Globalización ¿universalización de la identidad perdida?

Víctor Cabezas

Víctor Cabezas
Quito, Ecuador

Durante mi último año de colegio, confluyeron una serie de discursos sociales conducentes hacia la ponderación y glorificación de la “globalización”; en clase nos decían como ser ciudadanos globales, de mentalidad abierta y comprometidos con los nuevos retos de la humanidad.

Es claro que la globalización puede ser entendida como un proceso para la comprensión de la interdependencia global de los problemas sociales o como un sumario de interacción e integración entre la gente, los Estados y las empresas. Sin embargo, el proceso de globalización –tal como lo estamos percibiendo hoy en día- es muy asimilable a un proceso consolidado por parte de las hegemonías mundiales conducente hacia la liberalización de mercados, la ponderación de discursos sociales y políticos inamovibles y la estructuración de nuevos consumidores ávidos de insertarse dentro del arquetipo de “ciudadano del mundo”.

Hay mucha evidencia que nos permite asimilar a la globalización a un proceso de universalización de la opinión pública. Un modelo donde, citando al profesor Noam Chomsky, existe un catálogo de ideas políticamente correctas; la democracia, la libertad de expresión, la legitimidad de los medios libres e independientes, el libre mercado, etc. Este catálogo de ideas intocables sustancia y legitima la acción monopólica de las grandes corporaciones que controlan y concentran la operancia material de dichas entelequias o ideales “correctos”. Hablemos de libertad de expresión, en Estados Unidos –ejemplo y promotor de la globalización- la opinión pública es enmarcada y dibujada por 6 empresas –Newsgroup, NBC, Time Warner, Viacom y CBS- que controlan el 90% de las televisoras, periódicos, radios, casas productoras y portales web.

Uno de los problemas más agudos dentro del proceso de construcción de identidad y preservación de nuestra cultura –en el supuesto de que existiera- es precisamente la oleada de moda, música, vocabulario, conductas y modelos de pensamiento direccionados hacia el posicionamiento y consolidación de una cultura hegemónica; ciudadanos con objetivos éticos y morales comunes, ideales concomitantes, consumidores de marcas comunes, con anhelos consonantes, con modelos morales asimilables; la terrible e inconcebible pretensión de encontrar ciudadanos universalizados; una forma de vida, un influjo cultural-aspiracional susceptible de ser hallado en Nueva York, en Praga o en Cusubamba.

No es casualidad que dentro de las comunidades y pueblos más recónditos de nuestro país exista un creciente mercado de ropa “Abercrombie” “Adidas” o “Hollister” –sin que exista ninguna razón medianamente coherente para pensar que aquello es incorrecto o peor aún indebido-. Habría que preguntarnos que fenómenos sociológicos y culturales han confluido para que una gran facción de nuestra juventud –me incluyo- haya establecido como objetivo de vida aquellos paradigmas de hombre exitoso, con el deber de ser feliz, demócrata, interconectado a través de miles de aparatos y cables, con títulos, vistiendo a la moda, en forma, con un particular acento a inglés en el hablado y con un gran arsenal de tarjetas de crédito.

Es larga la discusión doctrinaria a cerca de la verdadera naturaleza de la globalización; el celebre profesor de MIT Noam Chomsky, ha desarrollado un largo cúmulo de textos que, entre otras cosas, advierten del carácter colonialista de la globalización. Las culturas y los países ya no se conquistan con la guerra o con la violencia directa; son los influjos culturales de las hegemonías mundiales -debidamente incorporados dentro de una sociedad- los que determinan el nuevo orden de ejercicio de poder en el mundo.

Es imposible negar la globalización y pensar que, en gran medida, no somos un producto más de aquella. La moda, la tecnología, los discursos sociales y políticos hegemónicos, las muletillas al hablar y las verdades absolutas hoy demarcan y dibujan el escenario en el que deberemos encontrar y construir el nuevo sentido de identidad –que discutiblemente hallamos podido tener algún día- como individuos y sociedad.

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