La Cumbre y los Panamericanos

Danilo Arbilla
Montevideo, Uruguay

Este fin de semana, viernes 10 y sábado 11, Panamá será sede de la VII Cumbre de las Américas, que convoca a casi tres docenas de Presidentes y Jefes de Estado del hemisferio, y en julio próximo, del 10 al 26, se realizaran en Toronto, Canadá, los XVII Juegos Panamericanos en los que participarán no menos de 7.000 atletas.

Respecto a la Cumbre, parecería que ya todo el mundo sabe lo que va a pasar allí. Barak Obama, de los EE.UU.; Raúl Castro, de Cuba; y Nicolás Maduro, de Venezuela, serán los protagonistas de un espectáculo en dos actos, que contará con el acompañamiento en coro de los restantes participantes.

En el primer acto se festejará y saludará el debut de Cuba y alcanzará su más alto nivel de impacto con el apretón de manos entre Castro y Obama, que marcará el retorno a una vieja relación que quedó trunca por unas décadas. La paz, la reconciliación, la hermandad americana, el diálogo, la soberanía y la no ingerencia sobrevolarán el escenario, y ocuparán el lugar más alto del podio. Por el piso puede que quede la Carta Democrática Interamericana y todos sus principios (los agoreros más pesimistas hablan de que la libertad de expresión ni será citada). Es que algo hay que sacrificar, explicarán, supongo, los mandatarios y me imagino que la gran mayoría de ellos sentirá un cierto regocijo interno al ignorar ese molesto tema de la libertad de expresión, si es que ocurre.

Ojalá que no suceda tan así. Hay quienes no son tan pesimistas y tienen esperanzas. No hay que descartar, además, alguna sorpresa que pueda dar Fidel, revivido públicamente en estas horas. Con él nunca se sabe.

En el segundo acto, Maduro será la estrella. Estará encargado de enumerar las decenas de golpes de Estado, invasiones y planes de asesinarlo que casi ocurren en estos dos últimos años. Todos pergeñados por el imperialismo yanqui, por lo que pedirá la condena de los EE.UU. y seguramente recibirá el caluroso apoyo de sus colegas, salvo el de Obama –presumo– y el de algún distraído que no me imagino.

Se entiende que nadie tendrá dudas ni averiguará, por ejemplo, que pese a las mencionadas “sanciones”, en esas 48 horas EE.UU. estará pagando más de 60 millones de dólares a Venezuela por 1.400.000 barriles de petróleo. Porque, pese al incremento de la producción propia, los EE.UU. siguen comprando petróleo venezolano: US$ 1.200 millones por año y al contado. ¿Qué sería de Maduro sin ese aporte? ¿O sin las otras compras que le hace y lo que Venezuela importa desde el imperio, su principal socio comercial?

Lo que pasa es que las mentadas sanciones no son económicas. En realidad, solo alcanzan a siete funcionarios venezolanos acusados de violar los derechos humanos. ¿Y en que consisten esas sanciones?: en que se congelarán todos los bienes que esos siete señores tengan en EE.UU., y además no podrán hacer ningún tipo de negocio con ciudadanos estadounidenses. Lo novedoso es que parecería que estos altos revolucionarios del Socialismo del Siglo XXI han hecho algunas inversiones en el imperio, del que despotrican continuamente y además hacen negocios con los estadounidenses.

Sería interesantísimo que alguno de los presidentes, los que notoriamente evitan el tema de los DD.HH. en relación a Venezuela, le preguntara a Obama y a Maduro si tienen cifras de las inversiones en EE.UU. de los siete bolivarianos sancionados y qué tipo de negocios tienen éstos con los estadounidenses y, ya de paso, si hay alguna investigación respecto al origen del dinero que manejan los siete. Sería impactante y le daría otro encanto a la Cumbre.

Para los Juegos Panamericanos, en cambio, sí hay alguna incógnita. Se sabe que Cuba enviará a sus atletas –una elite privilegiada y dedicada full time– con mandato expreso de no perder el segundo lugar continental que ocupan tras los EE.UU. (en México, los cubanos se alzaron con 58 medallas de oro, 35 de plata y 43 de bronce). Lo que nadie se anima a predecir, empero, es cuantos serán los atletas cubanos que aprovecharan los juegos para desertar y pedir asilo, pese a los privilegios de que gozan, la fuerte custodia y el espaldarazo de la Cumbre.

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