Total transparencia privada

Mauricio Maldonado Muñoz
Génova, Italia

“Para luchar contra la confusión el poder ha sido centralizado y se han incrementado las prerrogativas del gobierno (…) Desde luego, no hay razón alguna para que el nuevo totalitarismo se parezca al antiguo (…) Los mayores triunfos de la propaganda se han logrado, no haciendo algo, sino impidiendo que este algo se haga. Grande es la verdad, pero más grande todavía, desde el punto de vista práctico, el silencio sobre la verdad”.

Aldous Huxley, Un mundo feliz (Prólogo a la segunda edición)

El voto de Venezuela, para que “con total transparencia privada” se llevara a cabo la sesión de la Organización de Estados Americanos (OEA) en la que Panamá cedió su silla a María Corina Machado para que pudiera exponer su versión sobre la realidad de la situación venezolana, no hace sino desnudar la hipocresía de la política de los últimos tiempos en nuestro continente. Y revela, con ella, la penosa situación actual de las libertades.

Los activistas de izquierda que con justa razón lucharon contra las asesinas dictaduras de los 70’s y 80’s, que reclamaron contra la desinformación oficial de aquellos tiempos, hoy prefieren tratar en privado las situaciones violentas. Tal es el caso citado.

Para más abundar en una cuestión conexa, son quizá los mismos activistas de izquierda (a veces vistiendo de Prada) que hace tiempo reclamaron un sistema interamericano de derechos humanos que sirviera para asegurar los derechos fundamentales frente a los gobiernos, los que ahora lo rechazan como un supuesto instrumento de los poderes burgueses. Por supuesto, cuando controlan los excesos de otros sirven como reivindicación, cuando controlan los propios, son enemigos.

Venezuela, que denunció la Convención Americana sobre Derechos Humanos (CADH) es el ejemplo más patético; y, hoy por hoy, Colombia, que ha desconocido las medidas cautelares de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), es el más reciente desvelo del ataque y desmedro al sistema.

Los declarados neoconstitucionalistas ecuatorianos deberían estar ahora mismo rasgándose las vestiduras frente a un fenómeno ideológico jurídico que en muchos casos no llegaron a entender y que confundieron con un declarado garantismo que, para pena de muchos, existe fundamentalmente en el papel, pero escasamente en la realidad.

Las Escuelas de Derecho donde se enseña el sistema interamericano y los artículos que hablan sobre el bloque de constitucionalidad o el control de convencionalidad deberán ser cada vez más reemplazados por textos de Foucalt donde se explique que las relaciones jurídicas son nada más que relaciones de poder y que la lógica del poder (y la de la guerra) no es la lógica del derecho, sino la de la lucha y la fuerza.

“Total transparencia privada” de los asuntos públicos y más preocupantes, y “total publificación de lo privado” es el penoso síntoma de nuestros tiempos que confunden democracia con el simple aplauso mayoritario, y que se sirven de conceptos como “pueblo” o “patria” para no decir “gobierno”.

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