Con proyectos, no personas

Víctor Cabezas

Víctor Cabezas
Quito, Ecuador

Durante los últimos meses hemos observado una confrontación de argumentos entre dos de los actores políticos más prominentes de nuestro país. Por un lado el Sr. Presidente Rafael Correa critica el hecho de que el Alcalde de Guayaquil, Jaime Nebot, pretenda optar por un nuevo periodo en la administración del puerto principal; de acuerdo al Presidente, el Alcalde se ha perennizado en el poder y, ante este escenario, cierta prensa en un evidente apoyo ilegítimo al Abogado Nebot, ha denotado la importancia de la continuidad para la democracia, la importancia de que un político se mantenga y de seguimiento a sus proyectos y perspectivas.

Este hecho ha sido criticado por el Presidente Correa con la observancia de, que durante las últimas elecciones presidenciales, la Prensa y sus analistas, con el objeto de perjudicarlo, flamearon el argumento de que la alternancia es saludable para la democracia, que una República se construye a partir de diversos actores políticos y que los largos periodos en el poder no son saludables para la construcción de una verdadera sociedad con valores democráticos.

El debate se da en torno al porque los argumentos de juicio, sea la importancia de la continuidad o la alternancia, no se usan tanto para estudiar el accionar del Sr. Alcalde Jaime Nebot como para analizar el del Sr. Presidente Rafael Correa. No vamos a discutir quién tiene la razón, ni tampoco si la prensa ha intervenido de manera favorable en relación a un argumento u actor político determinado; simplemente agregaré un argumento al debate.

En Ciencia Política se habla de la importancia de la continuidad para el desarrollo de proyectos socio-económicos duraderos y sustentables; de igual manera se habla del imperativo que constituye la alternancia para la construcción de sociedades democráticas, con respeto a las libertades individuales; la alternancia como una manera de minimizar el riesgo de dictaduras o regímenes personalistas y autoritarios. La relación entre estos dos conceptos es, justamente, lo que se debate en el Ecuador, no obstante se omite el elemento substancial del argumento.

Cuando en Ciencia Política se habla de continuidad no se esta haciendo referencia a la continuidad de un actor político, cuando hablamos de continuidad nos referimos a la de un proyecto político, de un modelo de desarrollo, de un conjunto de actos y lineamientos para el progreso de un país o localidad. Cuando hablamos de continuidad la intención es que el plan de un gobierno tenga seguimiento, que el mismo sea sostenible y pueda ser proyectado a un futuro de país.

La continuidad en democracia, es de proyectos no de personas. Doctrinalmente se da esta diferencia debido a que los proyectos son, idealmente, técnicos, objetivos y comprobables; por otro lado las personas son susceptibles a la fiebre del poder. Somos por naturaleza inestables, sentimentales, ergo, la teoría nos dice que las personas con poder deben estar limitadas por la institucionalidad del Estado; los países deben estar ligados a grandes proyectos a su vez desarrollados por grandes personas, siendo esta una condición correlativa.

El Ecuador es un país de difícil gobernancia, donde a los políticos les gusta cambiar de era cada cuatro años, donde “refundar la patria” es el mejor argumento de campaña. En mi opinión, nuestro país necesita proyectos políticos duraderos que nos permitan construir una identidad de crecimiento, el Ecuador requiere que se institucionalicen las políticas de desarrollo, que se trace un rumbo de progreso en función de una proyección futurista. El debate debe tener en cuenta que ni la alternancia ni la continuidad son favorables per se, las mismas deben ser vistas a la luz de algo más eterno y estable que la voluntad, los sentimientos y las sensaciones mediatas de las personas, de los políticos, de todos nosotros.

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