Mandela y el deporte

Juan Jacobo Velasco
Mánchester, Reino Unido

«El deporte tiene el poder para cambiar al mundo. Tiene el poder para inspirar. Tiene el poder para unir a la gente de la manera en que pocas cosas lo hacen. Les habla a los jóvenes en un lenguaje que ellos entienden. El deporte puede crear esperanza donde antes solo había desesperación. Es más poderoso que el gobierno en cuanto a romper las barreras raciales» Con estas profundas palabras, el recordado y fallecido Nelson Mandela, sintetizaba la fuerza del deporte como mecanismo transformador de las sociedades.

Eso lo comprendió bien Madiba, quien antes de su reclusión de casi tres décadas, fue boxeador amateur y corredor. La tenacidad que desarrollan los deportistas, le dio la disciplina y la fuerza de espíritu para no desfallecer en medio de la ignominia de su encarcelamiento. Nunca dejó de correr y practicar actividad física a pesar del confinamiento, como una manera de darle luz a la oscuridad de su cárcel y espacio a la reflexión interior que desarrolló para transformar el deseo de revancha en un mecanismo de integración para formar un solo país.

Porque el deporte enseña a integrar a los rivales. Uno compite con otros, no contra otros. El deporte educa. Nos enseña que en la cancha de juego, en la piscina o en la pista de atletismo, todos somos iguales, sin distinción de raza, nivel socieconómico ni religión. Y que necesitamos del resto para conseguir nuestros objetivos, como un equipo.

Mandela fue un hombre grande porque puso en práctica sus ideas. El deporte no fue la excepción. Durante su presidencia se realizó la Copa Mundial de rugby en Sudáfrica. El hecho era polémico para la mayoría negra, porque el rugby era un deporte de blancos, al que otras razas prácticamente no tenían acceso. De hecho, el nombre con el que se conoce a la selección nacional es Springboks, la forma afrikaaner con que se denominan a las gacelas. Para muchos era una afrenta y pensaban cambiarlo y boicotear la Copa.

Pero Mandela hizo lo opuesto. Mantuvo el nombre y se apersonó de la organización y del apoyo a sus jugadores, quienes antes de la final visitaron la cárcel de Madiba e, impresionados, se prometieron vencer. Y lo lograron, con Mandela celebrando con una camiseta de su selección. Como cuenta John Carlin sobre el hecho: «Todo el país, blancos y negros, cantaron y bailaron hasta la noche, unidos en una causa por primera vez en la historia, una celebración delirante. Mandela cumplió su meta de crear lo que permanece hasta hoy: una democracia multirracial estable».

Mandela fue esencial para la elección de Sudáfrica como sede del primer Mundial de fútbol en suelo africano. Fue una de sus alegrías más grandes y también para su pueblo, amante de este deporte. Por eso se entiende el homenaje de la FIFA, y de los equipos y deportistas del mundo entero, que guardaron un minuto de silencio para recordar a un ícono que demostró que la voluntad humana, como nos enseña el deporte, no tiene límite y lo puede todo.

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