Avión presidencial y populismo

Juan Carlos Díaz-Granados Martínez
Guayaquil, Ecuador

Por última vez despegó el que fuera avión de la presidencia de México.  Su destino era el desierto en Victorville, California, donde la compañía Boeing lo almacenará hasta que consigan un comprador.

López Obrador venía criticando esta nave de lujo.  Costó 218.7 millones de dólares en un país que miles de personas viven en la pobreza.

Daniel Hall, analista senior de Flight Ascend dijo que la nave era un buen activo, pero el 787 se convirtió en un símbolo de un régimen opulento, “la realidad es que el avión es práctico”.

Los voceros de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público no respondieron a la pregunta de si el gobierno espera vender el avión con pérdidas económicas.

El secretario de Hacienda mexicano comentó a los medios, frente al Boeing 787, que el gobierno también venderá sesenta aviones y setenta helicópteros de su propiedad.  Para transparentar el proceso de venta se pidió la intervención de Organización de Naciones Unidas (ONU).

Más allá de que este avión no fue comprado por Peña Nieto, es un simbolismo que afecta la imagen de un gobierno cuyo gasto federal se disparó en el primer trimestre del año, justo antes de las elecciones.

Un mandatario debe ser cauto en sus declaraciones y acciones, especialmente en los países en los que existen tantas personas con escasos recursos económicos.

No se puede manifestar que se van a recuperar en favor de las arcas fiscales lo robado en el gobierno anterior y no hacerlo.

Es funcional que el presidente tenga un avión para sus desplazamientos.  Por allí y por bajar los sueldos de los funcionarios del Estado más importantes no va la cosa.

Los millones de desempleados y los que sí tenemos empleo nos sentimos burlados cuando vemos que quienes fueran funcionarios públicos volaron en la nave presidencial para llevarse el dinero a paraísos fiscales, usando ilegalmente los activos de los ecuatorianos.

Es responsabilidad de la función judicial actuar para recuperar lo robado y menester del presidente Moreno cumplir con sus promesas.  Especialmente las de crear más empleos y reducir el gasto público.

Cumplir esas promesas hará que Moreno pase a la historia como un estadista.  Ha mostrado que tiene la capacidad.  Falta la decisión.

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