La inmadurez y el descabello como eje del reino

Gustavo Domínguez
Quito, Ecuador

Cuenta la historia de la existencia de un reino que era tan rico como extravagante y turbulento. El príncipe heredero, que universalmente era famoso por hablar e interactuar con los pajaritos, también era ejemplarmente practicante de la democracia; pues no creía que heredar el trono del rey muerto era suficiente para afianzar su dinastía.

Es así, que para legitimarla y maquillarla de constitucionalmente correcta, se hizo ratificar por la más democrática e institucionalmente mejor organizadora de elecciones populares en el mundo conocido por sus súbditos; el real y anti imperial consejo nacional electoral. Nombre con el que se conocía a la nobilísima institución.

Un importante cuerpo de la monarquía, cuya misión principal era cuidar que se respeten las democráticas normas diseñadas por la estirpe reinante para aplastar, agredir, insultar y vejar a la minoría; que dicen, que en ese rico, extravagante, turbulento, inmaduro y descabellado reino, era inexplicablemente más abultada que la minoritariamente numérica mayoría.

Como el reino era muy uniforme, el real y anti imperial consejo nacional electoral solamente era un fiel reflejo del brazo legislativo gobernante. Y siendo el rey tan ejemplarmente democrático, la institucionalidad legislativa de su imperio, con el adalid de la democracia imperial a su cabeza, era aún más papista que el Papa, más demócrata que la democracia misma. Dicen que era la esencia de la democracia ateniense, tal cual como fue originalmente percibida y practicada.

Y  para demostrarle al rey y a los amigos gobernantes del rey sobre la esencia y espíritu republicano de la asamblea del pueblo…ahí mismo, en el real palacio anti imperial legislativo, les propinaban unas ejemplares palizas a los que se atrevían a decir que el rey no era el rey, que solo era un heredero sin trono. Es decir, en todos los rincones del reino, se suponía como ilícito el reclamo a debatir ideas diferentes. Se presumía enemigos del reino, especialmente  a todos aquellos que sugerían que el rey era un monarca sin trono, y sin papel higiénico donde escribir sus semanales delirios de insólitos magnicidios.

Tal cual como la antigua Atenas, este moderno reino en el que su sistema de gobierno del pueblo- en el cual las decisiones eran tomadas por la asamblea de ciudadanos enchufados al rey muerto o por los emperadores de una isla vecino y no por el rey viviente- no consideraban ciudadanos a quienes mayoritariamente votaron por el candidato enemigo, y a los que el rey había descubierto gracias a los profesionales y extraordinarios servicios técnicos del real pero anti imperial consejo nacional electoral.

Se comenta que como en todas las reales, lujosas, ricas y pomposas cortes, los cortesanos empezaron a alimentar ambiciones y engordar monstruos que se embuten con corrupción, chismes y rumores golpistas, generando la incorrecta imagen de que la corte estaba a las puertas de una destructiva e irremediable crisis interna, y que así es como se dio origen al caos y el desconcierto cortesano.

Pero el rey, que para defender su reino sabe del arte de armar  desgreñadas pataletas para desviar la tensión interna a los valles de reinos vecinos, dicen que producto del creciente rechazo de su pueblo, organizó un inmaduro y descabellado proyecto para imponer internacionalmente su desatinado concepto interno de democracia, donde nadie puede atreverse a hablar con quien el rey no autoriza.

Finalmente, cabe destacar, que cualquier similitud de esta imaginaria historia con la realidad, simplemente es pura coincidencia.

 @gusdominguezm

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