El falso indigenismo de Evo Morales

Carlos Sánchez Berzaín
Miami, Estados Unidos

Evo Morales no es un indígena como su propaganda y el diseño oficial de su imagen lo presenta.

Es un mestizo cocalero que utiliza la denominación y el discurso indigenista para encubrir su verdadera naturaleza del líder máximo de los cultivadores de coca ilegal en Bolivia, país cuya democracia ha destruido.

Es el gobernante que -después de la Revolución Nacional de 1952- ha cometido más abusos y tiene las mayores confrontaciones con los indígenas bolivianos a quienes persigue, divide y busca privar de sus tierras originarias para ampliar los cultivos de coca ilegal como en el caso del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Secure (TIPNIS).

Se dice Indio «del indígena de América, o sea de las Indias Occidentales al que hoy se considera como descendiente de aquel sin mezcla de otra raza».

Indígena en «sentido amplio se aplica a todo aquello que es relativo a una población originaria del territorio que habita», y en sentido estricto se aplica a «las etnias que preservan las culturas tradicionales».

Se considera al indigenismo «una ideología política en varios países de América Latina, que hace hincapié en la relación entre el estado nación y las minorías indígenas».

Desde las dictaduras del siglo XXI lideradas por el castrismo y a las que pertenece Evo Morales, el indigenismo es parte de la nomenclatura utilitaria para la articulación política, sobre todo en los países andinos.

En Bolivia la revolución nacional de 1952 liderada por Víctor Paz Estenssoro estableció el «voto universal», la «reforma agraria» y la «reforma educativa» como bases fundamentales para la «liberación del pueblo boliviano» (en ese momento mayoritariamente indígena y rural) y para la construcción de la «Nación Boliviana».

Desde entonces ningún gobierno interrumpió este proceso, hasta que la intervención transnacional con Evo Morales con disfraz indigenista y subordinación castro-chavista llegó al poder.

«Bolivia no es indígena, es mayoritariamente mestiza», demostraba ya el año 2007 el académico Carlos Toranzo del Instituto Latinoamericano de Investigación Social (ILDIS) en el ensayo «Viabilizar a los mestizos y cholificar la discusión social», demostrando con los censos y encuestas un promedio superior al 60% de mestizos frente a no más de 20% de indígenas.

En 2008 las encuestas demostraban que un 73% de los bolivianos se identificaban como mestizos.

En el Censo Nacional de 2012, luego de 60 años de la revolución nacional, el 69% del pueblo boliviano han expresado «no pertenecer a ningún pueblo indígena», pese a la manipulación realizada por Evo Morales que desde el gobierno impidió preguntar si el ciudadano se identificaba como «boliviano».

El mestizaje «identifica a seres humanos que tienen antecesores de distintas culturas o etnias y que dan origen a una nueva». Los bolivianos somos orgullosa y mayoritariamente mestizos. El concepto «boliviano» tanto cultural, sociológica y políticamente comprende como «nación» a todos los nacidos en Bolivia incluidos los pueblos originarios que son la base del mestizaje, la base de lo boliviano.

La campaña de división y confrontación entre bolivianos es parte de la estrategia de intervención transnacional diseñada y operada por el imperialismo castrista, la utilización del indigenismo es uno de sus mecanismos.

La constitución política de Evo Morales lo demuestra al reconocer 36 naciones y reemplazar la República de Bolivia por un «estado plurinacional», suplantando la «nación boliviana» como base de la unidad nacional.

Evo Morales que ni siquiera habla una lengua originaria (pídanle un discurso o un debate en quechua o en aimara), no es un indígena, es un boliviano (mestizo) como su propio nombre y apellido lo demuestran.

Es el máximo líder cocalero (persona que cultiva y explota la coca, un arbusto de la familia de las eritroxiláceas de la que se extrae la cocaína), que utiliza una falsa imagen de indígena mientras combate y destruye el indigenismo y la nación boliviana.

* Carlos Sánchez Berzaín es abogado y politólogo boliviano. Es director del Interamerican Institute for Democracy

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