Preferencia al artista nacional

Por David Ochoa
Quito, Ecuador

La semana pasada, los Calle 13 lanzaron cuatro mensajes políticos durante su concierto en Quito. Uno: rechazar la “minería contaminante” (aunque, como es necesaria, aceptaron una “minería responsable”). Dos: Reclamar la independencia de su tierra, Puerto Rico. Tres: Varias veces exigieron educación pública gratuita. Cuatro: Que en las radios ecuatorianas suene música ecuatoriana.

Como era de esperarse, la posición de los puertorriqueños sobre la minería (así como la de Manu Chao) fue ampliamente difundida, mientras los otros mensajes quedaron sólo para los asistentes. Me quiero referir a la cuarta proclama, que en nuestro país se conecta con la llamada “ley de cuotas”.

Muchos músicos han reclamado medidas de acción afirmativa para la música ecuatoriana, especialmente la oportunidad de sonar en las radios. No es una petición nueva ni una novelería chauvinista nacida a partir de Montecristi: establecer porcentajes de tiempo en las radios para la música local es algo muy común en países como Francia, Canadá, Reino Unido, México, Israel, Brasil y Argentina. Consiste en fijar mediante ley un porcentaje (o cuota) de música nacional que debe sonar en las radios. Por música nacional se debe entender a la creada en el país, sea del género que fuese.

En defensa de esta medida, se argumenta, en síntesis:

1. Compensa una falla de mercado: como el público no tiene acceso a la música nacional, no puede adquirir gusto por ésta,

2. Las disqueras internacionales utilizan estrategias, infraestructura e integración con otros medios (internet, televisión,…) para promocionar sus artistas. La cuota buscaría atenuar la asimetría entre oferentes en ese mercado,

3. Las frecuencias son un bien público y deberían ser aprovechadas en función del interés público,

4. Sustitución de importaciones: en lugar de que vayan al exterior los pagos regalías, conciertos, merchandising y demás, esos recursos podrían cobrarlos los artistas nacionales, que moverán principalmente la economía nacional.

No faltan voces que critican la medida por una supuesta merma a libertades editoriales, la emergencia de iPods y demás reproductores que compiten con la radio (donde no es posible ninguna regulación ni margen de preferencia), la dificultad de definir qué se entiende por producción nacional y de aplicar la cuota para radios que no sean predominantemente musicales (como las radios deportivas o las de noticias) o, en fin, que las nuevas tecnologías como el internet ya son suficiente escenario para la música independiente.

El argumento favorito de muchas radios es retar a los artistas a difundirse por su calidad, no por imposición legal. “Un buen artista no necesita preferencia para ganar el favor del público” han dicho. Sin embargo, los hechos demuestran que las radios no eligen música en mérito a la calidad, sino a otros factores.

Inocentemente, se podría pensar que las radios transmiten la música que su público quiere. Si tan sólo esa fuera la razón, también se justificaría fijar una cuota para que los oyentes se acostumbren a nuevos sonidos y eleven la calidad de la demanda. Los mismos artistas saben que la calidad no garantiza ni la transmisión ni el ganar el favor del público. Sobran ejemplos de música de mala calidad que se vuelve hit, así como de música muy buena, que por no ser rotada en las radios, no llega a ser conocida.

Pero es ampliamente conocido que la radiodifusión no se limita a transmitir lo que piden las audiencias: el fenómeno de la payola (o el pagar, en dinero o en privilegios, para ser rotado) se ve en muchos países (siendo incluso penado en otros), la compra de discos por parte de los propios artistas (como denuncian los mismos Calle 13 en alguna canción), la alteración de rankings, la simulación de llamadas o los conflictos de interés de empleados de disqueras que también hacen radio, son sólo algunas formas de llegar a las radios.

Dos proyectos de ley buscan establecer cuotas: el proyecto de ley de comunicación, cuyo texto ha sido cambiado tantas veces que ni el mismo Presidente Correa sabe en qué versión están (y los cambios se seguirán haciendo, quizá hasta el día mismo de la votación); y, de otro lado, en el proyecto de ley de cultura, que fija un draconiando 50%, sin permitir adaptaciones para radios que no transmitan principalmente música ni permitir al reglamento aplicar en detalle esa norma. Ambos proyectos debían aprobarse en octubre de 2009, sin embargo, permanecen bloqueados por falta de votos.

