Panfleto melancólico

Por Joaquín Hernández Alvarado
Guayaquil, Ecuador

Jordi Gracia, historiador de la cultura y de la literatura, acaba de publicar en Anagrama El intelectual melancólico. Un panfleto, dirigido en la mejor tradición panfletaria contra los intelectuales que presienten y anuncian el apocalipsis a causa de la incultura y barbarie de las nuevas generaciones. No deja de ser curioso ver a Gracia en este papel de redactor de un «opúsculo de carácter agresivo», de acuerdo a una de las acepciones de la palabra panfleto según el DRAE. Hasta ahora, por lo menos en el extranjero, Gracia ha sido conocido como uno de los mejores historiadores de la cultura española en la época del franquismo: desde la victoria de la España nacional en el año 1939 hasta el final de la Segunda Guerra Mundial en que se creía que la derrota del fascismo en Europa traería como consecuencia la de Franco y de su Régimen y del período de posguerra, en el que del aislamiento y la hostilidad al caudillo inmortal se pasaría a una alianza con las potencias occidentales por la Guerra Fría.

Se equivocaría quien pensase que Gracia en sus múltiples libros -La resistencia silenciosa y Estado y cultura, entre otros-, se ha dedicado meramente a transcribir con paciencia de cronógrafo las vicisitudes de la cultura española durante el imperio del franquismo. Hay por lo menos dos lecciones claras y vigentes para nosotros: una, las estrategias de supervivencia basadas en la razón que los intelectuales liberales deben afrontar para sobrevivir en regímenes autoritarios en los que no es posible ninguna discrepancia ni opinión crítica; otra, las abyecciones y mediocridades de los intelectuales que hacen juego al poder para compartir el minuto de gloria o de pan. Así, Ortega es zarandeado y, en la noticia de su óbito, la propaganda oficial solo permite dos líneas. Pérez de Ayala, Marañón, Laín Entralgo, Américo Castro, Luis Cernuda, aparecen y desaparecen en la tragicomedia del posfranquismo, unos en el papel de villanos y otros de héroes perdidos.

El panfleto en cambio está lleno de cólera. Pero no habría que confundirse. No está en contra de la gran tradición pesimista de la cultura occidental que considera a la condición humana marcada por el pecado y por la culpa y, por tanto, irredimible por sí misma, salvo por la imprevista acción de un Dios que entra en la historia.

La indignación de Gracia es contra los intelectuales mediocres -sus pares españoles-, que al llenarse la boca «con el descrédito de la cultura humana están alimentando la inercia que denuncian». Gracia no pretende ocultar mucho de la mediocridad de las nuevas generaciones. Pero tampoco dejar de acentuar el cambio positivo que se está produciendo en la producción y acceso a los estudios clásicos, obras y autores. Es un avance social que más gente lea y vaya a la universidad.

No nos enojemos si no pasan de los libros de autoayuda. «… La calidad es exigua y es minoritaria; las grandes obras son grandes porque son pocas, y la producción media de una cultura se mide sin prisa y con escepticismo». En suma, la cordura. ¿Un panfleto, entonces, para rescatar la cordura?

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