Pilas con el miedo

;aríasol Pons

Maríasol Pons
Guayaquil, Ecuador

He tenido la oportunidad de hablar con personas de distintos perfiles, leer noticias de diferentes medios y perspectivas, entre otras interacciones, con el objetivo de observar el entorno. Mi conclusión es que se percibe mucho miedo acompañado de una incertidumbre acrecentada por la coyuntura actual de nuestro país. Mi análisis compete exclusivamente al ser humano como tal y su capacidad consciente. El miedo es como una epidemia insertada en el cerebro o la programación de la mayoría de los seres humanos para manipularnos en el proceso de toma de decisiones. El miedo es también un mecanismo muy útil para la supervivencia de la humanidad, el miedo dispara las alarmas fisiológicas que preparan al cuerpo a una defensa ante un potencial peligroso. Eso es formidable por si nos va a morder un perro y nuestro sistema de defensa es activado correctamente para esquivarlo, pero ¿qué pasa cuando el miedo toma las riendas de nuestras vidas?

Resulta que los niños son quienes menos sufren de este mal aunque a partir de los 7 años, más o menos, contagiados por los adultos, empiezan a describir o asociar “lo desconocido” con la sensación del miedo. Es esa perspectiva la que, más tarde, nos impulsa a quedarnos restringidos en una zona de confort donde el miedo está “controlado” porque vivimos bajo la perspectiva, falsa, de un “riesgo controlado”. Gobernados por el miedo los jóvenes escogen carreras universitarias que verdaderamente no les gustan sólo por miedo a unas supuestas pocas probabilidades de éxito en lo que realmente les gusta, los funcionarios obedecen instrucciones contrarias a sus convicciones por miedo a ser despedidos y no tener con qué sostener a sus familias, la gente no declara sus sentimientos por miedo a ser rechazados, los países construyen barreras por miedo a perder el control y las personas callamos frente a las injusticias por miedo a ser el siguiente. En esa vorágine de miedo todos nos convertimos en su alimento cuando dejamos de hacer, decir y pensar por miedo, permitiendo así que quien domina con esa herramienta, continúe fortalecido en su camino.  Un poco como la figura de la “nada” en la película “La Historia sin fin”, que devora todo a su paso. Muchas religiones también utilizan el miedo como un mecanismo de obediencia para controlar a quienes conforman esos grupos. Si somos capaces de ver esto, pareciera lógico que reconociendo el síntoma podríamos estar en vías de curar la enfermedad.

Para esto, podemos sentarnos por unos minutos a observarnos desde una tercera persona, sólo con nuestro sentido común, sugiero tomar apuntes de todo aquello que despierta el monstruo del miedo en nosotros para poder identificar el origen del miedo y definir si este es lógico o no. De esta manera, podemos despertar a la noción de que hemos querido hacer algo hace mucho tiempo y no lo hemos hecho sólo por un miedo pre-establecido en nosotros por alguien más, y darnos cuenta de que hemos podido estar negando nuestra voluntad. No digo con esto que el miedo no sea una buena herramienta en ciertos momentos, pero, como todo, debe hallarse en un balance. Habrán reacciones que se desprenden del inconsciente pero eso ya es otro tema. El miedo en exceso nos reduce a nuestra mínima expresión o potencial, convirtiéndose -con nuestro permiso- en nuestro peor carcelero. Bajo este esquema, todos tenemos la llave de nuestra propia cárcel. Considero que sería más sano vivir construyendo una sociedad que valora el respeto pues este nos hace responsables de nuestros actos y nos lleva a considerar los planteamientos de los demás con la misma medida que consideramos los propios. El respeto nos empodera; el miedo, en contraste, reduce nuestro ámbito, coarta nuestra capacidad de gestión, de amar, de disfrutar, de opinar, en resumen, coarta nuestra capacidad de vivir. Hay infinidad de factores que cabrían en el desarrollo de esta temática, pero esto es un artículo de opinión y no una tesis, sin embargo, es inevitable mencionar al mejor amigo del miedo, el ego, que fortalece la coraza de auto-protección individual que inhibe al ser humano y da rienda suelta al dominio del miedo. Dicho esto, el credo individual es irrelevante, como también lo es la ética que quiera aplicar o la corriente filosófica a la que quiera acogerse. Para este análisis sólo hace falta que nos miremos al espejo y descubramos, responsablemente, si estamos o no siendo dominados por el miedo, ¡pilas!

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