La fijación de cuotas no debiera limitarse sólo a la música. Otras artes también debieran tener una preferencia establecida en ley, cuyas características se describan en reglamentos que recojan la voluntad e inquietudes de todos los involucrados.

Otras formas de preferencia, como la que actualmente rige para conciertos, dan para otro artículo.

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4 Comments

  1. Una vez que se empieza con la lógica de las cuotas no sabemos a dónde va a llegar eso, pero lo adivinamos : nuevos privilegios que  sustituyen a los anteriores, y que muchas veces resultan en algo peor. Entiendo el problema, la necesidad de contrapesar los monopolios y oligopolios del mundo de la gran empresa, pero no dando más fuerza y argumentos al monopolio absoluto e inapelable del estado. Habría que buscar iniciativas propias: un medio que pusiera el arte nacional , o los artes nacionales, como reclama Arístedes Vargas, en la justa proporción, y luego esperar el cambio de gusto y mentalidad de la gente. Pero no más intervencionismo estatal, disfrazado con «nuevas» leyes que sólo afianzan lo de siempre: el poder de los burócratas

  2. Una vez que se empieza con la lógica de las cuotas no sabemos a dónde va a llegar eso, pero lo adivinamos : nuevos privilegios que  sustituyen a los anteriores, y que muchas veces resultan en algo peor. Entiendo el problema, la necesidad de contrapesar los monopolios y oligopolios del mundo de la gran empresa, pero no dando más fuerza y argumentos al monopolio absoluto e inapelable del estado. Habría que buscar iniciativas propias: un medio que pusiera el arte nacional , o los artes nacionales, como reclama Arístedes Vargas, en la justa proporción, y luego esperar el cambio de gusto y mentalidad de la gente. Pero no más intervencionismo estatal, disfrazado con «nuevas» leyes que sólo afianzan lo de siempre: el poder de los burócratas

  3. “Compensa una falla de mercado: como el público no tiene acceso a la música nacional, no puede adquirir gusto por ésta».

    Pues ese «argumento» contiene una premisa falsa, ya que en la radio, televisión, y periódicos del Ecuador uno sí encuentra promoción de los artistas nacionales, por ejemplo en los programas matutinos de televisión (en especial los de variedades).  
     “Las frecuencias son un bien público y deberían ser aprovechadas en función del interés público”. Pues si esto se refiere a las frecuencias radiales, entonces las RADIOS PRIVADAS, que son las que en mayoría utilizan ese ¨bien público¨, ¿deberían funcionar de acuerdo al ¨interés público¨? ¿Y cómo determinamos lo que resulta de interés para la mayoría, en cuanto al funcionamiento de una radio?  

    «El argumento favorito de muchas radios es retar a los artistas a difundirse por su calidad, no por imposición legal. “Un buen artista no necesita preferencia para ganar el favor del público” han dicho. Sin embargo, los hechos demuestran que las radios no eligen música en mérito a la calidad, sino a otros factores».

    No observo evidencia de que ese argumento (“Un buen artista no necesita preferencia para ganar el favor del público”) sea utilizado por ¨muchas radios¨, por lo que sospecho que esto es un ¨hombre de paja¨ que permite presentar y enfrentar (en la mayoría de los programas radiales no se suele elegir la música por su calidad, un tema SUBJETIVO,  sino por el ¨target¨ de la audiencia, o la POPULARIDAD de la música) una argumentación falsamente atribuida (¿cuáles son esas radios?, si son muchas, como se asegura, no debería ser difícil presentar ejemplos y evidencia que soporten esa afirmación).

    Además, habría que ver si no se confunde la opinión de algunos trabajadores radiales con la de las radios (lo cual no es un tema baladí, no hace mucho en este país se persiguió judicialmente a un diario por la opinión de uno de sus trabajadores, como si la opinión del trabajador fuese la misma que la del diario). 

    “Inocentemente, se podría pensar que las radios transmiten la música que su público quiere”.

