La poesía de César Dávila Andrade en España y el mundo

El poeta nacional más representativo de lo contemporáneo, publicó en 1946 sus dos primeros grandes poemas: Canción a Teresita y Oda al arquitecto conjuntamente con Espacio me has vencido, su primer libro de poemas. En 1959 gana el segundo premio del concurso nacional de poesía “Ismael Pérez Pazmiño”, con su emblemático poema Boletín y elegía de las mitas. Para 1967, el año de su suicidio, el poeta ha publicado tres libros de cuentos y ocho célebres poemarios (dos serían publicados póstumamente).

La poesía ecuatoriana se contemporiza a partir de su nombre, de su figura, de su herencia. Dávila supo asumir los registros de su poesía en los diferentes patrones temáticos, desde los poemas descriptivos, en donde se deja notar una dosis de modernismo enriquecido con la novedad de la imagen resplandeciente (Carta a una colegiala, por ejemplo), pasando por el formalismo métrico donde la sinestesia, en todas sus formas, se deja notar pletórica de audacia (Canción a Teresita) junto con el trabajo fonético de la lengua, las descripciones surrealistas, la potencia para llegar a un misticismo telúrico y audaz.

Un maestro para asumir una caprichosa melopea y un inalterable concepto lingüístico. Pocos poetas de la patria equinoccial lo han asumido así (antes de él, tal vez solamente el gran José Joaquín de Olmedo). Sus registros continúan brillando con el esplendor de las imágenes, en mezcla con un misticismo muy personal (Oda al arquitecto), hasta llegar a un cripticismo resplandeciente en figuras retóricas y literarias, atravesando los lagos imperiosos de la poesía social y su emblemático Boletín y elegía de la mitas, enorme canto sinfónico donde el ritmo se fusiona perfectamente con el trabajo formal y conceptual.

Fue un poeta realmente abarcador. Su última poesía estuvo vinculada con una suerte de misticismo críptico de cual el gran poeta venezolano Eugenio Montejo se ocupó de enfrentarla críticamente: “César Dávila enfrenta el poema, en su vida de ascensión y penetración místicas, ciñéndolo al movimiento de una simbología cósmica. Ciertos paralelismos con Blake y Nerval podrían establecerse. Su poetizar nos llega subordinado a las directrices que adoctrinaban su pensamiento. Este dilema capital pugna a lo largo de su obra, y de su enfrentamiento perpetuo surge tal vez esa fuerza erizada y de angustia magnética que tienen sus vocablos”.

Dávila es figura clave para entender que, con su poética, exportamos nuevos temas al mundo. De allí que, como dice el refrán no popular: Si César Dávila hubiese llegado a París, habría llegado lejos. Y llegó a Caracas, donde tanto lo admiran y lo quieren. Estoy seguro que en este siglo se lo descubrirá como el gran poeta de la lengua, y entonces el mundo sabrá de este ecuatoriano universal.

Que la poesía de Dávila sea con nosotros más allá de cualquier dolor. Más allá de la tierra y de la vida. Y así será. Ni más ni menos.

Más relacionadas