Diplomacia y circo

Carlos Larreátegui
Quito, Ecuador

El conflicto suscitado entre las cancillerías del Ecuador y Perú será recordado como uno de los hilarantes episodios macondianos de la diplomacia latinoamericana e ilustrará la forma en que un incidente parroquiano puede convertirse en un problema diplomático cuando las cancillerías actúan con precipitación y torpeza.

Aunque la «crisis» ha sido superada en las últimas horas, las autoridades terminaron sacrificando a dos valiosos embajadores y colocando a sus países en una situación tremendamente embarazosa y ridícula. No hay duda de que el primer error provino de la Cancillería peruana por recoger, sin beneficio de inventario, denuncias falsas de la prensa amarillista y acusaciones malsanas de políticos desaprensivos que buscaron transformar un incidente de supermercado en un problema de género y honor nacional. Sobre esa base pantanosa y sin que mediara investigación seria sobre los hechos, el Gobierno del Perú solicitó el retiro del embajador Riofrío.

El Ecuador actuó correctamente al defender a su Embajador pero complicó absurdamente las cosas cuando su Presidente intervino personalmente y, bajo el calor habitual de las sabatinas, elevó innecesariamente los niveles del problema.

En el caso ecuatoriano, llama la atención la conspicua ausencia del canciller Patiño en el manejo del ‘impasse’. La conducción del problema fue confiada al Viceministro, un funcionario sin ninguna experiencia diplomática y demasiado locuaz para el cargo. Aunque es probable que la presencia activa del Canciller no hubiese mejorado las cosas, su intervención, al menos, habría evitado el involucramiento innecesario del presidente Correa y su desgaste en la opinión pública peruana.

A todo este lamentable episodio se añade ahora un nuevo roce con el embajador de los Estados Unidos, Adam Namm. El diplomático norteamericano ha sido fuertemente criticado desde la Cancillería por haber participado legítimamente en un acto de la Unión Nacional de Periodistas, UNP. Al parecer, el Canciller y su Vicecanciller mantienen la idea de que un Embajador extranjero no tiene derecho a interactuar con la sociedad civil de un país y a expresar sus convicciones y principios sin ofender a nadie.

Es insólito que se pretenda llamar al embajador Namm a rendir cuentas de su participación en este acto gremial y que el Gobierno considere a la UNP como una fuerza conspirativa.

La Cancillería y su política exterior necesitan un giro dramático para revertir un manejo improvisado, errático y altamente ideológico. El Gobierno debería adoptar un enfoque más pragmático que potencie el interés nacional y deje de lado la delirante y simplista visión internacional construida por el comandante Chávez. Es fundamental recuperar nuestra independencia en el manejo de la política exterior y construir los lazos económicos y políticos que exige el interés nacional.

* El texto de Carlos Larreátegui ha sido publicado originalmente por el diario El Comercio.

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