    Bueno, esto es un ¨argumento desde la intimidación¨, aunque reconozco que es muy sútil. Por ejemplo, «habría que ser imbécil para que alguien pueda creer que Rafael Correa es un mal presidente», es la manera usual (agresiva) de presentar el ¨argumento¨, otra manera de presentarlo: ¨Hay que ser ingenuo para que se pueda pensar que las radios transmiten la música que su público quiere¨.
    No se requiere inocencia, ni ingenuidad, ni candidez, para pensar que las radios, en general, transmiten la música que el público que las sintoniza quiere oir, para sostener tal postura hay cientos, miles, o quizás millones de pruebas, las llamadas que reciben las radios a diario, por poner un ejemplo, escuchar por un día la radio quiteña ¨La Metro¨.    

     “Si tan sólo esa fuera la razón, también se justificaría fijar una cuota para que los oyentes se acostumbren a nuevos sonidos y eleven la calidad de la demanda”.

    Bueno, de que se fije una cuota para que los oyentes se acostumbren a nuevos sonidos NO SE SIGUE necesariamente que se eleve la calidad de la demanda, es decir la supuesta ¨justificación¨ no sería otra cosa que la falacia ¨AD NOVITATEM¨, una falacia muy común.

    “Pero es ampliamente conocido que la radiodifusión no se limita a transmitir lo que piden las audiencias: el fenómeno de la payola (o el pagar, en dinero o en privilegios, para ser rotado) se ve en muchos países (siendo incluso penado en otros), la compra de discos por parte de los propios artistas (como denuncian los mismos Calle 13 en alguna canción), la alteración de rankings, la simulación de llamadas o los conflictos de interés de empleados de disqueras que también hacen radio, son sólo algunas formas de llegar a las radios”.

    Es curioso, pero, ¿no se suponía que era una cuestión de ¨inocencia¨ el que se pueda pensar que las radios transmiten lo que piden las audiencias? No tengo dudas de que esta clase de prácticas ocurran, pero una generalización poco clara y precipitada es errónea (¨la radiodifusión¨).

    “Dos proyectos de ley buscan establecer cuotas: el proyecto de ley de comunicación, cuyo texto ha sido cambiado tantas veces que ni el mismo Presidente Correa sabe en qué versión están (y los cambios se seguirán haciendo, quizá hasta el día mismo de la votación); y, de otro lado, en el proyecto de ley de cultura, que fija un draconiando 50%, sin permitir adaptaciones para radios que no transmitan principalmente música ni permitir al reglamento aplicar en detalle esa norma. Ambos proyectos debían aprobarse en octubre de 2009, sin embargo, permanecen bloqueados por falta de votos”.

    ¿En realidad crees que Correa no está al tanto del texto del proyecto de ley de comunicación? Correa por lo general utiliza tantas falacias, distorsiones, y mentiras, que en mi caso ya no goza del ¨beneficio de la duda¨ . Ahora, si esa ley de cultura fija un ¨draconiano 50%¨, me alegro de que esa ley permanezca bloqueada, al igual que la ley ¨mordaza¨, y si esos proyectos de ley se mantienen así, pues espero que sigan bloqueados ¨in saecula saeculorum¨.

    • Es verdad, yo dije que las audiencias no tienen acceso a la música nacional y no es cierto, porque sí hay acceso. Debí decir que no tienen SUFICIENTE acceso.

      Sobre las frecuencias radioeléctricas, decidir «qué es el bien común» es precisamente tarea de la ley. Si la sociedad cree que poner cuotas en las transmisiones es el bien común, se aprobará una ley en ese sentido. Si la sociedad cree diferente, entonces no habrá cuotas. Esa es la democracia!

      Muchas radios alegan que ponen música basada en la calidad. Lo han dicho Radio Sucesos, La Bruja, Sonorama, Platinum, Centro de Quito, FM Mundo, las de Servidinámica…

      Sobre los criterios que las radios siguen para transmitir música, las llamadas cuentan, pero no son el único criterio. En la misma radio que citas, sortean frecuentemente instrumentos musicales y usan eso como instrumento para que la misma gente pida una y otra vez la canción que la disquera decide promocionar.

      Es verdad que el hecho de difundir diferentes sonidos no necesariamente eleva la calidad de la demanda, pero mi reclamo es que la demanda sea más para música generada en Ecuador, no a música de cualquier sitio, pero de mejor calidad.

      Creo que la ley debe disponer que haya cuotas pero no debe meterse en el detalle de decir 50% o 25%, porque mucho dependerá de cada target y seguramente lo mejor sería consultar con ambas partes del problema (músicos y radiodifusores) incluso crear un plan de cuota que incremente año a año, etc.

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