Crónicas desde la Zona Cero: Rescatando a los balseros de Jama

Martes 3 de mayo

Me despierto con el ruido de los motores fuera de borda. Son las cuatro y treinta. Los pescadores de Don Juan se hacen a la mar. Son los hijos de los hijos de los remeros representados en arcilla que se exhibían en el museo de Jama.

Una forma de cotidianeidad, regresa. Hoy habrá pámpano en algunos platos y si hay suerte, algo de langostino para vender. Los comerciantes de pescado y marisco han vuelto. Eso significa algo de ingreso. Aunque como me comenta más tarde, Luis Zoza, la pesca está escasa.

A las siete y treinta nos reuniremos con Raquel Farías, la encargada del Museo para tratar de salvar las piezas que están enteras y agrupar los pedazos de las que se rompieron, para embalarlos y entregarlos al Municipio. En lugar de Giuliano, que ayudó ayer y que regresa a Quito, se integra Alejo, que ha estado con nosotros desde el lunes 18 de abril. Es andinista y paramédico. Un todo terreno.

Yo me quedo en el monasterio. Hay problemas que debemos atender. A las once de la mañana puedo ir al Museo. El equipo de voluntarios ha inventariado y fotografiado todo lo que estaba en el suelo.

Esteban y Rut.
Esteban y Rut.

La hermosa figura de una especie de incensario que descansaba sobre una enorme iguana está lamentablemente rota. Para mí es una iguana dragón. con un dragón de Oriente. En una puerta abierta para investigar las relaciones entre Jama-Coaque y las culturas de la Costa con Oriente. ¿Es posible? Por cierto. Eran grandes navegantes. Minutos después, Nicolás me enseña una pieza, de las pocas que sobrevivieron en la bodega: un hombre con los ojos semi-cerrados, en posición de loto. Mi imaginación de dispara. La de todos.

Iguana. Jama. Fotografía de Carlos Arcos, tras el terremoto.
Iguana. Jama. Fotografía de Carlos Arcos, tras el terremoto.

Nicolás y Alejo han abierto un sendero hacia los balseros. Dudo en avanzar. Una emoción extraña me invade. Doy unos pasos. El exhibidor está intacto ¡Allí están! Uno o dos rotos, otros descansan sobre el marco del estante de exhibición, en una delgada capa de arena, otro hace un esfuerzo para no caer. Han sobrevivido a la tempestad y están allí, desde hace tres mil años, sino más y espero que nos sobrevivan. Seguirán bogando cuando nosotros seamos olvido.

Balseros de Jama, foto de Carlos Arcos Cabrera, del 5 de mayo de 2016.
Balseros de Jama, foto de Carlos Arcos Cabrera, del 5 de mayo de 2016.
Baldero de Jama, foto de Carlos Arcos Cabrera, del 5 de mayo de 2016.
Baldero de Jama, foto de Carlos Arcos Cabrera, del 5 de mayo de 2016.

Los balseros tienen una historia extraordinaria. Están en el Museo de Jama por un azar. Un norteamericano que hacia turismo en Don Juan movió algo de arena. Para su sorpresa encontró un balsero y luego otro y otro. Los entregó al Museo de Jama. Es una serie maravillosa e invaluable de estatuillas.

Uno de los miembros de nuestro equipo viaja a Bahía para conseguir cajas y material de embalaje. La idea es guardar las piezas que se encontraban en el suelo. Las que están en las vitrinas permanecerán allí hasta que llegue ayuda especializada. Cae la noche. En Bahía no se pudo conseguir sino una pocas cajas y algo de material para embalaje.

Miércoles 4 de mayo.

Hoy parten a Quito, Emilia y Nicolás. Junto con Alejo y Raquel Farías, la responsable del Museo, hicieron el trabajo duro. Nos dedicamos a embalar las piezas que estaban en el piso: las que se salvaron y las que tenían daños. Las cajas son insuficientes y al rato no queda ninguna. Anotamos el código de cada pieza y un número que asignamos. A las diez parten para Quito. Una despedida emotiva, como todas.

Sin cajas para continuar con la tarea vamos al mercado de Jama, transformado en improvisadas oficinas del Municipio y fotocopiamos el inventario de lo que pasó por nuestras manos. Son piezas invaluables. ¿Quién puede continuar con la tarea? Llamo a la ESPOL y hablo con el más importante arqueólogo especializado en las culturas del litoral ecuatoriano, el Doctor Jorge Marcos. Sabe de la importancia del pequeño Museo de Jama. Se pone en acción inmediatamente. Al mismo tiempo se hace presente el Director Provincial de Patrimonio, Fabián Abad. Informamos de lo actuado. Se pone en contacto con el Doctor Jorge Marcos. Toma cartas en el asunto. ¡Qué alivio! Me cuenta que en ese museo está la única pieza que representa el sacrificio de una mujer. Está en una vitrina, lamentablemente rota. Habrá que reconstruirla.

Sueño: en un futuro incierto, como todo lo que deja el sismo, en Jama se construirá un Museo amplio e iluminado que permita que los balseros puedan seguir bogando en esa inmovilidad que contiene toda la expresión del movimiento. Un hermoso espacio en torno al cual gire la reconstrucción de Jama. Un punto de encuentro con la memoria.

La cotidianeidad post catástrofe consiste en limpiar escombros, salvar lo que se pueda y comenzar a reconstruir. Un ejemplo son los románticos e incorregibles amantes de los libros y de la literatura: Esteban Ponce y Rut Román. Con ayuda de sus colegas y amigos han retirado los escombros. Los libros mojados por la lluvia se secan al sol. Parecen aves que quieren desplegar nuevamente sus alas. Y lo son. En algún momento alguien los abrirá y los leerá y volaran en la fantasía del lector, en las ideas de algún estudioso. La imagen habla por si sola. Me despido de Don Juan con esa imagen, que dice mucho sobre la voluntad humana de seguir, pese a todo.

libros

Quito nos espera con otra cotidianeidad. Nosotros también debemos partir.

Jueves 5 de mayo.

Viaje a Quito. En la vía Santo Domingo, La Concordia, recibo una llamada. Vinicio Rhon, de Patrimonio Cultural está en Bahía y viaja hacia Jama. Lleva material de embalaje. Le doy el teléfono de Raquel Farías. Debo reconocerlo: una respuesta rápida de Patrimonio en medio de la catástrofe. ¡Nuestra tarea ha concluido! No ha sido «solidaridad de teletón».

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