Crisis de paradigma

Por Juan Jacobo Velasco
Santiago de Chile, Chile

Varios aspectos de la crisis europea retrotraen al capítulo ecuatorial de 1999. El abrupto ajuste tuvo su origen en el colapso de uno o varios sectores centrales (inmobiliario en el caso europeo, exportador en el ecuatoriano), cuyos problemas luego se transfirieron al sector financiero, provocando su socavamiento. Esto se explica, en parte, por el excesivo riesgo tomado por la banca en el financiamiento del sector real y, otro tanto, por la imbricación entre las finanzas y el resto de sectores producto del crecimiento exacerbado de la banca.

En el caso ecuatoriano, esto último fue inducido por una institucionalidad que permitió ampliar el giro del negocio financiero hacia una serie de instrumentos que, a la postre, en lugar de diversificar el riesgo, lo concentraron, porque facilitaron la expansión de grupos económicos amalgamados que contaban con un brazo financiero. En el caso europeo, el exceso de liquidez y el estratosférico crecimiento de una arquitectura financiera basada en sofisticados instrumentos de especulación, condujo a una conducta más proclive a las apuestas que a la intermediación.

Lo que diferencia a estos dos procesos tiene que ver con lo que está en juego tras bastidores. El Ecuador, en 1999, estaba solo y tuvo que resolver en soledad su crisis. La nacionalización de gran parte del sistema financiero se dio por la presión de los poderosos y un ambiente de quiebra generalizada debido a que no había –aparte del Estado- quien pudiera acudir al rescate. En el caso europeo, lo que está en juego es el Euro, la sostenibilidad de la Unión Europea y de un paradigma que está a punto de naufragar producto de las inconsistencias individuales. La situación extrema de los socios más pequeños está tensando las cuerdas hasta límites insoportables, dejando cada vez más interrogantes que certezas. Las respuestas, era que no, siempre son políticas. Europa depende del resultado de las elecciones griegas y del cabildeo por el rescate cada vez más abultado a Bankia en España.

La crisis europea se profundiza por su efecto en el imaginario colectivo. Tal como me comentaba un amigo español hace poco, los jubilados no miran grandes cambios respecto de su historia, porque España fue, en comparación con el resto de Europa, mucho más modesta. La gente de edad ha vivido con su pensión, sin mayores saltos aspiracionales, incluso en el periodo de auge económico. Pero para los jóvenes y adultos que vivieron el acceso a bienes y servicios impensados antes de la llegada de la Unión Europea, la tablarrasa que enfrentan ha significado un cambio radical de condición de vida. Ese aterrizaje forzoso es el que pesa en el inconsciente social, generando la frustración generalizada que toma la vía de manifestaciones de rechazo. La sensación es que el sueño se está convirtiendo en una pesadilla. Y el resultado podría revivir la historia de migración ecuatoriana pos 1999, pero en sentido contrario.

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