Utopismo y coerción

Por Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

Luego de dos años de aplicación de la nueva Ley de Educación Superior viene bien trazar un balance sobre la gestión realizada por los órganos reguladores controlados por el Gobierno. La acción gubernamental exhibe hasta aquí dos rasgos inconfundibles: utopismo, es decir, planes y proyectos irrealizables, y coerción, un método que excluye todo diálogo y utiliza la punición como herramienta para imponer ciertos dogmas.

Entre las cosas que recordaremos de esta época es el culto frenético hacia los PhD y su elevación a los altares. Las normas dictadas por el Consejo de Educación Superior, CES, y el Consejo de Evaluación y Acreditación, Ceaaces, convierten a estos académicos investigadores en el vector primordial de la calidad universitaria y se ordena su incorporación al sistema de educación superior en un número que oscila entre 12 y 20 000.

No estoy muy seguro de que los responsables hayan reparado en las implicaciones financieras. Considerando que la formación de un PhD cuesta alrededor de USD 200 000 y que el Ecuador dispone apenas de unos 1 000 académicos de este nivel, se requeriría entre USD 2 500 y 4 000 millones para formarlos. Una vez contratados, las instituciones públicas y privadas deberían desembolsar anualmente entre USD 600 y 1 000 millones anuales por conceptos salariales.

Un PhD es un investigador por antonomasia y su contribución a la universidad debe ir por esa línea. Estos investigadores, indispensables en toda universidad, no están formados para ser docentes o administradores. Llama la atención, entonces, que el Gobierno fuerce a contratarlos masivamente sin que, paralelamente, se establezcan políticas y fondos públicos para desarrollar actividades de investigación en las universidades; al contrario, el Régimen ha señalado que el grueso de la investigación financiada por el Estado se hará primordialmente en los institutos públicos.

Una consecuencia inevitable de esta política será la separación de infinidad de profesores que, sin ser PhD, son excelentes docentes; entre tanto, los investigadores deberán asumir tareas docentes y administrativas. Una ecuación bastante compleja, por no decir enrevesada.

Más grave que la utopía, sin embargo, es el autoritarismo que los órganos reguladores exudan por todos sus poros. Los reglamentos dictados, particularmente el de infracciones y sanciones, adoptan la coerción y la amenaza como elementos centrales. Ningún sistema universitario de calidad se ha construido sobre la base de imposiciones y terror. La buena academia se erige siempre sobre una plataforma de cooperación y compromiso entre los diferentes actores del sistema. Este principio se torna particularmente relevante cuando los responsables de redactar las normas y reglamentos no tienen experiencia en el manejo universitario y confunden fácilmente la realidad con la fantasía.

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5 Comments

  1. Felicitación por el articulo! Falta añadir que aparte de dogmaticos, utópicos y carentes del sentido de la realidad, estos funcionarios responsables de la educación, y el gobierno en si estan tocando los bordes del fanatismo! Con esta gente no hay diálogo ni entendimiento! Ojala tengamos un nuevo gobierno democrático y con gente madura para el próximo año. Esto si no hay fraude!

  2. El señor Larreátegui trasmite una información errada cuando escribe que
    un Ph.D. sólo se dedica a la investigación pero no imparte clases. En
    general, eso no es así salvo contadísimas excepciones (un Ph.D. físico, o
    biólogo, que participa en una investigación muy sofisticada podría tal
    vez tener ese privilegio). Asumo que él lo sabe bien pues en algún
    momento estudió en el extranjero y seguramente sus profesores eran todos
    Ph.D.

    En universidades serias de cualquier país del mundo los
    profesores universitarios deben presentar trabajos de investigación a la
    par que ejercer docencia, participar en foros académicos, etc., como
    parte de sus actividades académicas regulares. Todos los profesores
    están llamados a publicar artículos rigurosos en forma y fondo en
    revistas indexadas en las cuales académicos pares evalúan los ensayos
    que se envían para publicación. Un artículo científico no es comparable a
    un artículos de opinión que se publica en un medio masivos, con
    extensión de un par de páginas y que se formulado desde la intuición.
    Sus artículos periodísticos, por ejemplo, no calificarían como
    publicaciones académicas, señor Larreátegui.

    Las universidades
    ecuatorianas se condenarían al subdesarrollo crónico -como ha venido
    pasando- si no emprenden en una sustancial mejora académica incorporando
    Ph.Ds en su plantilla de profesores, adecúan bibliotecas y laboratorios
    bien dotados, pagan a sus profesores de acuerdo a su rango, etc. ¿No es
    escandaloso que tal o cual universidad pague $8-$10 la hora a un
    profesor? Con un salario así no se puede ser un académico profesional.
    Sólo un «notable de pueblo», que en sus «ratos libres» dicta cátedra
    sobre materias que ni siquiera prepara o domina, aceptaría trabajar por
    un salario así. Si han existen excepciones, tanto mejor; pero la regla
    es la que señalo.

    Es inaceptable que el señor Larreátegui, rector
    de universidad, se oponga con todas sus fuerzas a lo que él mismo sabe
    es la norma de toda universidad seria: que la mayor parte de su cuerpo
    docente posea un Ph.D. Usted, señor Larreátegui ¿prefiere mantener las
    cosas como están?

    Tlon…. Uqbar, Orbis, Tertius

  3. Al gobierno le salen los tiros
    por la culata. Desarma a los ciudadanos, para reducir la violencia; la
    percepción generalizada es que ha empeorado. Crea un impuesto para
    disuadir la salida de divisas; los capitales huyen en estampida (dulce
    derrota para el gobierno, que ya recauda más por el ISD que por el ICE).
    Dejó de pagar la deuda; ahora paga intereses más altos, con plazos más
    cortos y condiciones más severas.

    Es que el gobierno no entiende la libertad (la ajena, por supuesto;
    la suya es una obsesión: que la soberanía, que vayan a ganar elecciones
    si quieren oponerse, etc.). Recela de ella, la ignora. Por eso tanta
    regulación, tanta amenaza de sanciones, tanto desplante a otros países.

    La solución a todo problema, según el gobierno: «yo ordeno, ustedes
    obedecen, y éste será un mundo feliz». Cualquiera que haya sido
    adolescente sabe que «así de fácil, no es».

    Parafraseando a Couture: la libertad se venga de las cosas que se hacen sin su colaboración.

    • PS. Así, nos atrevemos a predecir que las medidas que se están
      tomando últimamente en el área de la educación, no tendrán el resultado
      esperado: porque no toman en cuenta la libertad: de estudiantes,
      profesores, padres de familia, que son los actores en esta área.
      Políticos y tecnócratas, que no deberían ser preponderantes en este
      debate, lamentablemente mangonean a sus anchas.

      Si el lector no entendió aún a qué me refiero, haga una autocrítica,
      no sea que también adolezca de lo que atribuyo al gobierno: ignorar,
      desconfiar de la libertad, porque no la entiende.

      Es que hay
      sólo dos formas de resolver los problemas sociales: de común acuerdo, o
      con violencia (o con la amenaza de violencia).

      El gobierno sólo emplea la segunda manera; por eso no logra resultados duraderos y profundos.

  4. Suficiente con leer al Sr. Larrategui para entender porque hemos tenido gobiernos desastrosos, y porque tenemos universidades llamadas de «garage», pues el Sr. Larretegui es un fiel representante de la mediocridad de los gobiernos donde fue parte y sus acciones dentro de la universidad ecuatoriana. Desterremos estos individuos con Phd en mediocridad para poder avanzar hacia un mejor Pais.

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