La ciudad y sus librerías

Rhys Davies
Quito, Ecuador

Hinzelmann, un personaje de la novela American Gods de Neil Gaiman -autor británico de literatura fantástica- dijo, “una ciudad no es una ciudad sin una librería. Tal vez se denomine como una ciudad, pero si no tiene una librería, no engaña a nadie.” Es verdad. Y los lectores voraces de novelas, los amantes de libros de historia y los coleccionistas de mapas saben mejor que nadie que las ciudades muchas veces se destacan por la calidad de sus librerías. De la misma manera, también saben que, al visitar una ciudad sin una librería con personalidad, empleados cultos y los estantes llenos, se forma un gran vacío y quedan pocos ánimos de regresar pronto.

Las librerías son más que tiendas que venden libros; ellas dan carácter a las calles, a los barrios, a los pueblos y a las ciudades. Son un refugio y una especie de santuario en medio a la ciudad bulliciosa y exigente. Un lugar de alivio de nuestras ajetreadas vidas. No hay nada más inspirador para el espacio público y revitalizador para el espíritu que una auténtica librería. Sobran ejemplos en el mundo de librerías que han dado a turistas y viajeros una razón para enamorarse de una ciudad, y quizás también un motivo para que los nativos se sientan más orgullosos de las suyas. Las librerías forman, para muchos, parte importante del imaginario de ciudad.

Por ejemplo, para mí, Buenos Aires es un paraíso para los lectores. Es la ciudad con más librerías per capita en el mundo. Lo más lindo de Buenos Aires, sin duda, es caminar por las calles de Palermo -barrio que inspiró muchas de las obras de Borges-, entrar a sus diminutas librerías y descubrir joyas entre la polvareda de libros de segunda mano. Esta ciudad es también hogar de la impresionante librería El Ateneo. Originalmente concebido como un teatro, terminó convirtiéndose en la librería más hermosa del mundo. Manteniendo su imponente estructura, ahora los varios palcos se han convertido en rincones de lectura y espacios de descanso para los paseantes bonarenses y curiosos turistas. La tarima se ha convertido en una cafetería, donde se puede hojear la pila de libros escogida acompañada de un buen café.

City Lights Books es otra librería que define a su ciudad, San Francisco. Fundada en 1953 por el poeta Lawrence Ferlinghetti, fue el punto de encuentro en la costa oeste de los beatniks en los años cincuenta. Allen Ginsberg y Jack Kerouac eran sus habituales visitantes. Esta librería es realmente un sitio para los amantes de la lectura y sigue siendo un punto de referencia literaria y cultural para visitantes y residentes. ¿Sería San Francisco la misma ciudad sin esta mistica librería? Lo dudo.

Londres es otro ejemplo de ciudad librera. No se puede visitar la capital del Reino Unido sin curiosear las minúsculas librerias especializadas en los más extraños temas alrededor de Convent Garden. También, está Gosh Comics por otra parte de la ciudad. Junto con las variadas tiendas de discos, esta librería da color a un barrio de Londres que antes era más famoso por sus espectáculos de striptease que por sus librerías.

Lastimosamente, las auténticas librerías están en declive y ésta parece ser una triste tendencia mundial. Factores como el dominio de Amazon, los libros digitales y la distracción de las redes sociales hacen que muchas no sobrevivan y desaparezcan, como pasó con Libri Mundi de la Juan León Mera, librería emblemática de Quito. Para mucha gente la noticia pasará desaparecibida, pero la desaparición de las librerías genuinas deja un vacío en las calles y en los barrios de las ciudades, perdiéndose así una parte importante de su identidad.

@rhysjd84

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