Los refugiados llaman a las puertas del mundo

Martina Vera

Martina Vera
Madrid, España

La imagen de Aylan, un pequeño sirio de 3 años cuyo cuerpo inerte expulsó el mar a las costas europeas, conmocionó al mundo esta semana aunque esa tragedia enmarca la de miles que suceden hace meses. Familias sirias, iraquíes, afganas y eritreas, huyen de la violencia que genera la guerra en su país de origen y cruzan el mar para llegar a Europa. El continente de acogida tiene pendiente coordinar una acción colectiva urgente – entre 28 miembros, distintos en forma y fondo- para afrontar “la crisis humanitaria más grande de Europa desde la Segunda Guerra Mundial”-según la ONU-. Por su parte, los países del Golfo, naciones lideres a nivel mundial y estados semi-involucrados en el conflicto armado, brillan por su ausencia y dejan en manos de la UE una responsabilidad que debería ser de todos. Mientras tanto, miles de vidas se apagan en la odisea migratoria a diario. Luego, occidente se preguntará qué hizo para ganarse el rechazo de esas personas.

Una Unión en desacuerdo

Europa se enfrenta hoy al éxodo migratorio más grande de la historia, después del Holocausto, y una reacción colectiva eficaz tarda más de la cuenta en llegar. La letanía es un síntoma crónico en una Unión donde 28 países no solo tienen visiones distintas del drama migratorio, sino que también cuentan con capacidades de acogida diferentes -acorde a su cultura, realidad económica y situación política. A pesar de que ya en julio 40,000 refugiados llamaron a las puertas de Europa, la UE no emprende ninguna acción unitaria decisiva hasta hoy dado el desacuerdo entre sus estados miembros.

Antes de que la historia de Aylan conmocionara al mundo, varios estados de la UE se negaron a flexibilizar su capacidad de acogida a refugiados. Ese es el caso de España, Reino Unido y Hungría.  España, alegó que su nefasta taza de desempleo impedía una acogida mayor–: Agosto cerró con 4.067.955 de personas desempleadas. Reino Unido se opuso –por enésima vez- a las imposiciones de una Unión, cuya afiliación disgusta a varios. Viktor Orban, Presidente de Hungría dijo que la acogida “amenaza con convertir a los húngaros en minoría dentro de su propios país”. Esas posturas se corrigen, finalmente esta semana, y los tres gobiernos flexibilizan sus cuotas y asistencia migratoria. Otros miembros, que además son el puerto de arribo de los refugiados, como Grecia e Italia, tienen tétricas cifras económicas que no les permiten mejorar su capacidad de acogida temporal ni permanente. Solo Alemania abrió sus puertas de par en par a una la oleada que actualmente roza las 160.000 personas.

La oportunidad detrás del reto alemán

La Oficina Federal de Migración y Refugiados alemana calcula que unas 800.000 personas solicitarán asilo en el país este año y Alemania esta dispuesta a concederlo. Ese gesto no solo se inspira en la nobleza, sino también en la memoria histórica, así como en las necesidades actuales de la superpotencia. En lo que a historia se refiere, la herida del holocausto genera mayor solidaridad hacia quienes buscan asilo en tierra ajena. En lo que a realidad actual concierne, un estudio de la Fundacioon Bertelsmann ya advierte que la población cuya edad es apta para trabajar en Alemania decaerá un tercio en el 2050 a menos que el país acoja entre 276.00 y 491.000 inmigrantes por año, procedentes de fuera de Europa (el panorama en el resto del continente es similar y los inmigrantes sirios son además, en su mayoría, cualificados). Aun cuando la oportunidad de continuar reivindicando su imagen y retener su fuerza productiva llama a las puertas de Alemania, no se presenta sin retos ineludibles y asumirlos tiene mucho mérito. Alemania enfrentará el desafío de integrar a quienes acoge en tiempo record – Europa y el mundo ya sufren las consecuencias que la exclusión social genera en la radicalización de grupos islamistas-. La capacidad de retención de refugiados, así como el estimulo de su actividad productiva dependerán también de dicha capacidad de integración. La voluntad de acogida Alemana y el cambio de temperamento en Europa, son ya un primer buen síntoma de que el cuadro de inclusión podría funcionar. No se puede decir lo mismo de otros países con vínculos e intereses más próximos a regiones en conflicto que permanecen de brazos cruzados.

Todo lo que va, viene

En lo que llevamos del ano Europa acoge a 338.000 refugiados, mientras los países del Golfo acogen cero. EEUU que armó a los rebeldes sirios, solo ha acogido a 1,500 refugiados y actúa como si la crisis migratoria fuera tan solo un problema europeo. Otros países con menos vínculos en la región pero que se jactan de ser líderes en materia de DDHH como Canadá y Australia, acogen solo 1,074 Sirios en el mes de agosto. La vergüenza que se esconde detrás de esas cifras es indescriptible.

Una respuesta global y coordinada es imprescindible para afrontar una disyuntiva que llama a las puertas de Europa, pero puede derribar las del mundo. Nadie debe permanecer de brazos cruzados; este no es solo un problema Europeo. Si el mundo no reacciona por humanidad, que entonces lo haga por temor a que quienes no recibieron ayuda de aquellas regiones que viven del discurso solidario, decidan arremeter contra ellas. Aun entonces, los estados fallidos de los que emigran miles deben resolver agudos problemas de radicalización, corrupción, retroceso, sectarismo y cesar el conflicto armado. Difícilmente lo logren a tiempo y con elocuencia y menos si intermediarios clásicos como la ONU no actúan con mayor certeza.

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