Venezuela se queda sin tiempo

Samuel Uzcátegui
Quito, Ecuador

Ya van más de cuatro meses desde que Juan Guaidó asumió la dirección de la lucha en búsqueda de la caída de la dictadura de Nicolás Maduro. Para el pueblo venezolano, esto ha durado más de lo que pensamos. Cada día que pasa sin lograrse ese objetivo, todas las crisis que sufre el país se agudizan aún más y poco a poco el pueblo pierde la fe que en su momento transmitió el presidente encargado. Ante el cambio de panorama y la insistencia de la administración de Guaidó en enfrentar este problema con “diplomacia”, Venezuela se sigue derrumbando en todos los aspectos y si no se actúa con rapidez, nos quedaremos sin tiempo para intentar recuperar a un país del que no va a quedar nada.

Múltiples diputados exiliados, otros injustamente encarcelados, otros en embajadas y otros viviendo en clandestinidad. El vicepresidente de la Asamblea Nacional –que en esta situación sería el equivalente a vicepresidente de la RepúblicaEdgar Zambrano, fue detenido y llevado a una prisión militar e imputado injustamente con el delito de “traición a la patria”. Un delito que, en un país funcional, tendría a toda la cúpula castrochavista tras las rejas. El problema está en que cada vez que alguien es detenido, el presidente Guaidó “denuncia la situación”, cuando, de seguir permitiendo estos percances, el siguiente detenido será él. Primero fue su jefe de despacho, Roberto Marrero, después su vicepresidente y múltiples diputados, la pregunta importante es ¿Quién vendrá después y que se hará para evitarlo?

El presidente y el pueblo venezolano corren peligro, se siguen convocando a marchas que ya no dejan más que muertos y heridos por la represión, Guaidó sigue apostando a un quiebre militar en las Fuerzas Armadas, que no va a ocurrir, y sus aliados internacionales no pueden hacer nada sin que éste de su autorización.  ¿Qué tiene que pasar para que el presidente utilice cualquiera de las medidas internacionales que le traerían paz al pueblo de Venezuela de una buena vez?

“Todas las opciones están sobre la mesa” repite el presidente Guaidó insistentemente, pero ya van meses repitiendo esa misma frase sin ningún avance. Washington cambió su narrativa con respecto al problema e incluso, el Comando Sur afirmó vía Twitter que, cuando sean invitados por el presidente, estarán listo para actuar en pro de que las Fuerzas Armadas tomen la decisión correcta. El presidente de Colombia, Iván Duque, hablo de uno de los problemas que son ignorados por muchos analistas internacionales, que es la presencia de las cabecillas del Ejército de Liberación Nacional (ELN) en Venezuela. Duque pidió al presidente Guaidó que permita y facilite la captura de estos delincuentes. La mayoría de estos paramilitares se encuentran en estados fronterizos como Táchira, donde controlan el paso por la frontera cerrada y tienen un monopolio que les genera cientos de miles de dólares diarios. Estos grupos irregulares controlan estas zonas con total impunidad y es un problema al que nadie le presta atención. Les cobran a los venezolanos que van al país vecino a buscar medicinas y alimentos por cruzar la frontera con su autorización.

Además, manejan en varias partes del país la administración de los alimentos de pésima calidad que regala el régimen de Nicolás Maduro a sus seguidores y entrenan a los paramilitares llamados “colectivos” que son uno de los tantos mecanismos de represión con los que cuenta el dictador. Las opciones están sobre la mesa y ya se hacen públicas, ejerciendo aún más presión en la administración de Guaidó, que se queda sin tiempo ante un pueblo a punto de colapsar.

No se sabe con certeza si son sus asesores, o los políticos dinosaurios de la falsa oposición que rodean al presidente quienes evitan que la crisis de Venezuela se solucione lo antes posible. Se tiene la opción tangible de una cooperación internacional que acabe con el régimen de Nicolás Maduro, y parece que no es prioridad para los encargados de la lucha. La presión interna es importante, la rebelión civil es importante, pero ya ese momento pasó y de nada sirve seguir utilizando a la gente como carne de cañón e invitar a que salgan a las calles a ser masacradas cuando todo esto puede evitarse de utilizar cualquiera de los recursos que se tienen. La crisis política es una de las tantas crisis que sufre el país actualmente, pero es la única que tiene el poder suficiente como para que, al solucionarse, tenga como consecuencia el fin de las demás crisis. La solución se escapa de nuestras manos, el pueblo venezolano tiene que lidiar con una crisis alimenticia, humanitaria, eléctrica, económica y migratoria, y, además, se espera que luchemos solos contra un régimen asesino. Tenemos demasiado contra que enfrentarnos como para tener que salir a la calle con piedras en la mano a pedirle al asesino dictador y sus cómplices armados que se vayan por las buenas.

La gente pierde la esperanza, las luces se apagan y el conformismo vuelve al pueblo venezolano, que pierde la fe en los encargados de la lucha. Si la oposición espera que quede algo de país cuando caiga Nicolás Maduro, debe atender la situación lo antes posible para evitar el colapso social que acabará con lo poco que queda del maravilloso país que alguna vez fue Venezuela. Sin diplomacia, sin filtros, sin límites, de frente contra la dictadura y acabando con el sufrimiento del pueblo venezolano de una vez por todas.

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