Lecciones desde Grecia

Marcela Vélez Plickert
Frankfurt, Alemania

“Los países no caen en default, los bancos lo hacen”, declaró este lunes el primer ministro griego, Alexis Tsipras. Lo cierto es que los países sí pueden caer en default. Ahí está Argentina, uno de los casos más trágicos de la historia reciente, en 2001; incluso Ecuador en 1999 y 2008. América Latina tiene algunas lecciones que dar en crisis de deuda. Pero son todas lecciones que se olvidaron rápidamente en algunos países. Por eso vale la pena revisar el origen de la crisis griega, al igual que el manejo que se ha hecho de ella, para obtener varias lecciones y alertas.

Es cierto que la crisis griega también es resultado de factores externos. La crisis financiera de 2008 y la recesión mundial que le siguió ahuyentó a los inversionistas; desaceleró el comercio mundial, lo que supuso un golpe a las exportaciones griegas y al turismo, una de sus principales fuentes de ingreso, y secó las fuentes de liquidez para los endeudados bancos, que requirieron de rescates estatales. Sin embargo, el que Grecia todavía esté en recesión, mientras el resto de Europa vive un repunte, revela que el problema de fondo tiene que ver con un mal manejo interno de la economía.

Si el ingreso de Grecia a la Unión Europea en 1981 significó una mejora de su calidad de vida, su adopción del euro en 2001 marcó un antes y un después. Desde entonces y hasta 2008, antes de la crisis, su economía y el ingreso promedio de sus habitantes había aumentado un 27% y el desempleo se redujo en tres puntos porcentuales. A mediados de la década del 2000, Grecia vivió un verdadero boom, con tasas de crecimiento de entre 5% y 6%, por encima del promedio europeo. Con la eliminación de barreras arancelarias, financieras y monetarias, Grecia se vio de pronto inundada de capital listo para alimentar nuevas inversiones. No es secreto que mucho de ese capital fue malgastado y dirigido al pago de coimas. Transparencia Internacional determinó en 2010 que la corrupción le costaba al país unos 800 millones de euros al año.

A pesar de eso,  Grecia pasó a ser un país desarrollado, con un alto estándar de vida, según el ranking de Desarrollo Humano, todo gracias a la construcción de un generoso estado de bienestar. Los beneficios se concentraron en el sistema de pensiones. A diferencia de otros países de la Eurozona, hasta 2010, los trabajadores griegos podían retirarse a los 57 años, en lugar de los 65 estipulados por ley. A partir de 15 años de aportes, se podía retirar el pago de una pensión básica equivalente al 70% del salario mínimo, es decir 486 euros al mes hace cinco años. En 2013, según cifras de Eurostat (organismo estadístico de la UE) la jubilación promedio en Grecia alcanzaba los 882 euros; a modo de comparación, la pensión promedio en Alemania era de 760 euros. Se trata de un sistema construido en base a intereses electorales. Por años, grupos determinados, como los trabajadores rurales, los peluqueros, los transportistas, etc…, fueron recibiendo beneficios en forma de pensiones complementarias de parte de los políticos de turno. A lo que se suma un alto nivel de corrupción en el pago y sistema de calificación para recibir los beneficios. Fue así que se construyó un sistema de seguridad social con un déficit que equivale a casi el 10% de la economía del país y con un alto costo sobre las arcas fiscales: por cada 10 euros que recibe el Estado, casi dos son destinados al pago de pensiones. Desde antes de la crisis, la Comisión Europea y la OCDE habían pedido a Grecia implementar reformas para garantizar la sostenibilidad de su sistema. Nada de eso ocurrió.

Por el contrario, para ocultar la debilidad de sus cuentas fiscales, Grecia manipuló sus estadísticas. No fue la primera vez, también ocultó el verdadero tamaño de su déficit fiscal para poder ingresar a la eurozona. Como los ingresos fiscales no eran suficientes, debido a la alta evasión fiscal y la baja productividad de la economía, sucesivamente los gobiernos griegos recurrieron al endeudamiento. Así fue como Grecia llegó a 2008, con una alta deuda pública, un sistema de pensiones desfinanciado debido a su político y la desviación de recursos por parte del Estado para financiar otros rubros, y un alto nivel de corrupción.

¿Son Grecia y Ecuador comparables? Los tamaños de sus economías no lo son. Ecuador equivale a un tercio de la economía griega. Pero otros indicadores son preocupantes. Al igual que sucediera con Grecia la década pasada, Ecuador está mostrando un comportamiento similar: un alto gasto público, mayor déficit fiscal y mayor endeudamiento. El cambio, según muestra la base de datos del Fondo Monetario Internacional es marcado a partir de 2008-2009. Esos fueron los años en que Ecuador declaró su último default, también fue el período en que comenzó a dispararse el gasto público. Si en 2007 el tamaño del Estado costaba 24% del PIB, en 2008 llegó a 35% y desde entonces ha aumentado hasta 44%. Cuando Grecia se declaró en crisis, su gasto público era de 50% del PIB. En el mismo período (2008-2015), Ecuador pasó de tener un superávit fiscal de 3%-2% (es decir que gastaba racionalmente los recursos) a un déficit de 4%. En 2008, antes de declararse en crisis, el déficit de Grecia fue de 4,9%. Los montos de deuda no son comparables. La deuda pública de Grecia casi duplican el tamaño de su economía, mientras en Ecuador equivale a poco más de un tercio, sin embargo su peso sobre las arcas fiscales se ha duplicado en los últimos seis años.

Hay dos elementos aún peores. La crisis griega también es atribuida a la poca transparencia de su economía y de su sistema político, lo que a su vez redunda en el atractivo para invertir, abrir empresas y crear empleo en el país. Grecia es uno de los países más corruptos de la Unión Europea, al ubicarse en el puesto 69 del ranking de Transparencia Internacional (entre 175 países). Ecuador se ubicó el año pasado en el puesto 110. Sobre la facilidad de hacer negocios, el ranking del Banco Mundial también muestra a Grecia a la cola de la UE en el puesto 61 entre 189 países. Ecuador aparece en el puesto 115.

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