El escritor muerto, las leyes, el arte y los diálogos rotos

Por Eduardo Varas

La polémica más reciente alrededor de la figura de Jorge Luis Borges es que los abogados de su viuda, María Kodama, consiguieron que el sello Alfaguara sacara de librerías “El hacedor (de Borges), un remake”, de Agustín Fernández Mallo. Y tal como el nombre del libro lo dice, la ligera línea que divide el homenaje y el uso indebido de fragmentos queda desdibujada en el aire, porque (lo más probable) es que en el terreno de las leyes solo se piense en normas y no en las capacidades del arte por generar algo nuevo, más allá de las formas definidas… o en la posibilidad de que en este instante histórico haya nuevas aproximaciones al acto creador. Simplemente se trata de consignar ciertos rigores de la vida contemporánea, propias de una tecnología que ha transformado muchas cosas, a un campo que se niega morir de la forma que se lo conoce: el copyright.

Todo tiempo pasado ha debido ser mejor, ¿no?

Me pregunto, para dilucidar de entrada algunas cosas sobre esta polémica, ¿por qué Fernández Mallo decidió construir un libro en el que trató de repetir en algo lo de Borges e incluso transcribió fragmentos cambiando algunas palabras y apropiándose de estos? No se me ocurre una respuesta, y en el fondo no creo que necesitemos una respuesta directa, porque más allá de sus motivaciones (artísticas o económicas) nos queda un libro que debería ser analizado para comprender su existencia de mejor manera. Eso es un terreno de la crítica, y no de lo legal, por supuesto.

El derecho de autor es el punto de quiebre. Una preocupación lógica y natural, pero en un punto valdría la pena comprender que vivimos ya en el límite de esa idea y es hora de cuestionarla. La tecnología ha cambiado el comercio, el consumo y, desde luego, la creación. No reconocerlo es inútil. Cuando hay profesores y estudiosos que hablan ya de la “escritura no creativa” y de cómo utilizar textos de otros y darles un nuevo sentido por contacto con otras posibilidades narrativas, mirarlo de otra manera es anacrónico y camino para absurdos, como el reclamo extra legal de Kodama y abogados, que convirtió una amenaza de denuncia en un hecho: acabar con la distribución de un libro.

Tampoco hay que considerar como algo terrible que se quite un libro de las perchas. Hay caminos legales que lo permiten, dependiendo de circunstancias claras. Pero en este caso no hay nada claro. ¿Vale más el permiso para el uso de fragmentos que el homenaje de un autor que en muchas ocasiones utilizó un sistema similar con sus textos? Muchos párrafos escritos por Jorge Luis Borges plantean la apropiación de escritos de otras personas, con una reelaboración propia, para así generar otra cosa. El cuento “Pierre Menard, autor del Quijote” es paradigma de esto.

Hemos llegado al punto de omitir ciertas experiencias contemporáneas, o de desconocer manifestaciones legítimas y a veces extremas utilizando las leyes o las amenazas legales como camino para sortear cosas que no se consideran adecuadas, dejando de lado cualquier análisis o perfeccionamiento de los recursos u oficios. Sí, somos animales que debemos defendernos a como dé lugar. Las leyes, llamadas a permitir una convivencia civilizada, también pueden impedir que la misma sociedad reconozca circunstancias que está viviendo y que pueden convertirse en un nuevo camino para transitar. Es el momento de entender dónde estamos parados en el caso de los derechos de autor, por ejemplo.

Creer en una decisión judicial como la única solución es el camino más fácil y, ciertamente, cruel. Sobre todo cuando no hay claridad… y de eso sabemos mucho en Ecuador, mientras un Presidente asegura que quiere mejorar el periodismo del país demandando por injurias a periodistas y el análisis real de estos casos no existe… y no existirá. Importa la razón, mas no el diálogo. Nada nuevo bajo el sol.

Más relacionadas

1 Comment

Los comentarios están cerrados.