Una voz clama en el desierto

Carlos Jijón
Guayaquil, Ecuador

La semana que la Asamblea Nacional concluyó el primer debate de las enmiendas constitucionales que permitirán la aprobación de la reelección presidencial indefinida, el alcalde de Quito, Mauricio Rodas apareció en el balcón del Palacio de Carondelet, junto a la Chilindrina, acompañando al Presidente Correa y al vicepresidente Glas mientras se dirigían hacia la multitud con gestos de victoria. Quizás sea injusto, pero creo que esa foto de Rodas, casi de la mano de la Chilindrina, en el balcón del Palacio (para pedir apoyo al metro de Quito mientras el proyecto oficial de quedarse para siempre en el poder avanza a grandes pasos), es casi un símbolo de lo que ocurre con la dirigencia política en el Ecuador en estos graves momentos para la democracia.

La CONAIE, por ejemplo, se ha declarado en movilización permanente porque van a arrebatarle su sede. Desde hace un año, el partido de gobierno impulsa la posibilidad de reelegirse de manera indefinida, de quedarse para siempre en el poder, sin que los líderes del movimiento indígena asuman una actitud al menos similar. Yo, por supuesto, no puedo sino condenar las represalias del régimen contra la CONAIE y el intento de despojarlos de ese reconocimiento que les entregó la democracia. Entiendo como el que más la necesidad de Quito de construir su metro y aliviar sus angustiosos problemas de tránsito. Pero creo que la democracia es más importante que un metro o un edificio.

Fue la democracia la que permitió la consolidación del liderazgo histórico de la CONAIE en su lucha por la reivindicación de los derechos del pueblo indígena. Fue la vigencia de un estado de libertades, y en particular de la libertad de expresión, la que les permitió elevar su voz con razón, y a veces incluso sin ella, en contra de todos los gobiernos democráticos desde el de Rodrigo Borja, sin que a nadie se les haya ocurrido reprimirlos, o castigarlos, por dizque hacer oposición política. Dicho sea de paso, la lucha por la reivindicación de los derechos de un pueblo siempre va a ser política.

¿Por qué entonces el inmovilismo de la CONAIE y la dirigencia indígena ante el avance de la reelección indefinida? ¿Qué es más importante para Quito? ¿La construcción del metro o la vigencia de las libertades? ¿Por qué, en este desierto en que se ha convertido el escenario político del Ecuador, solo se escucha, a lo lejos, el clamor de Guillermo Lasso y los de Compromiso Ecuador?

La Historia dice que a fines del siglo XX, a fines de la década de los setenta, los medios de comunicación agrupados en la AEDEP y un puñado de políticos de centroizquierda como Jaime Roldós, Osvaldo Hurtado, Rodrigo Borja o Abdón Calderón Muñoz, lideraron el retorno a la democracia enfrentando a la dictadura militar. Tal como van las cosas, lo que la Historia dirá de la mitad de la segunda década del siglo XXI es que un exbanquero lideró, casi en solitario, la oposición a que en el Ecuador se consolide un régimen de características similares al chavista.

Difícil saber en este momento cuánto éxito podrá alcanzar Guillermo Lasso en su lucha solitaria por la democracia. Pero es claro que ha actuado para la Historia al promover la recolección de firmas para la consulta popular, al recorrer el país predicando contra la reelección indefinida, al seguir insistiendo en levantar la voz en medio de este desierto.

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