Navidades en Londres

Por Hernán Pérez Loose
Guayaquil, Ecuador

Parece recomendable hacer un breve inventario de algunas de las perlas que ha producido el affaire Assange antes que los 15 minutos de fama se les acaben a sus protagonistas.

Lo primero que sorprende es que el Gobierno ecuatoriano haya admitido que sí sabía que las reglas internacionales vigentes en Europa, incluyendo el Reino Unido, no reconocen al asilo diplomático. Lo que sí admiten esos países bajo ciertas condiciones es el asilo territorial. Es decir, el asilo fue concedido a Assange sabiendo que para el Estado anfitrión era inaceptable. A sabiendas que se cometería una ofensa a una nación con la que ha existido tradicionales lazos de amistad.

Pero la ofensa a Inglaterra no quedó allí. Uno de los argumentos esgrimidos para justificar el asilo fue que los tribunales ingleses no son confiables, que ellos no ofrecen las garantías del debido proceso. Hay que recordar que Assange había impugnado judicialmente el pedido de su extradición hasta llegar al máximo tribunal inglés, y que no había sido aceptado. Que las cortes inglesas no le hayan dado la razón a Assange no justifica decir que no son confiables. ¿En qué modelo de magistrados se pensaba cuando se hizo tamaña afirmación? ¿Con qué rasero Ecuador puede medir a las prestigiosas cortes inglesas cuando acá se premia públicamente al juez que admitió tranquilamente que una de las partes le redactó la sentencia de los 40 millones, y que se sentía frustrado porque no le estaban “cumpliendo”?

Además, resulta que no solo las cortes inglesas deberían aprender de las nuestras sino también los fiscales suecos. La fiscalía sueca busca a Assange por denuncias de violación y acoso sexual. El Ecuador ha puesto en duda el profesionalismo del fiscal sueco, pues, ha sugerido que eso es un pretexto nomás, y que además allá la Fiscalía es influenciada por el Ejecutivo, y sus cortes son títeres de Washington. ¿En base a qué se lanzaron semejantes afrentas a un país tan institucionalizado como Suecia? Todo el argumento de la pena de muerte carece de sustento pues ni Suecia ni Inglaterra extraditan a personas que van a sufrir pena de muerte.

No menos sorprendente que acusar de corrupción a los jueces ingleses y suecos es exigirle a Londres el salvoconducto para Assange. No solamente que no hay base para ello sino que Ecuador hizo exactamente lo contrario cuando rehusó el respectivo salvoconducto para salir del país a un periodista ecuatoriano al que Panamá le había reconocido un asilo diplomático. Y esto, a pesar de que allí sí había un tratado internacional que nos obligaba a conceder dicho salvoconducto sin entrar a valorarlo.

Y que todo esto se hace por la libertad de expresión es lo que más sonrisas provoca en el exterior. Ya quisieran los ecuatorianos que esa devoción por defender la libertad de expresión de un australiano se practique en casa.

En fin, todo hace pensar que Assange pasará las próximas navidades en nuestra embajada en Londres. Para entonces el mundo llevará meses ocupado en otras cosas. Incluyendo al Ecuador.

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