Doblando el espinazo

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Después de amenazar al Paraguay con bloquearle el acceso al mar por el Río Paraná y el Río de la Plata, terminó de hacer apresuradamente su equipaje para viajar a Cuba donde se festejaba el sesenta aniversario del inicio de la revolución de Fidel Castro y protestar, de paso, por el bloqueo económico al que le somete los Estados Unidos a la isla. Porque cuando los Estados Unidos establece un bloqueo, es una muestra repudiable de imperialismo. Pero cuando lo hace el Mercosur es una manifestación en favor de la democracia y la libertad de los pueblos. Esta es la lógica con que ha actuado esta semana el presidente uruguayo Pepe Mujica. Como si Paraguay fuera un chico malcriado, echó mano a lo que quiso ser una ironía y fue un exabrupto: “Pero yo le regalo todas las presidencias del Mercosur que correspondan a Uruguay”.

Su desbordante amor por la democracia, expuesto ya el año pasado cuando explicó que en la decisión de suspender a Paraguay del Mercosur “primaron las razones políticas sobre las legales” ahora se vio reforzado con este viaje a Cuba adonde fue a abrazarse con el dictador más antiguo del continente: cumplirá 55 años en el poder el próximo 1 de enero. Tanto tiempo en el gobierno, en cualquier país, si no es una monarquía, es una dictadura; no existe ningún otro término para calificarlo.

Nos dirán que periódicamente, en la Asamblea Nacional, que es una especie de Poder Legislativo, asamblea popular, mezcla de Poder Judicial y órgano técnico asesor para todo aquello que desee realizar el dictador, se vota periódicamente y que sus integrantes, por unanimidad absoluta, deciden prolongarle el mandato por un nuevo periodo más. Fidel, que tiene una gran capacidad de sacrificio, renuncia a sus apetencias personales, y decide sacrificarse por su pueblo un periodo más. Cualquier parecido con episodios y dictaduras que nos tocaron vivir en el pasado no son mera coincidencia. La única diferencia es que uno lo hacía para preservar el país del “comunismo ateo y apátrida” y el otro del “imperialismo yanqui”.

Cuba es tan democrática que su Constitución, reformada en junio de 2002 por el Acuerdo Nº V-74, ya lo adelanta en su artículo 5: “El Partido Comunista de Cuba, martiano [de José Martí para quien no pueda desentrañar el neologismo] y marxista-leninista, vanguardia organizada de la nación cubana, es la fuerza dirigente superior de la sociedad y del Estado, que organiza y orienta los esfuerzos comunes hacia los altos fines de la construcción del socialismo y el avance hacia la sociedad comunista”. Vale decir, impone un pensamiento único cerrando toda posibilidad al pluralismo, elemento esencial de todo sistema democrático. El que no lo acepte está violando la Constitución.

En su artículo 39, inciso a), refiriéndose a la educación, dice que “Fundamenta su política educacional y cultural en los avances de la ciencia y la técnica, el ideario marxista y martiano, la tradición pedagógica progresista cubana y la universal”. Para luego afirmar, en el artículo 53 que la Constitución

“Reconoce a los ciudadanos libertad de palabra y prensa conforme a los fines de la sociedad socialista”. Interpretación: toda aquello que disguste al Gobierno se puede considerar, y de hecho se considera, automáticamente, contrario a “los fines de la sociedad socialista” con lo que se acalla, “con la ley en la mano” todo pensamiento crítico.

En el artículo 62 se aclara: “Ninguna de las libertades reconocidas a los ciudadanos puede ser ejercida contra lo establecido en la Constitución y las leyes, ni contra la existencia y fines del Estado socialista, ni contra la decisión del pueblo cubano de construir el socialismo y el comunismo. La infracción de este principio es punible”. Y ya sabemos, a través de la accidentada historia de estos penosos sesenta años de revolución cubana, que el objeto punidor se encuentra en el punto de mira de un fusil, o de cinco fusiles, o los que sean necesarios para formar un pelotón de fusilamiento.

Allí fueron los gobernantes bolivarianos a doblar el espinazo ante el “Papá Noel del Caribe” como lo calificó una vez a Castro la irrepetible María Elena Walsh. Si no sufren de las arterias, debido a la edad, estos señores pueden hacer lo que quieran con sus articulaciones, inclinando la cabeza y el tronco a quien les bendice con su trayectoria guerrillera. Pero que no vengan luego a querer darnos clases de democracia. Lo mínimo que se les puede pedir, es un poco de coherencia.

* Jesús Ruiz Nestosa es periodist paraguayo. Su texto ha sido publicado originalmente en ABC Color.

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