Nada está dicho en España, poco ha hecho en Ecuador

Martina Vera

Martina Vera
Madrid, España

Nada está dicho en la vida política de España hasta el 20 de diciembre, día en que se celebran las elecciones generales. La única certeza que ronda el ambiente pre-electoral: la irrupción del bipartidismo, la arrojaron la crisis económica y la corrupción política; ocasionaron una rebelión en la que los ciudadanos recobraron protagonismo. Al otro lado del Atlántico, Ecuador vive un momento de recesión económica que se torna insoportable a raíz de la irresponsabilidad financiera del gobierno y la corrupción institucional. Nada está dicho en nuestro país tampoco; al menos no hasta que los ciudadanos recobremos protagonismo y refundemos la política y la democracia.

En crisis, otros se reinventan

En el 2011 los indignados de España protestaron contra la crisis económica (mal gestionada por el Partido Socialista Obrero) y los recortes financieros (impuestos por el Partido Popular); ambos envueltos en sendos escándalos de corrupción. La crisis económica la financió el contribuyente honesto que también pago por los excesos de políticos que malversaron fondos del estado. Hoy, Ecuador vive una circunstancia distinta a la de la España del 2011 en fondo pero muy similar en forma. La corrupción política merma los recursos del estado  – Duzac y Delgado siguen libres y los 800,000 dólares de la AGD desaparecidos- y los contribuyentes financiamos los estragos de una crisis económica que contribuyó a generar el estado –incursionó en gasto irresponsable, adoptó un proteccionismo industrial excesivo, y empeñó el alma a China. Sin embargo, nosotros a diferencia de España, no canalizamos la indignación en proyectos políticos con apabullante apoyo popular. ¿Por qué logran ellos lo que no alcanzamos nosotros?

Canalizar la indignación a través de la política

En España, la indignación que invadió la la Puerta del Sol si llega a las urnas; lo hace de la mano de partidos emergentes (Podemos y Ciudadanos), liderados por jóvenes, que irrumpieron en un sistema tradicionalmente bipartidista. Esa irrupción era, a ojos de muchos, un sueño irrealizable en el 2011, cuando el país se encontraba a merced de un bipartidismo monopolizador de las instituciones que dificultaba el avance de fuerzas alternativas. Sorpresivamente, el nivel de indignación ciudadana en épocas de crisis financiera y política logró lo impensable: canalizar el descontento a través de movimientos políticos nuevos. Con el paso del tiempo, las tácticas de uno, funcionaron claramente mejor que las del otro. Ciudadanos (la formación de Rivera), ocupa el centro del espectro político en España y su retorica contractiva le apremia las mismas posibilidades de ganar las elecciones generales que el PP y el PSOE. No así, Podemos (la formación de Iglesias), se queda atrás en la contienda; su radicalismo de izquierda no convence a una audiencia que superó la utopía del comunismo y rechaza el discurso revanchista. Sin embargo, mas allá de las diferencias, ambos partidos generaron un movimiento tectónico necesario en la política española.

Hoy en Ecuador, las opiniones ciudadanas son la sombra de aquellas que emitían los españoles en la Puerta del Sol; el pueblo considera que las instituciones del estado están al servicio del poder ejecutivo y, por lo tanto, cambiar el balance del poder en el país no solo es cuasi-imposible sino también suicida. A Ecuador se le avecinan días aun más obscuros que aquellos que vivió España, pues además de afrontar una crisis económica y vivir a merced de la corrupción política, vivimos en un país sin libertades ni garantías. Quizá sea precisamente tan álgido panorama lo que nuestro país necesita para canalizar su indignación a través de alternativas políticas jóvenes, limpias, constructivas y reunificadoras capaces de reunir el apoyo popular necesario para reinstaurar la democracia. Hasta entonces, nada esta dicho porque poco se ha hecho.

 

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