PODER.
     El refugio que nos queda, es el hogar, en donde queremos ejercer nuestra individualidad, lejos de la dictadura tramitológica del «mundo exterior. Pero cuando prendemos la tele, en busca de de una evasión y entretenimiento, ¡¡¡ nuevamente nos topamos con el imperio del PODER !!! : » Cadena Nacional, La Revolución Ciudadana informa al Pais……»
    Para terminar, me permito comentar, que hace algunos meses vendí mi carro; cuando oí a mis amigos en estos días, quejarse amargamente de la tortuosa hoja de ruta para matricular sus vehiculos; me dije, ¡¡¡ que lindo es caminar !!! , o simplemente tomar el bus, o si hay platita un taxi.

Los comentarios están cerrados.