La tierra baldía

Joaquín Hernández
Guayaquil, Ecuador

Los antiguos buscaban en los astros claves para su destino. Solo el enigma de existir podía dar la ilusión de que seres luminosos, perfectamente circulares, podían dar al azar un sentido o una orientación. La fecha de nacimiento y la posición de los astros anticipaban males o auguraban triunfos. Siempre por supuesto en la niebla el misterio del primer día y del último.

En una civilización posmoderna, más consolador resulta buscar con el año de nacimiento publicaciones con las que personalmente siempre se ha sentido atracción, mímesis. Providencial resulta en este caso que sea un libro de poesía. En el año 1948, el poeta Thomas Stearns Eliot, simplemente T. S. Eliot, recibió el premio Nobel de literatura. No eran tiempos fáciles. Comenzaba la guerra fría y las secuelas de la Segunda se hacían sentir en una Europa destrozada en todos los sentidos. Dos años antes Heidegger había publicado su texto Sobre el Humanismo, donde despedía a la filosofía de sus pretensiones de saber imperial e insistía en las fracturas de los antropocentrismos reunidos con el nombre de humanismo, ilusión común de marxistas y existencialistas en esos años todavía en negro y blanco donde los personajes de películas europeas fumaban a más no poder.

«Abril es el mes más cruel, criando/ lilas de la tierra muerta, mezclando/ memoria y deseo, avivando/ raíces sombrías con lluvias de primavera.» . Así comienza el poema La tierra baldía por la que Eliot habría recibido el premio Nobel. Publicado en el año 1922, el mismo de Trilce de César Vallejo y el Ulises de James Joyce, Eliot invocaba una vieja experiencia de la condición humana en un lenguaje inaugural. No hay ciertamente un significado para la poesía; por eso permanece. Más importante es la conmoción que produce, las visiones y sentimientos que toman fugazmente nombre gracias a sus versos. Porque el milagro de lo poético es precisamente el nombrar, aunque lo sea de nuevo fugaz y transitorio.

Por ello que » abril sea el más cruel» tiene múltiples significados. Es posible que lo sea por su conjunción de vida y muerte, por la mezcla que permite de memoria y de deseo. ¿Hay algún lugar donde se reúna la memoria y el deseo y no aparezcan escindidos como corrientemente se cree?

«En esta tierra pétrea, ¿qué raíces prenderán?/ ¿qué ramas crecerán? Hijo de Hombre, / no lo puedes decir ni adivinar, pues conoces solo/ un montón de imágenes rotas donde el sol golpea, / y el árbol muerto no resguarda, el grillo no da alivio/ ni en la piedra seca zona agua» . El Antiguo Testamento en el centro de la Europa contemporánea.

«Hijo de hombre» , el comentarista trae a Ezequiel: » ¿Hijo de hombre, revivirán estos huesos?» , (37,3). No lo puedes decir ni adivinar: pese a todo, a la tecnología, el enigma humano permanece. Lo más importante, pero lo que más se dilapida, es la vida. ¿Qué importa la resurrección en un mundo de jóvenes? Mundo desechable, ¿qué ramas crecerán?

El árbol muerto no resguarda. Habría que preguntarse hoy qué significa casa, árbol, resguardo. ¿Resguardarse de qué? ¿Qué significa hoy casa?

* Joaquín Hernández ha publicado su texto originalmente en el diario HOY.

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