Correa en la ONU: justicia a la carta

Martina Vera

Martina Vera
Madrid, España

En una cosa, al menos, sí acertó Rafael Correa en su discurso ante la Asamblea General de las Naciones Unidas esta semana: la justicia está hecha a medida de la voluntad de los poderosos. Eso lo sabe él de primera mano. En todo lo demás, se equivocó. Impartió cátedra de Derechos Humanos y Ambientales con una actitud revanchista y exigiendo respeto a valores que él mismo vulnera al promover un concepto de “justicia” que opera en función de sus necesidades.

No solo se trata de hablar fuerte, sino también de hablar claro. Correa habló fuerte en las Naciones Unidas y se pronunció sobre temas que la comunidad internacional gestiona con mediocridad; sin embargo, puesto que él tampoco es capaz de solventar eso dilemas, no nos habló claro. Si fue clara la ironía de que critique quien no es capaz de ejercer la autocrítica.

Pide respeto a derechos que vulnera

La arenga sobre DDDH que impartió Correa en la Asamblea de la ONU se inició con una crítica a al inmovilismo mundial ante la crisis humanitaria que afronta Europa, a cuyas costas llegan más de cuatro millones de refugiados. Si bien su observación es válida y necesaria, la forma en que la articuló resulta trivial, irónica, pasiva y confusa. Es trivial porque no reconoce la complejidad del dilema en cuestión: aquellos países reacios a acoger refugiados alegan que su mala condición financiera y social les obligaría a comprometer derechos básicos de sus ciudadanos para concederlos a extranjeros. Es irónica porque proviene de un líder que habla de priorizar las necesidades de sus ciudadanos frente a las de terceros bajo cualquier circunstancia -al menos eso alegó Correa cuando renegó unilateralmente la deuda e impuso salvaguardias-. Es pasiva porque no reconoce la actitud proactiva de acogida en países como Alemania, España y Francia –recibirán una cuota extensible de 31,443, 24,031 y 14,931 refugiados respectivamente- ni se compromete a expandirla a su propio país. Es confusa porque habla de la necesidad de estabilizar los países de origen, de los que huyen los refugiados, sin aclarar cómo hacerlo evitando injerencias. Lo que sí es claro, en lo referente a la resolución de esta crisis es que Putín, amigo ideológico de Correa, la aborda con apoyo militar a Bashar Al-Asad, el dictador responsable de 215,000 muertes en la guerra Siria. Siendo tal el panorama no es de locos cuestionarse, ¿a medida de quién están hechos esos derechos de los que habla el Jefe de Estado?

Fanatismo y Ceguera

Por si la incongruencia de quien exige respeto a los DDHH sin darlo se hubiera quedado corta con el tema de los refugiados, Correa hizo también alusión a la normalización de las relaciones bilaterales entre EEUU y Cuba. Dijo que le dolía oír a Obama decir que, “ha cambiado 50 años de embargo, no porque ha roto con todo el derecho interamericano, contra el derecho internacional, contra el derecho del pueblo cubano, sino porque no ha funcionado.” ¿No le duele también la violación sistemática de los DDHH que padecen los presos políticos y el pueblo cubano tras 50 años de represión castrista? ¡Claro que no! Solo eso explica que exporte ese modelo a su propia casa y tenga la audacia de pedir a otro respeto por una vulneración a la que él llama “justicia”.

Finalmente, el Jefe de Estado habló con orgullo de padre sobre la protección de los derechos ambientales en Ecuador. Se refirió correctamente a los países más ricos como los mayores contaminadores e hizo alusión a las dificultades para reducir emisiones en los países con menos recursos. Desafortunadamente del dicho al hecho, hay un largo trecho, En Ecuador, esa justicia ambiental a la que se refiere Correa está hecha a su talla y medida; no olvidemos que a pesar de bañarse en aguas de gloria ambiental, permitió que se explote el Yasuní ITT en casa, a sabiendas de los irrevertibles daños que la perforación ocasionará, así como la condena a extinción que eso remite a los Taromenane.

Justicia a la Carta

En 34 minutos de discurso lo que más llamó la atención fue el revanchismo y la convicción ciega con que Correa pronunció sus palabras. De esas palabras, me quedo con la claridad y la verdad dentro de lo incierto: la justicia está hecha a medida de quienes ostentan el poder y Correa es el vivo ejemplo de ello; ya sabemos, en la práctica, qué es lo que ante sus ojos significan la justicia, los derechos humanos y ambientales.

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