Víctimas del nazismo

Jesús Ruiz Nestosa
Salamanca, España

Las tropas aliadas abrieron las puertas del campo de exterminio de Mauthausen el 5 de mayo de 1945. Conmemorando esa fecha, el gobierno español decidió que cada 5 de mayo se recuerde a las víctimas españolas de la barbarie nazi. Fueron a parar allí, principalmente, no porque fueran parte de los grupos perseguidos por Hitler: judíos, gitanos, homosexuales, sino como un gesto de amistad de Hitler hacia Franco.

En 1939, con el triunfo de las tropas sublevadas contra la república, centenares de miles de republicanos huyeron a Francia ante el temor cierto provocado por las amenazas de los generales franquistas. Creyeron que allí encontrarían refugio seguro. En lugar de ello se vieron confinados a un remedo de campo de concentración que construyeron los franceses alambrando la playa de Angelès sur Mer sin ninguna otra protección que hacer un hueco en la arena y buscar allí alguna defensa contra el frío, la lluvia, el viento.

Una de las medidas tomadas por Franco, apenas afianzado en el poder, fue retirarles la nacionalidad a todos aquellos republicanos que habían huido de sus ansias de exterminio de quienes catalogaba como “rojos”. Todos los que se oponían a su voluntad eran considerados como tales, incluso curas para los que terminó habilitando cárceles especiales para contentar a los pedidos del Vaticano.

La entrada de Francia en guerra empeoró la situación de estos apátridas. Después de la ocupación del país por el ejército alemán el 11 de julio de 1940, Francia se dividió en dos: la una estaba ocupada por los invasores; la otra mantenía aparentemente su soberanía bajo el mando el mariscal Philippe Pétain en la ciudad de Vichy. Pronto empezó el envío de judíos, gitanos y españoles a los campos de concentración que comenzaron a proliferar especialmente en Europa central.

Los prisioneros judíos llevaban una estrella amarilla cosida a su uniforme mientras los españoles llevaban un triángulo azul con una “S” por lo de “spanier” (español). Eran considerados apátridas y por lo tanto carecían de todo derecho jurídico. Más de 7.500 españoles republicanos fueron a Mauthausen de los cuales murieron más del sesenta por ciento. Cuando las tropas aliadas liberaron el campo sólo quedaban 2.184. Pero esta cifra se refiere nada más que a este sitio ya que hubo españoles en otros campos, como el caso de Buchenwald. Las experiencias vividas en este sitio las relata Jorge Semprún, un escritor estupendo, en su libro “La escritura o la vida” (Tusquets Editores, 1995). Hijo de republicanos españoles refugiados en Francia, fue hecho prisionero por formar parte de la Resistencia cuando tenía nada más que 19 años.

Mauthausen más que un campo de concentración fue un campo de experimentación en el que los nazis ensayaron diferentes formas de matar a cientos de miles de personas: arrojándolas por un acantilado, desangradas, con un tiro en la nuca para lo cual inventaron un aparato especial, encierros sin comer ni beber, fusilamiento, ahorcamiento, cámara de gas. Otros eran obligados a cargar pesados bloques de mármol que extraían de una cantera, y llevarlos por una escalera de 186 escalones donde muchos morían agotados a causa del esfuerzo que ello suponía.

De todos aquellos que lograron salvar la vida, hoy quedan nada más que cinco: cuatro varones y una mujer que ya no pueden valerse por sí mismos para acudir a este acto de recordación.

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