Algo que aprender de los extremistas

Martina Vera

Martina Vera
Madrid, España

Nick Clegg, no cree que la política ni la vida deban vestirse de blanco o negro, sino mas bien de distintos tonos de gris; esos tonos reflejan su tendencia liberal como antiguo líder de un partido centrista al que renunció tras la victoria aplastante de la derecha extrema en Reino Unido. Aquel centro político que evolucionó -en ese y otros países- a causa de las injusticias y el caos que provocó la polarización de los noventa, podría quedar extinto; lo reemplazaría el extremismo político que está de moda. Si eso sucede, varios países elegirán librar por si solos, batallas que únicamente pueden ganarse en conjunto. Como dice el refrán: “ningún extremo es bueno” y la polarización es aún más inoportuna en un mundo que afronta retos de raíz y alcance global.

La polarización está en auge

La polarización ideológica y política está en auge, aunque eso nos genere una sensación de dejabu incómoda. ¿No lo cree? En Latinoamérica la extrema izquierda no suelta las riendas de varios países (Correa aún cuenta con el 52% de aprobación en Ecuador, Scioli reúne un 33,4% de intención de voto en Argentina); esa misma tendencia gobierna en Grecia (Tsipras gana por segunda vez, en un año, con 35,5% de los votos) y coge fuerza en España (Podemos y sus derivados ya presiden los ayuntamientos de Madrid y Barcelona). En Reino Unido la extrema derecha no abandona el mando (los conservadores ganaron las elecciones con mayoría absoluta); esa tendencia podría asentarse en EEUU en las presidenciales (Trump es el líder de las primarias republicanas con 26% de intención de voto y escenario favorable contra los demócratas). En Escocia (Reino Unido) y Cataluña (España) bulle un sentimiento secesionista extremo, puesto a prueba en el primero y a punto de verificarse en el segundo.

Sin importar de donde provengan las fuerzas polarizadoras -derecha, izquierda, secesionismo- hoy cuentan con apoyo popular sólido y en asenso. ¿Qué explica ese fenómeno? Los polarizadores prometen proteger a una sociedad que se siente abandonada y desprotegida por el estado pero también decepcionada con la política tradicional; la desesperación es mala consejera. Los polarizadores quieren crecer a costa de otros y no junto a otros; manejan un discurso revanchista que endiosa la identidad local vs la global e identifican enemigos externos a los que culpan de carencias internas. Esas políticas de aislamiento son contraproducentes en un mundo de retos globales.

Lo que el centro debe aprender de los extremos

Los retos que nos carcomen tienen alcance global y varios países quieren afrontarlos de forma colectiva. La nación por si sola, ya no es garante suficiente de bienestar y protección ciudadana contra el terrorismo, narcotráfico, calentamiento global, crisis de refugiados y la expansión de brechas sociales; si podrían serlo un conjunto de estados. Varios países lo saben y crearon sinergias en función de algunos de esos retos–Unión Europea, MERCOSUR (Mercado Común del Sur), ANSA (Asociación de Naciones del Sureste Asiático). Lideres cuyo legado trasciende la conveniencia política del momento, como el Papa Francisco, también hacen alusión a esa unidad, cooperación y conciliación, pero aun esos esfuerzos pueden quedarse cortos; los extremistas y polarizadores todavía prosperan. Lo hace porque los proyectos unitarios que promueve el centro tardan demasiado en consolidarse y los lideres que los encabezan carecen del carisma y la empatía necesarios para preservar el apoyo popular en tiempos álgidos. La unión hace la fuerza, pero no hay unión sin fuerza.

Los ensayos sinérgicos regionales tardan en consolidarse con efectividad y elocuencia;  la Unión Europea, que atraviesa duros momentos de crisis económica y humanitaria, es un claro ejemplo. Mientras, el reloj avanza, los problemas se multiplican y los lideres del centro no preservan el apoyo suficiente para continuar desarrollando proyectos reformistas, complejos y extensos. Olvidan mostrarse impolutos, nuevos, genuinos, firmes, empáticos y conmovedores en momentos tempestuosos donde se pone a prueba la verdadera afectividad de los bloques y uniones regionales. En tierras polarizadas como Ecuador, Argentina, Grecia, Reino Unido y Cataluña ese tipo de liderazgo, no cuaja en el centro, pero sí en los extremos. Si bien ningún extremo es bueno, los polarizadores si son quienes hacen un buen trabajo a la hora mantener el apoyo popular en momentos críticos. Algo ha de aprenderles el centro antes de que sea demasiado tarde.

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